Escribir es, si no la más, una de las armas más poderosa que el ser humano ha creado.
Fíjate bien. Las palabras, las frases, las oraciones que formulas desaparecen en el mismo instante en el que son pronunciadas, arrastradas por un viento impetuoso que no perdona bautizado bajo el nombte de Tiempo. ¿Dónde acabarán todas esas palabras? Cada uno tiene un lugar para ellas.
Escribir puede ser tan poderoso que puede llegar a destruirte. Ni siquiera somos conscientes de lo que tenemos, por el simple hecho de que todo aquello que nos rodea, en su conjunto, supera el poder y la capacidad lógica de la mente.
Pero escribir también puede ser tan poderoso que te enseña cosas sobre tí que no conocías, cosas que estaban guardadas en un recóndito sitio de tu interior. A unos les sale del corazón. A otros, de la cabeza.
No sé que es peor.
Escribir con el corazón puede crear citas tan bonitas, tan perfectas, tan capaces de erizar nuestra piel cuando las leemos que creemos que dicha frase ha sido creada para ti y, a veces, por ti. Pero el corazón tiene la dichosa manía de ignorar el lado bueno de las cosas, y eso significa volverte esclavo de algo que aún no sé definir.
Escribir con la cabeza puede ser aún más destructivo, si cabe, que el poder del corazón. Escribir con la cabeza te obliga a sacar lo peor de tí, te obliga a conocerte a través de lo que expresas. Y créeme, conocerse a uno mismo puede ser increíble, pero si te quedas estancado en el mismo punto una y otra vez es tan letal que pierdes el sentido de la razón y cuestionas todo aquello que te rodea, que tienes.
No sé con qué he escrito esto. Y que así siga.
En honor al legado escrito de los Montoto.
miércoles, 22 de mayo de 2019
lunes, 7 de enero de 2019
domingo, 9 de diciembre de 2018
Tras años de mi primera publicación en este blog, allá por el ya distante y cada vez más lejano 2009, un pequeño José Luis Montoto del Yerro dejaba su primer comentario en este blog, que no ha traído más que excelentes entradas hablando de la maravillosa familia Montoto, recordando anécdotas dignas de libro, momentos familiares que resultaron ser muy acogedores, la pizca de ingenio propia de muchos miembros de esta familia y, por supuesto, escritos para recordar a aquellos y aquellas que Dios quiso a su lado para lo que nosotros fue, demasiado pronto.
Es por eso que hoy acudo aquí, a lo que podría decirse que es el seno familiar para mantenernos en contacto de manera más cercana, lejos de los cada vez más frecuentes grupos de "Whatsapp" y más cerca de aquello que heredamos de tio Pepe y tio Rafael, tios de Güito, mi padre, y que mi abuelo Cesáreo, dios lo tenga en su gloria, continuó escribiendo para nosotros como lo eran las Pajaritas de Papel
Dejando los preámbulos a un lado, querría explicar que la razón por la que hoy doy vida de nuevo a nuestro blog, es para dejar plasmados unos versos que llevaba tiempo queriendo escribir, intentando, al menos, que la gran afición y arte de la escritura que muchos miembros de la familia poseían y poseen, llegando incluso a hacer de esta una profesión para algunos, como para mi primo Nacho,
no quede en el olvido. Aunque no posea la capacidad suficiente para igualar su vocabulario, elocuencia, brillantez y forma de expresión a través de algo difícil de crear como es la buena poesía.
Sin más, os dejo unos pobres versos que me ayudan a expresar lo que siento respecto a la relación con la muerte, tan presente entre nosotros que a veces llegamos a olvidar que está ahí.
Todavía no es la hora
¿Qué es la vida?
Sino un viaje de ida
Sin retorno
Que nunca vuelve a comenzar.
Dama de la guadaña
Calavera pálida,
Siempre te llevas a los más alegres
En tu pompa fúnebre.
Dicto lo que el corazón me dice
Dejando de lado todas las directrices
Contra el folio de papel, mis miedos lancé
Con estos versos, su presencia incendié
A la esperanza yo abracé
La amarga existencia de la vida,
Con palabras endulcé
Arrojando mis miedos contra la pared
Creando algo tan bonito
Que no pude comprender.
Corazón lleno de llagas
Extrae fuerzas para sonreír
No te quedes sin agallas
Para algo peor que la muerte
Como es dejar de sentir.
Hasta aquí llegaría, no es gran cosa pero espero que sirva para, de alguna forma, tener en la memoria a familiares tan queridos que nos han ido dejando a lo largo de los años. Buenas noches Montotos, un beso.
