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viernes, 30 de septiembre de 2011

LOS “DE FLORES”

Por Luis Montoto de Flores.

Dedicado a mis sobrinos “tercerones” y “cuarterones” en el apellido de Flores, a punto de extinción, para que les sirva de ilustración y recuerdo.

Muchas glorias, alabanzas y distinciones a los Montoto, y de los de Flores ¿que?. Inclinados los unos hacia las letras, los otros fueron grandes labradores. Tío Rafael, gran investigador en genealogía familiar, nos lleva hasta Don Pedro de Flores, natural de Córdoba, vecino de Sevilla, casado en Espera el 14-IV-1697 con Doña María López Prieto, no pudiendo llegar a más al desatender el Registro Civil sus requerimientos. Pasaron a Constantina dedicados algunos al comercio, recuerdo cuando allí veraneábamos en 1941 visitar mi madre a sus parientes los Sagrario.

Sobre 1835 varios pasan a Lora. Mi padre menciona a Juan Segovia de Flores viviendo en el edificio hoy ocupado por la Delegación de Hacienda, y un Críspulo de Flores Muñoz en la calle Santa María con su hija Petra, medio perturbada, a quien dedicó una “pajarita”, contando la anécdota que a un señor mal avenido que le dejó el acerado, contestó: “lo cortés no quita lo valiente, pase Vd. so sinvergüenza”.

Patriarca y antecesor nuestro fue Romualdo de Flores Muñoz, mi bisabuelo, casado con Isabel Cepeda Reina, loreña. Censado en 1847 en Barrio Sevilla nº 39 (hoy Rafael de Flores nº 7) en unión de sus hijos: Rosa (casada con José Cepeda Carmona, son sus descendientes los Cepeda Rodríguez y Cepeda López), Antonio Ramón (soltero sin descendencia), Purificación (murió joven) y Rafael, mi abuelo, hombre estimado y querido, Alcalde Diligente, con su peculio particular libró a muchos del servicio militar cuando se cumplía embarcando hacia Cuba o Filipinas, con dudoso regreso. Reconocida tan desprendida acción, en agradecimiento, rotularon una calle respetada por diversas Corporaciones políticas habidas en el Ayuntamiento. Casó con Dolores González Naranjo, natural de Peñaflor.

Con abundantes propiedades incrementaron entre todos el patrimonio. Romualdo (mi bisabuelo), iniciados del mismo, unificó “El Membrillo” comprando terrenos colindantes. Sus hijos Antonio Ramón y Rafael, al heredarlo, acordaron no dividir llevando en comunidad lo recibido, comprando y vendiendo indistintamente, sin control ni contabilidad alguna. Muerto Rafael (mi abuelo) el 3-VI-1898 la división es inevitable y difícil, origina pleitos, apelaciones ante el Supremo, “vas a durar más que el pleito de los Flores” se decía. Gastos judiciales obligan a vender, y el 5-VII-1905, tras siete años, los amigables componedores forman dos lotes sorteados de semejante valor. Mi abuela, al recibir el suyo, divide entre sus hijos Rafaela, Romualdo e Isabel.

Mi tía Rafaela, casada con Rafael Quintanilla Briones (propietarios de la Casa de los Leones), recibe 550 fanegas al sitio de “Las Carreteras”, hoy Priorato.

Mi tío Romualdo recibe igual cantidad de tierra al sitio de “Los Zamorales”. Murió con 35 años en casa de su madre (mi abuela), al estar separado de su mujer Carmen Naranjo Oliveros.

Isabel, mi madre, conservó lo recibido, 375 fanegas en “El Membrillo”, finca disfrutada y querida, canto de evocaciones y recuerdos de varias generaciones. Divididas las tierras, el caserío queda indiviso y, al no descansar su conservación en responsabilidad concreta, entra en estado lamentable. Ante aparente abandono, los vecinos no respetan las lindes, obligando a entablar acciones judiciales para recuperar y frenar abusos. Mis hijos pretenden rehabilitar parte.

