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miércoles, 9 de enero de 2013

¿A QUIEN LE TOCA?

Cambio de tercio (taurinamente hablando) giro total y completo en el rumbo de los escritos del presente aficionado a los mismos. No quiero que me encasilléis en la melancolía, en la tristeza, en la emotividad, en lo sentimental. Lo soy, sé que lo soy, pero al mismo tiempo y en cuestión de segundos cambio radicalmente mi estado de ánimo y me sale el ruiseñor que llevo dentro. La sonrisa, la alegría, el humor por el cual también me caracterizo sale a flote. Busco y rebusco, encuentro, ya lo creo que lo encuentro, porque abuelo también es portador del mismo buen humor, ¿De qué, si no, lo tengo yo?


¡Dos “Pajaritas” dos! Situaciones en las que nos podemos ver reflejados fielmente cualquiera de nosotros. ¿Quién no se ha convidado en un momento dado con unos cuantos amigos? ¿Quien no se ha visto en esa situación en un bar cualquiera, en compañía de amigos o familiares, ya no sea tomando unos chatos, si, unas cervezas? ¡Por ejemplo! ¡Y ya puestos, que venga lo que sea! Yo doy fe de ello y os digo que me ha pasado unas cuantas veces, esto de “la convidá” es tan cierto, como cierto és, qué ni es convidá, ni es ná. Simpáticamente hablando ¡Borrachines todos! Con la menor excusa ya estamos dispuestos a ello. ¿Alguien puede decir que no?

La siguiente situación tampoco es incierta, ni se queda manco el señor al que le tocó pagar en el “escote” aquel, al decir y opinar sobre lo injusto del mismo. A la hora de comer bien injusto es pagar a escote aquel que come cómo un pajarito. Yo me conozco a unos cuantos que con “tres pollos, seis chuletas, diez salmonetes y una tarta” no sólo comen, sino que se meriendan, cenan, se desayunan otra vez con la tarta y posiblemente puedan comer de nuevo al día siguiente, asegurando además, que vuelven a merendar de nuevo tarta. ¡No, no exagero! Estos son los auténticos sufridores de los “escotes” y de estos, entre los Montoto hay más que pocos, hay un buen puñado de ellos, un montón grande diría yo.

Queridas/os Montoto: ¡Alejaros de los escotes, que son muy peligrosos! Ya no, por los dineros que os puedan costar, que serán bastantes, porque en los tiempos que corren, el buen yantar, sale por un ojo de la cara y parte del otro, y no quiero decir que nosotros seamos enemigos del buen comer, pero si somos (algunos, no todos) amigos de los pajaritos, que con un poco de alpiste, pero del bueno, y alguna que otra cerveza o copa de buen vino (esto, seguro que en más cantidad, pero tampoco todos) nos damos por satisfechos y contentos.

Bueno no me estiro más en la parrafada de hoy. Espero que os sea, u os sirva de entretenimiento y agradable lectura estas dos “Pajaritas” que vuelven a revolotear por esta, nuestra casa. A mí me parecen muy simpáticas y amenas para pasar un ratito, y para que veáis que abuelo era portador de ese buen humor, tanto como de las otras cualidades que ya todos le conocemos.



LA “CONVIDÁ”

La convidá es una que no es; y no es porque, con pujos y apariencias de dádiva y de obsequio, se queda en egoísta degustación que nadie nos paga, que a nadie pagamos y que termina en que cada cual pague aquello que se bebe.

Porque es que los extremos se tocan, y por ello se tocan el pródigo y el cicatero como primos hermanos. La convidá comienza con jactancia fanfarrona: el que convida hace sonar las palmas para que venga el camarero, y llegado éste dice: “Tráeme un chato de vino y aquí a los señores lo que quieran”. Los señores entonces suelen pedir otro chato cada uno. Se habla, se bebe, se caldea el ambiente, y otro señor se anima y convida a su vez. Entonces se va acalorando aquello; se discute de toros, de labores de campo, se le da un repasito al vecindario y otra vez se hacen palmas y un tercero que pide la tercera convidá. Y luego convida el cuarto, y luego el quinto, y así hasta terminar toda la reunión por pagar una ronda.