Es por eso que hoy acudo aquí, a lo que podría decirse que es el seno familiar para mantenernos en contacto de manera más cercana, lejos de los cada vez más frecuentes grupos de "Whatsapp" y más cerca de aquello que heredamos de tio Pepe y tio Rafael, tios de Güito, mi padre, y que mi abuelo Cesáreo, dios lo tenga en su gloria, continuó escribiendo para nosotros como lo eran las Pajaritas de Papel
Dejando los preámbulos a un lado, querría explicar que la razón por la que hoy doy vida de nuevo a nuestro blog, es para dejar plasmados unos versos que llevaba tiempo queriendo escribir, intentando, al menos, que la gran afición y arte de la escritura que muchos miembros de la familia poseían y poseen, llegando incluso a hacer de esta una profesión para algunos, como para mi primo Nacho,
no quede en el olvido. Aunque no posea la capacidad suficiente para igualar su vocabulario, elocuencia, brillantez y forma de expresión a través de algo difícil de crear como es la buena poesía.
Sin más, os dejo unos pobres versos que me ayudan a expresar lo que siento respecto a la relación con la muerte, tan presente entre nosotros que a veces llegamos a olvidar que está ahí.
Todavía no es la hora
¿Qué es la vida?
Sino un viaje de ida
Sin retorno
Que nunca vuelve a comenzar.
Dama de la guadaña
Calavera pálida,
Siempre te llevas a los más alegres
En tu pompa fúnebre.
Dicto lo que el corazón me dice
Dejando de lado todas las directrices
Contra el folio de papel, mis miedos lancé
Con estos versos, su presencia incendié
A la esperanza yo abracé
La amarga existencia de la vida,
Con palabras endulcé
Arrojando mis miedos contra la pared
Creando algo tan bonito
Que no pude comprender.
Corazón lleno de llagas
Extrae fuerzas para sonreír
No te quedes sin agallas
Para algo peor que la muerte
Como es dejar de sentir.
Hasta aquí llegaría, no es gran cosa pero espero que sirva para, de alguna forma, tener en la memoria a familiares tan queridos que nos han ido dejando a lo largo de los años. Buenas noches Montotos, un beso.
sábado, 15 de julio de 2017
LA NIÑA QUE SE MURIÓ
Vuelvo a este blog después de tanto tiempo sin escribir, para desentrañar un misterio que nos tenía un poco alborotados en los últimos días.
Todo empezó cuando releímos por watsapp una entrada que hizo tía Conchita el 16 de mayo del 2009, que se llamaba "¡Qué bien se vivía en casa!" (podéis leerla pinchando AQUÍ).
En ella recordaba con unas cariñosas palabras a sus hermanos mayores, entre los que había una niña que murió muy pequeña y que ya hablaba, por lo que debía tener dos o tres años. Era un poco mayor que tío Jesús, pero no sabían su nombre, sólo la conocían por un retrato que había en el salón y por el nombre de "la niña que se murió". Cuando ya eran mayores supieron que ni siquiera era ella la del retrato, aunque lo conservaron —y lo conservan— en lugar preferente de las diferentes viviendas que han ido teniendo las tías, sino que la abuela recuperó un retrato infantil de tío Rafael porque se parecía mucho a esa rubilla que fue la mayor de sus hijas.
Y esos eran los únicos datos. No aparecían referencias suyas en ningún documento, árbol genealógico ni listado, ni sabíamos si había sido enterrada en Lora o en Cádiz, donde residían en esos momentos y donde nacieron los siguientes hijos. Sin embargo, sí que se conocía que había muerto otro hermano, cuando tenía unos meses, que se llamaba Luis, nombre que le pusieron al hijo que nació a continuación.
Tía Tote recurrió al "equipo de investigación" familiar, para ver si podíamos averiguar su nombre, ya que tenía la inquietud de no haber tenido la curiosidad de preguntar nunca por él "y cuando llegue al cielo no voy a saber cómo llamarla".
Pues bien, las pesquisas han dado sus frutos, pero el misterio se ha resuelto sin recurrir a legajos, archivos ni registros civiles. Teníamos la solución más cerca de lo que pensábamos. Hemos conocido el nombre y la historia de esta niña por las palabras del abuelo —una vez más—, que nos la cuenta en una pajarita de papel que escribió en el año 1950. Verdaderamente, las pajaritas del abuelo son una mina para conocer nuestra historia, que es como conocernos mejor. A ver si algún documentalista familiar las va recuperando (¡Jesusito de mi vida! ¡con la de cosas que nos quedan por conocer de nuestra familia, que no se pierdan!)
Queridos primos, tengo el honor de presentaros a MARIQUILLA MONTOTO DE FLORES. Nuestra tía. Por fin tiene nombre "la niña que se murió".