El lote de mi tío abuelo Antonio Ramón corrió distinta suerte. A mi madre, que tenía once años cuando quedó sin padre, le tomó gran cariño al punto de llamarla “mi Isabelita” y pregonarla públicamente su heredera; reclamaba sus frecuentes visitas, con más intensidad en recaídas y dolencias al punto de fallecer cogido de su mano. Había testado el 15-I-1910, y veinticinco días antes de fallecer rectificó con otro en el que reconocía “hallarse algo delicado de salud”. Beneficiaba con legados a varios servidores, instituciones religiosas y de caridad, pero su contenido principal causó sensación. Desdiciendo lo pregonado, anunciado y prometido públicamente, heredan sus sobrinos hijos de su hermana Rosa, y para “su Isabelita” ni una sola mención. Al concurrir varias circunstancias, tan brusco cambio de opinión fue comentario del pueblo.

Las familias y apellidos, como entes vivientes, se constituyen, multiplican y extinguen. Los de Flores, llegados a Lora sobre 1835, con el fusilamiento el año 1936 de Rafael de Flores Naranjo (hijo de mi tío Romualdo y único varón) pierden la posibilidad de perpetuarse.

Actualmente llevan el apellido de Flores:
En segundo lugar, los Montoto de Flores.
En tercer lugar “tercerones”, los Montoto Castrillón, Cañas, Linares, Sousa y Castaños.
En cuarto lugar “cuarterones”, los Pérez-Aguilera Montoto, Castrillón Montoto, Coronel Quintanilla y Cepeda Quintanilla.
En quinto lugar,… ignoran llevarlo.

Isabel de Flores González, mi madre, nació el 20-IX-1888 en la Calle Juan Quintanilla (casa ocupada actualmente por Imprenta Becerra) y la vivió hasta su matrimonio con José Montoto González de la Hoyuela el 24-VIII-1912. Practicar las virtudes fe, esperanza y caridad fueron directrices en su vida. Devota del Amor Misericordioso, quiso extender su devoción en Lora donando la imagen de un crucificado, venerado en el Convento de las Mercedarias de la Roda. Una esmerada y fácil redacción dejó plasmada en cartas y escritos. Falleció el 16-IX-1942, y bajo el lema “SIEMPRE QUE ME MIRES, REZA” nos dedicó unas fotos que, enmarcadas, conservamos y cumplimos.

Publicado por Cristina en 10:23
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miércoles, 28 de septiembre de 2011