Resultado: que si cuatro o seis chatos te has bebido, pagaste cuatro o seis; y que no habéis convidado sino al tabernero, que hizo su agosto con estos convidadores de guardarropía. Por eso yo aconsejo a todo el mundo que vea con quién se junta: que si sólo resiste cuatro chatos busque reuniones en las que haya cuatro; que si puede con más, busque reuniones en las que haya más gente. Pero que si tiene poco dinero o aguanta poco vino, huya de las reuniones numerosas, con las que gastarás lo que no puedes y te habrás de beber lo que no resistes.

¡Bueno está con la convidá! A nadie le agradezcas tal obsequio. Cuando estéis seis amigos y uno toque las palmas, ya lo sabes: te beberás seis chatos y pagarás los seis. Y luego, todavía al salir, no faltará quien diga: “Nos reunimos Fulano y Zutanito y nos estuvimos convidando”. Conque convidando, ¿eh? Lo que sois es unos borrachones que buscáis ese truco del convite para tener pretexto de beber un chato y otro chato, y otro chato. El borracho solitario es mucho más honrado y más sincero que los convidadores. Porque una convidá, lo que se llama una convidá… ¡Vamos que yo no he visto todavía una convidá, convidá de verdad, lo que se dice una convidá como Dios manda!

JOSE MONTOTO

¿A ESCOTE?

Lo de que a escote no hay nada caro, es según nada más. Puede ser caro, si lo escotado es cosa de gran precio. En este caso, aun dividido el gasto honestamente, nos sale por un ojo de la cara. Pero hay otra manera de que el escote no resulte barato ni muchísimo menos: cuando no son homogéneos los sumandos. Vamos a ver: si un día sumas tú tres pollos, seis chuletas, diez salmonetes y una tarta, ¿qué puede resultar sino un gran disparate? Pues eso, pero además dañoso para la integridad de su bolsillo, era lo que a un señor le ocurrió cierto día.

Unos cuantos amigos van un día a comer. Eso es muy agradable: esas reuniones de hombres que bien se quieren, que disfrutan de un envidiable humor y que gustan pasar unas horas felices, son reuniones muy gratas que, además, son propicias a estrechar esos lazos de amistad.

Comer es un placer. Ya un refrán sentenció que a buen hambre no hay pan duro. Cuando el hambre no es buena, cuando se queda sólo en regular, ya no pasa el pan duro; ya lo quiere que sea tiernecito. Y cuando el hambre es mala, entonces no transige sino con los manjares delicados que son los de más precio.

Comer, como decía, es un placer. Tan es de esa manera que ya ves lo que pasa: en cuanto estás alegre lo quieres festejar llenando el buche. ¿Qué es día de cumpleaños? Pues convite. ¿Qué es día del santo? Pues guateque. ¿Te pidieron la novia? Pues un lunch. ¿Te casas tú, o se casa Fulanito? Pues el consabido refresco, que mejor que refresco es una cuchipanda. ¿Ganó la oposición el hijo o el amigo? ¡Pues hay que celebrarlo! ¿Cómo? ¿Cómo quieres que sea sino comiendo?

Pero he perdido el hilo de lo que iba contando. Decía que unos amigos se fueron a comer. Cuando esto ocurre, ya se sabe qué pasa: unos son muy tragones, y otros muy circunspectos y mirados y de poco comer. Y llega el camarero, trae la lista, y pide cada cual lo que más le apetece. Hay quien pide tres platos de los caros y postre de cocina, y hay quien, como un señor que yo conozco, apenas pide nada. El hombre desganado, ¿Qué ha de pedir sino una cosa leve? A mí, tráigame usted, le dice al camarero, una tortilla a la francesa y un pero de postre. ¿Nada más?, le pregunta el camarero. Nada más, dice él.

