Javier Montoto Linares
He de reconocer que cuando Cristina me comentó su idea de crear un blog para intercambiar ideas, opiniones y vivencias relacionadas con nuestra familia, acogí su idea con ciertas dudas y una gran carga de escepticismo.
Pasados ya varios meses desde su inicio, debo decir que me parece que tuvo una extraordinaria idea que todos debemos agradecerle.
Uno de los mayores aciertos es la elección de la foto de abuelo que preside el blog.
Así es como yo recuerdo a abuelo con ese gesto y esa sonrisa, tan peculiar, tan suya.
Por desgracia, de abuela y de mis abuelos maternos solo tengo referencias por lo que mis padres me contaron de ellos. Así, por ejemplo, recuerdo que mi madre me comentaba la adoración que sentía mi padre por la abuela.
Sin embargo y aunque cuando falleció abuelo el 30 de mayo de 1977, yo tenía solo 15 años, son muchos los recuerdos que de el tengo.
Algunos de ellos son recuerdos de niñez, recuerdos vagos y que se entremezclan: De su cumpleaños, de días de la virgen, del día que pusieron la placa en la casa de la roda abajo.....
Otros recuerdos son más nítidos, como cuando íbamos a verle al piso de Marqués de Nervión. Por cierto, es curioso pero los recuerdos que tenemos todos de Rafaela e Isabel son asombrosamente coincidentes.
Recuerdo cuando abuelo venía al piso de Juan Ramón Jiménez. Como a mi padre le gustaban mucho los muebles y la decoración y en aquella época lo estaba amueblando, cada vez que abuelo venía encontraba alguna novedad y le preguntaba a mi padre cuanto le había costado.
Por mucho que mis padres rebajaran el precio del objeto, y os aseguro que lo rebajaban sustancialmente, a abuelo aquello le parecía siempre carísimo.
Pero el recuerdo más emotivo que tengo, es de aquel día cuando en el salón de la casa de Blas Infante preparaba con mi padre las particiones de la herencia de abuela. En un momento determinado abuelo se emocionó y le dijo a mi padre que siempre había procurado hacer las cosas lo mejor posible. Mi padre lo abrazó y le dijo que siempre lo había hecho así.
Podéis imaginar lo que me impresiono aquella escena pues era la primera vez que veía llorar a abuelo y a mi padre.
Cuando aquella noche en mi habitación recordaba lo sucedido sentí un inmenso orgullo por ambos y di gracias a Dios por la familia que me había dado.
Decía Pemán que el llamarse Montoto es como un diploma de Sevillanismo y buenas letras y refiriéndose a abuelo añadía que como si ese apellido fuese un título profesional, ejercía de Montoto.
No hay duda de que nuestro abuelo ejerció de Montoto así también como nuestros padres y tíos.
Somos por tanto los nietos y bisnietos los que tenemos el difícil reto de ser capaces de ejercer de Montoto.
Ojalá lo consigamos.
jueves, 9 de julio de 2009
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