COSITAS DE CÁDIZ II

EUSKERA FÁCIL, GADITANO DIFÍCIL
CÁDIZ. Me llamo Mikel Gorriarán, llevo 15 días en Cádiz y me estoy o me están volviendo loco. Os contaré mi historia:
Soy investigador privado y he venido a Cádiz a resolver un caso simple, pero la verdad es que cada día que pasa se vuelve más complicado. Tan sólo se trataba de descubrir al amante de la mujer de un alto mandatario vasco, comprenderán ustedes por tanto que no dé su nombre, además porque me debo al secreto profesional. En principio no tenía muchas pistas. Sólo sabía que el hombre en cuestión era de Cádiz, se llamaba Manuel Ramírez, que trabajaba en el puerto de Cádiz y que le conocían con el alias de “picha”. Así que el individuo en cuestión debía estar bien dotado, ya que además de amante de la mujer del político, eran conocidas sus correrías por el puerto de Bilbao. También usaba otro sobrenombre, “quillo”. Con estas pistas tomé el avión hasta Madrid y allí enlace con el tren hasta Cádiz.
Como digo, llegué a la estación de trenes en Cádiz, cogí un taxi y mientras iba camino del hotel intenté entablar conversación con el taxista. La cosa quedó en eso, en el intento, porque que yo sepa una conversación es, entre dos o más personas, pero el taxista no me daba opción ya que hablaba por los codos y de modo ininteligible. Lo hacía de forma sumamente apresurada y las pocas palabras que podía cazar al vuelo estaban incompletas. Quise preguntarle por el puerto, pero sabiendo que su respuesta no la entendería, lo dejé para mejor ocasión. Llegué al hotel Playa Victoria, y como mi interés era buscar al tal Manuel Ramírez, en un principio consulté la guía telefónica de la ciudad, pero como presumía, aquí había demasiados Ramírez. En mi tierra hubiera sido muy fácil, así que opté por buscar pistas en su lugar de trabajo. Salí a la calle y pregunté por el puerto. Un señor muy amable me dijo que lo mejor era coger el autobús de los Comes, pero para eso tenía que ir a Cádiz, aquello me desconcertó. ¿Dónde estaba yo? empecé a atar cabos. Efectivamente, cuando llegué a la terminal de la estación no ponía Cádiz, sino Cortadura y además recuerdo que en el trayecto di unas cabezadas y claro, en ese intervalo pudo haber algún enlace, o algo, ¡no sé! Lo cierto es que yo no me encontraba en Cádiz, pero no debía estar muy lejos. Paré un taxi y con gesto decidido le dije al taxista que me llevara a Cádiz. El me contestó… ¿A Cádiz?, ¿a dónde? Y le contesté algo enfadado que a Cádiz. ¡Joder, a Cádiz! ¡De una puta vez quiero llegar a Cádiz! Ya luego el taxista con mucha paciencia y muy despacito me explicó que donde yo estaba era Cádiz, pero no era Cádiz. ¡A ver si lo explico bien! Resulta que aquí la gente le llama Cádiz a la parte antigua y desde unas murallas para adelante le llaman Puerta Tierra. No sé si lo expliqué bien, pero yo ya lo he entendido. Llegué por fin a la estación de autobuses de Comes, pedí un billete para el puerto y me subí al autobús correspondiente. El trayecto fue relativamente corto, si acaso 30 minutos, pero la verdad es que yo creía que Cádiz era más pequeño. Sin duda me había informado mal, y además mi trabajo aquí se complicaba puesto que habría de buscar en una ciudad más grande de lo que pensaba. Pero mis sorpresas no habían acabado. Llegado a la estación terminal pregunté por el puerto. Mi interlocutor me miró con mal genio y me dijo que esto era el puerto. Yo no entendía nada. Ese hombre enfadado, y yo no veía barcos por ningún sitio. La verdad es que el hombre tuvo más paciencia que el santo Job. Me fue explicando poco a poco que aquello era el Puerto de Santa María, pero que por todo el mundo, (todo el mundo menos yo) era conocido por el Puerto y además me dijo que eso no era Cádiz, que Cádiz estaba allí enfrente, que el Puerto era un pueblo de Cádiz y que si lo que quería era ir al puerto de Cádiz que cogiera el vaporcito y me dejaría allí mismo. Total, antes lo de Cádiz, que no era Cádiz, que era Puerta Tierra y ahora que el Puerto es un pueblo de Cádiz, y entonces digo yo… ¿cómo le llaman al puerto, al de los barcos, al puerto de siempre? Subí por fin al que le llaman el Vaporcito del Puerto, que para que lo sepan ustedes no es un barco de vapor, no, porque aquí en Cádiz o donde coño esté yo ahora, no le llaman a las cosas por su nombre, sí, le llaman el Vaporcito, pero en realidad es un barco que va a gasoil.
Llegué por fin al puerto pesquero de Cádiz, ya pienso que gastaré mucho dinero y tiempo, más de lo que yo esperaba. Además no sé cómo justificar ante mi cliente, porque me temo que no me va a creer y tampoco quiero darle muchas explicaciones porque seguro que voy a ser objeto de burlas. Bien, obviaré todos estos inconvenientes y pasaré a la acción. De siempre las mejores informaciones se consiguen en los bares, así que me acerqué al bar más próximo al puerto, perdón, al muelle, uno que se llama “Lucero” y pedí un tubo de cerveza, se entiende, pero el camarero no lo entendió. Yo más o menos le expliqué lo que quería y él con aire de suficiencia me dijo: “ah, usted lo que quiere es un “bó”. Joder, no sabía yo que también tenían un idioma particular los gaditanos. Me acomodé en la barra del bar y puse la oreja atenta a lo que allí se cocía. Me acerqué la cerveza a los labios, tomé un trago largo y de pronto escuché la palabra mágica: “picha” ¡Dios! Por fin la suerte me vino de cara. Casi no podía creérmelo. Me atraganté con la cerveza, me puse perdido, pero merecía la pena. Había encontrado a la persona que estaba buscando. Bendita suerte la mía. Con disimulo me acerqué a los dos hombres que charlaban de un tema que no comprendía, pero tenía que ver con la música, con los coros y con un jurado, que por lo visto no tenía ni idea. Gente, sin duda muy creyente, aunque mal hablados, eso sí, se escapaban de vez en cuando, demasiado de cuando en cuando, palabras mal sonantes, que no creo que deban reproducirse aquí, pero a mí lo que me interesaba que uno de ellos fuera el “picha” y para asegurarme que ese era el tipo que buscaba, pedí otro “bó” y pegué la oreja a la