Conque comen en amigable charla, bromean, se pasa el rato, y ¡A ver!: la cuenta. Comienza el camarero a formularla y es un lío tanta cuenta diferente. Entonces dice uno: Díganos el total. Y una vez conocido, resuelve: “Tantas pesetas entre tantos, total, cabemos a cuanto. Así, a escote, es mejor y menos complicado”.

Resultado final, que aquel pobre señor de la tortilla pagó por ella como si hubiera comido lenguas de ruiseñor.

Al llegar a este punto del relato, se lamentaba el hombre y me decía: ¿No piensa usted que eso ha sido un abuso? ¿Usted lo encuentra justo?

Pues no sé qué decirle, respondí. Le han aplicado la teoría en que se inspiran todas las estadísticas: “Yo me he comido un pollo, tú ninguno… según las estadísticas eso significa que tocamos a medio pollo cada uno”.

¿Pero cómo “tocamos”, si yo ni lo toqué ni lo probé?

Y es lo que él añadía con razón sobradísima: Que no me hablen a mí jamás de escotes. En cuestión de comidas, desde ahora las prefiero, ¡Con abrigo y bufanda!

JOSE MONTOTO

Publicado por Jesús CM en 18:00 Etiquetas: PAJARITAS DE PAPEL
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martes, 8 de enero de 2013

EN TU MEMORIA "PEPA"

Si un corazón es grande y bondadoso, si un alma es cándida, dulce, amable, noble, entregada, cariñosa… Ese y esa, son los de “Pepa”. Me faltan adjetivos calificativos para describir a “Pepa” pero nunca jamás me faltaron sus besos, sus abrazos, sus caricias, sus carantoñas, sus consejos… En definitiva, su “AMOR” en mayúsculas, como mayúsculo es mi amor por ella, mi respeto y mi recuerdo. ¡Gracias “Pepa” por haber cuidado de tus “Niñas” de tus “Niños” y de todos nosotros! ¡Gracias “Pepa” por haber entregado tu vida a esta, tu Familia! ¡No solo es que hayas servido! Es, que has sido imprescindible, insustituible, inigualable… ¡Inolvidable! Si supiera, si tuviera que describirte “Pepa” diría… Te Quiero Abuela. De otra forma no podría.

LOS “MILAGROS” DE PEPA

Aunque es otro su nombre la llamaremos Pepa para evitar sacarla a pública vergüenza. Pepa tiene dos cualidades en altísimo grado. Pepa es buena y es simple. Su bondad es sin trampa ni cartón. Rezadora y devota, ha puesto sus amores en Nuestra Señora de las Tres Ave Marías que se venera en la capillita de San José, y en la insigne Sor Ángela. Cuantos problemas surgen en la casa en que presta sus servicios los encomienda al Cielo por estas medianeras.

“Niño –le dice al que ella se figura que está en lance apurado- Yo ya se lo he pedido a las Tres Ave Marías”. O “yo ya he ido a la “crita” de Sor Ángela –ella no dice cripta si la matan- y veras como todo sale bien”. La Virgen de las Tres Ave Marías y la santa Sor Ángela presiden la cocina donde ella se afana. Dos estampas humildes campan en la pared.

He dicho que es muy buena y muy devota, pero también he hablado de su simplicidad. Por ello de continuo ve milagros aun en lances sencillos y corrientes. De uno me acuerdo ahora y lo voy a contar. En la casa en que lleva ya casi medio siglo hay un desbarajuste regular. Familia numerosa con miembros ya casados y residentes en distintas urbes, hay incesante trasiego y un entrar y salir continuado. Cierto día, cuando nadie lo esperaba, se han presentado varios a la hora de cenar. Pepa se ha visto en un conflicto gordo, pero ha salido victoriosa de él. Y a lo que tan solo fue picardihuela de ella, le dio interpretación, la más alta y sublime con candor sin igual.

-Niñas –ha confesado luego en la intimidad-. Hoy ha hecho aquí Sor Ángela un milagro ¡Pero de los gordos!

- ¿Sí? ¿Qué ha pasado Pepa?