conversación. Efectivamente a lo largo de la conversación, uno de ellos era constantemente llamado “picha” por su compañero de conversación. Joder, pensé, Dios le da pañuelos a quien no tiene nariz. No sé si lo captan ustedes porque aquel tipo se estaba trajinando a la mujer de mi cliente y aunque esté mal decirlo, porque soy un profesional, es una mujer de bandera. No me extraña que a ese tipo le dijeran el “picha” porque sin duda era lo único bueno que tendría. Bueno, bueno, que me desvío de la trama. Había dado con el individuo y eso era lo importante. Esperé tranquilamente a que acabaran la conversación y seguí al “picha” con la idea de abordarlo solo y sin testigos. Y ocurrió un caso inédito en mi dilatada carrera. Se encontró con un amigo suyo y al saludarlo le dijo: ¿Qué pasa “PICHA”? y el otro le contestó: muy bien “picha” ¿y tú? Si, efectivamente, había dos individuos con el mismo alias y a decir verdad, este segundo tipo tenía más pinta de amante que el enano de antes, pero en esto de la investigación nunca se puede descartar a ningún sospechoso. Lo malo de todo esto es que ahora tendría que doblas mis esfuerzos y hacer seguimientos alternativos, para comprobar cuál de ellos era el verdadero amante. Opto en principio por seguir a este último ya que lo veo con mejor planta, pero sin descartar, como buen profesional que soy, al tipo enano. El individuo toma un autobús y entabla conversación con un conocido suyo al que llama “quillo”. ¡Dios! Esto se complica a cada paso. Ahora tengo a dos “pichas” y a un “quillo”. Mi instinto de detective me dice que estoy siguiendo una pista falsa. Empezaré de nuevo, así que vuelvo al bar del “muelle” y le pregunto al camarero si conoce a un tal Manuel Ramírez que trabaja en el puerto. Me dice que con esos datos no le suena y que además El Puerto le queda algo lejos. Caigo entonces en la cuenta y rectifico diciéndole que donde trabaja es en el “muelle”. No cae. Le digo entonces que lo conocen con el apodo de “picha” y también con el de “quillo”. El tipo se carcajea en mi cara y me aclara que aquí todo el mundo es “picha” y “quillo”. La policía sin duda, aquí lo tiene complicado. Te estás luciendo, Mikel, me digo para mí. Otra carcajada, no obstante el camarero me dice que pregunte por “Paco el bigote” que en el muelle es el que contrata a los estibadores, después de darle todos los datos de que disponía sobre el tal Manuel Ramírez, que según tenía entendido trabajaba en el muelle y que durante seis meses trabajó en el puerto de Bilbao, lo de los apodos lo omití, porque con el cachondeo del camarero ya tuve bastante, aquel me contestó de mala gana, que ya no trabajaba allí, que según tenía entendido ahora trabajaba en la “Residencia”. Yo le pregunté que ¿en cuál Residencia? Él me contestó, con menos gracia que antes, que cual iba a ser, joé, pues en la Residencia. Era ya tarde y como la verdad, había conseguido bastante información, volví a comer. Lo de la residencia lo dejaría para más tarde. Pensé que era buena idea tomar pescado para el almuerzo, que aquí lo habría de haber bueno con tanta costa, así que le pregunté al camarero que si tenía pescado. Él me contestó que tenía unas “zapatillas” muy fresquitas. A mí, sinceramente, me importaba poco lo que calzaba el fulano. Yo lo que quería era comer y además no sabía a qué venía aquello de las zapatillas. El tipo me estaba chuleando o tendría a media una zapatería con algún cuñaaaaooooo y me hacía la propaganda. Obvié el comentario e insistí en lo del pescado. Pero el camarero volvió con lo de las zapatillas fresquitas. Puse mala cara y el camarero debió notarlo, porque rápidamente me aclaró que en Cádiz se les llama así a las doradas. Gente rara esta de Cádiz. No hay Dios que las entienda con lo que corren hablando, con la de palabras que no pronuncian y con las que pronuncian a medias. Y para colmo cambian el nombre de las cosas. Luego dicen que el euskera es difícil. No, euskera fácil, gaditano difícil. Después de una buena siesta reparadora, volví al trabajo. Tendría que averiguar a qué residencia se refería “Paco el bigote”. Deduje sin duda que tenía que ser muy conocida, por la forma con que el susodicho me dijo “cuál va a ser, joé, pues la residencia”. Perspicaz que es uno. En la misma recepción del hotel me dieron la información que necesitaba. La Residencia estaba a cien metros del hotel. Un paseo siempre vendría bien, pero llevaba cierto tiempo andando y no encontré ninguna residencia. Pregunté a un transeúnte y me contestó que la había pasado, que estaba a dos bocacalles. Así que volví sobre mis pasos, pero yo no encontré ninguna residencia. Volví a preguntar. ¿Por favor la Residencia? Pues eso que tiene usted ahí delante. Pero… ¡Eso es un HOSPITAL! Aquí le decimos la Residencia, me contestó la señora y se quedó tan tranquila y de camino me echó una miradita como diciendo… “pareces tonto”.
A partir de ahora no volveré a caer en estas artimañas, porque para mí, está claro que hay algún tipo de complot, y entre todos los gaditanos intentaban marearme con nombres equivocados o cosas que solo pueden tener un nombre. Investigué en el hospital y saqué un dato importantísimo, allí trabajaba desde hacía dos meses un tal Manuel Ramírez que estuvo cierto tiempo en Bilbao, según todo ello me confirmó un celador de la Residencia. No pudo decirme su dirección concreta, aunque me dijo que vivía por la Plaza de Toros, iba, a pesar de la cantidad de datos, incorrectos, cercando al sospechoso. Dar con la Plaza de Toros sería tarea simple. Eso pensé, pero hasta el día de hoy, y llevo quince días aquí, no, he conseguido dar con ella. Y tiene que estar ahí, porque una Plaza de Toros es una Plaza de Toros y a eso no se le puede cambiar el nombre. Además a todo el que le pregunto me dice que “dos calles más pallá” o “una mijita más palante”. Luego eso confirma mi teoría: hay una Plaza de Toros. Todos me hablan de ella, pero yo no la encuentro. Me estoy, o me están, volviendo loco. Definitivamente dejo el caso y como dicen aquí, me guannajo, me las piro pa Bilbao.

PD: el hijo de Manuel Ramírez, para más INRI, estudiaba en el Hospital de Mora, y tras los quince días también me fue imposible encontrarlo, ya que debido a mis experiencias pasadas, yo buscaba una Residencia creyendo que el niñato de los cojones estudiaría medicina o enfermería o algo parecido, pero nunca, repito, nunca pude imaginar que lo que el señorito hacía eran… ¡Empresariales! (dato que me confirmaron tras mi llegada a Bilbao).
AGUR!
Publicado por Jesús CM en 20:54 Etiquetas: JESÚS CM
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miércoles, 7 de septiembre de 2011

DIA DE LA VIRGEN

Mañana es 8 de septiembre, lo que viene a ser lo mismo que decir, el dia de la Virgen.
Una vez más, Lora del Rio se dispone a vivir con renovado gozo, este dia tan especial para todos los que nos sentimos setefillanos, es decir los que a demás de profesar una profunda devoción a María Santísima de Setefilla nos sentimos orgullosos de ser hijos de ella.
Por lo señalado de este día no puedo evitar que los recuerdos afloren en mi memoria de una manera más intensa.
Nunca podre olvidar el ejemplo de entrega y devoción a la Virgen que nos dieron aquellas personas que tanto quise y que contribuyeron a consolidar la base sobre la que se ha ido cimentando mi fe y la continuidad de una tradición conformada por todo lo relacionado con la Virgen. Una vez más , gracias abuelo, gracias papá , y gracias a tantos setefillanos de pro que ya no están pero que siguen viviendo en mi recuerdo, pues mucho aprendí de ellos.
Por todo esto, aunque sea de forma breve y a vuela pluma, quiero recordar la fiesta que mañana celebramos. Os pido a todos que nunca nos falte la confianza en ella y que procuremos mantener viva esta devoción que además, es una constante en nuestra familia.

¡VIVA MARIA SANTISIMA!

Ignacio Montoto Castrillon.
Publicado por IGNACIO en 11:46
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