-Pues hija, que llegaron Rafael y Jesús con las dos señoritas, y que en casa no había más que cinco bistecs. ¿Qué me hago a estas horas, Madre mía? Y recurro a Sor Ángela, y me encomiendo a ella, y ha habido para todos.

-¿Y como ha sido eso?

-Pues verás: los corté por la mitad e hice diez de los cinco. Y para que no fueran chiquitillos los machaqué muy bien, con lo que se estiraron; los emborré después, y esas son las chuletas que os he puesto en la cena. ¡Qué milagro tan grande! Ha habido para todos ¡Y hasta ha sobrado una!

- Pero Pepa, por Dios, eso no es un milagro. Eso es una engañifa que tú has hecho.

- Que no, niña, que no. Que eso ha sido Sor Ángela.

Y aquí acaba mi cuento. ¿Qué opinas tu, lector, de este “milagro”?.

Yo sé que de milagro nada tiene. Pero tiene sin duda este episodio el encanto de las almas sencillas que ven a Dios en todo y que a Él se encomiendan con ingenua confianza. Y Dios suavemente, sin trastornar el orden natural, con el solo milagro permanente de su asistencia y de su complacencia en oír a las almas que lo invocan con fe, ordena los sucesos de manera que salga de su apuro aquel que lo invocó

Y por eso, sin duda en la vida de Pepa intervienen a veces los “milagros” chiquitos.

                                                       JOSÉ MONTOTO



Publicado por Jesús CM en 18:44 Etiquetas: PAJARITAS DE PAPEL
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sábado, 5 de enero de 2013

SERVIDOR TUYO... RAFAELA

Como ya bien sabéis y habéis comprobado en varias ocasiones en las que escribo aquí en este pequeño rinconcito que un día nos abrió Cristina, yo solo hago pequeños comentarios a esas maravillas que abuelo dejó escritas a lo largo de su vida, esas maravillas llamadas: “Pajaritas de Papel”.

Pequeños comentarios que, aún siendo a vista de todos y de todas pequeñas y simples parrafadas, tienen mucho de sentimiento, de recuerdos hacia esas personas que hoy en día nos faltan, personas que aunque ya no están entre nosotros físicamente, si lo están en nuestras almas y en nuestros corazones. Muchos de vosotros, a lo peor, diréis: ¡Otra vez este pesado con el mismo cuento de siempre! ¡Puede ser! Puede ser también al contrario, puede ser que os agrade y lo leáis con la atención y con el cariño que intento ponerles a todos ellos, pues la única intención, como digo, es esta, el que afloren sentimientos y recuerdos que todos llevamos dentro.

Una vez dicho esto, quiero publicar algunas “Pajaritas” sobre una persona entrañable, cariñosa, buena, de gran corazón… no sé que más decir de ella, bueno sí lo sé, pero a buen seguro me faltarían calificativos para describirla, porque con estos que os digo me quedo corto y quisiera dedicarle muchos, muchos, más. ¡Vamos a hacer una cosa! Voy a dejar que vosotros le dediquéis los que a mí me faltan, los que vosotros creáis que se merece, por lo buena que fue para todos, por el cariño que le teníamos y por el cariño que ella nos tuvo a todos nosotros. Y cuando me refiero a “todos” lo digo por toda la familia.

Hace un tiempo publiqué otra “Pajarita” a otra persona igualmente querida, que compartió “algunos” años de su vida junto a ella. Esta “Pajarita” se titula: “El Orden de Isabel”, por lo cual ya podréis adivinar de quien hablo. El día que le publique a Isabel esa “pajarita” a la que me refiero tuve una pequeña conversación con nuestra también queridísima Tía Tote, le decía que le debía a ella una dedicatoria, pero esta dedicatoria tenía que ser un poco mas especial, como yo por esta buenísima mujer tengo un especial recuerdo de amor verdadero no lo podía hacer a lo loco. No puedo ni debo, ella se merece mucho más de lo que pueda hacer o dar, de lo que pueda escribir o contar, ella se ganó el cielo aquí en la tierra, yo sólo la puedo, quiero y debo recordar. ¡Rafaela, cuida de nuevo de las niñas! ¡Tú, suspiras por ellas! ¡Nosotros las lloramos, poco a poco se nos van! Ahora compartimos “Mesa de Camilla” compartimos desazón, tú esperando en el cielo, nosotros queriendo que se tarden en llegar. La vida ha de pasar querida Rafaela, todos damos por sabido que de nuevo a tu lado, algún día las tendrás, es “Ley de Vida” Ley Divina, tendrás tu Mesa de Camilla en bello y grande salón celestial, no pongas cuidado en ello Queridísima y Vieja Servidora, deja que se tarden todo lo que Dios Nuestro Señor y La Virgen las puedan dejar retrasarse en esa definitiva reunión familiar, en esa grande y maravillosa “Mesa de Camilla… Celestial”


LAS NIÑAS

En la vida nos estancamos frecuentísimamente. Aun cuando el tiempo pasa por uno, uno se emperra en no pasar por el tiempo. Un día –día terrible- recuerdas cualquier cosa, y observas con ingrata sorpresa que puedes acordarte de sucesos que hace veinte años que tuvieron lugar. ¿Es posible, Señor, que ya pueda decir “hace veinte años"? Otro día te das cuenta de un sospechoso y alarmante despoblado en la coronilla, lo que es nuncio y heraldo de una calva hermosísima que llega a más andar.

Finalmente, otro día te pesas, y ese día se te caen los palos del sombrajo, al advertir setenta y ocho kilos bien cumplidos. Eso suele ocurrir al filo de los cuarenta abriles, y es entonces cuando te sientes totalmente derrotado y perdido. ¡Cuarentón en los años y ochentón en el peso! Se fue la juventud con todo lo que ella prometía y que no llegó a dar.

A partir de esta hora galopa Cronos vertiginosamente: más calva, canas luego, pesadez y torpeza donde sólo era agilidad y gracia, y, por fin, un poco de reuma, hipertensión, propensión a catarros, y cátate a tu humanidad en trance de ruina, y, desde luego, deformada, antiestética y en lamentable estado.

Todo esto que ha ocurrido en muchos años –que se te antojan brevísimos instantes- no sólo te coge desprevenido, sino situado en el mismo lugar en que te situaste al comienzo. Tus hermanas –pese a que son abuelas- siguen siendo “las niñas”; tus hermanos –sexagenarios ya- siguen siendo “los niños”; venerables matronas, solemnes y opulentas las unas, marchitas y lamentables las otras, siguen siendo “muchachas”. A veces, ante el asombro y la risa de tus hijos y nietos, dices con naturalidad pasmosa: “Fulanita es muy buena muchacha”. “Fulano es un muchacho que vale”. Y resulta que Fulanita y Fulano pasaron de los sesenta hace cerca de un lustro.

Si por suerte conservas a una vieja criada, una de esas mujeres antiguas que envejecieron al servicio de la casa; de esas que a sus señoritos hablan de “tú” porque vieron nacer a dos o tres generaciones de ellos, de sus “amos”, como ellas dicen todavía, entonces no es extraño que la veas preocupada y pesarosa porque “las niñas” salieron y se tardan. Entonces todo es suspirar: ¿Dónde estarán las niñas? ¿Qué les habrá pasado a las niñas? ¡Parece que las niñas se tardan! Y no cesa su desazón y su cuidado hasta que éstas aparecen: y entonces puedes ver que la vieja servidora, situada en el mismo altozano de la vida en que se colocara cincuenta años atrás, sigue viendo en aquellas señoras encanecidas, tristes y mustias ya, a “las niñas”, a sus niñas, a aquellas niñas a las que ella acunó y durmió tanas veces contándoles cuentos maravillosos de príncipes y de hadas.

La vida había pasado, sin que en aquella casa quisieran darse cuenta.                                                                                                                                                                    JOSE MONTOTO




Publicado por Jesús CM en 11:00 Etiquetas: PAJARITAS DE PAPEL
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