LA NIÑA QUE SE MURIÓ
Hace ya muchos años. Yo tenía una niña que era un encanto. Todos los de la casa estábamos chiflados con ella. Poco más de dos años tenía cuando, en pleno florecer de sus gracias y de sus deliciosas ocurrencias, quiso volar al Cielo. Era la única niña; estaba entre el tercero y el cuarto de los varones. Y siendo sola, no tuvo nunca nombre; era "la niña".
Se fue la niña. Dios la quiso para Él y nada nos quedó sino, con el recuerdo, con el dolor intenso de los padres y el estupor medroso de sus hermanillos, un mechoncito rubio que su madre guardó como reliquia del ángel que voló. Ni retrato teníamos de ella. Pero, ve qué portento: una fotografía había de unos de mis hijos que, por raro fenómeno, en nada se parecía al original y era, en cambio, un retrato fiel de la niña muerta. Se hizo una ampliación de aquel retrato, se colocó en un marco de plata y desde entonces está en lugar preferente de mi sala.
Y aunque todos sabíamos quién era el retratado, fue tal la sugestión del milagroso parecido y fue tal el cariño y el afán que pusimos en que el retrato fuera de la niña, que, desde aquella hora, siempre que hubo que nombrar o referirse al retrato se designó como el de "la niña que se murió".
Su nombre le fue puesto a otra niña que vino unos meses después; por ello, porque el nombre es ya de otra, ella quedó sin él. Ni lo tuvo primero, porque al ser ella sola era sólo "la niña", ni lo tuvo después que se le dio a otra. Y ella siguió siendo "la niña" siempre: "la niña que se murió".
La veo todas las noches; con su boquita fruncida en gracioso mohín, con su pelito rubio, con su tez sonrosada... Desde hace varias noches me parece que sus ojillos vivos me reprochan un pecadillo mío: "Padre —le creo oir—: ¿con tanta "Pajarita", y ni una para mí? ¿Tantas a mis hermanas y a mí ni una tan sola?" Por eso en esta noche he querido evitar el reproche imaginado y hablar un poco de la niña rubia, de aquella encantadora criatura, primera de mis hijas y guía y adalid de las demás.
Verás tú, Mariquilla: a mí se me figura que tú, como mayor, y la chica, que ahora va a profesar en su convento, os habéis constituido como en guía segura de las otras. Tú, que fuiste la primera, te fuiste al Cielo una noche de Enero, abriendo así el camino que las otras deberán de seguir cuando Dios dispusiese. La chica, por seguir tu camino, se ha consagrado a Dios para en su día volar la misma ruta que tú volaste entonces. Y entre las dos, sirviendo tú de guía y la chica como de escolta, como de guardiana, andan las otras cuatro que "emparedadas" entre vosotras dos, no se pueden perder en el camino. La mayor y la chica habéis sido las más aventajadas de la casa. Tú con la felicidad de la facilidad que Dios te dio llamándote tan niña. Ella, con la felicidad de la fuerza que le ha dado el Señor para dejarlo todo por su amor.
Alguna vez pensé que no te estaba bien el nombre que te dábamos. Tú no eres ciertamente la niña que se murió sino la niña que se fue a vivir la Vida verdadera. Y porque estoy en lo cierto, y es de fe, que te fuiste a la Gloria, porque te abrió sus puertas el Bautismo y no perdiste la gracia bautismal: porque estás en la Gloria, "niña que se murió" para vivir, yo te tengo nombrada mi abogada.
Ya ves en dónde tengo tu retrato: la Virgen en el centro, y a los lados estáis tu madre y tú. Yo os veo todas las noches y me figuro que así andáis por allá: en el centro la Virgen, vosotras a su lado gozando y suplicando por nosotros. Y nosotros aquí, tan fuera de sentido y realidad que seguimos con la necia costumbre de designarte por el absurdo nombre de "la niña que se murió". Y no te has muerto, no. Ni para Dios, en cuya Gloria vives, ni para mí, que te tengo tan viva en el recuerdo que has logrado el milagro de que nos olvidemos de que aquel tu retrato no es el tuyo, sino de otro hijo mío que en aquella razón quiso Dios que, en vez de salir él, salieras tú de la cámara oscura por prodigioso arcano.
Hace ya muchos años que una noche como esta del frío Enero vinieron muchos ángeles por tí. Desde entonces te vengo nombrando "la niña que se murió", pero sé que es mentira. Ya ves si no te has muerto, que tu vida es completa. Vives en el recuerdo de tu padre. Y vives en la Gloria del Señor.
José MONTOTO
martes, 31 de enero de 2017
A NACHO MONTOTO, IN MEMORIAM
Vuelvo al blog con una gran pena. Nacho, nuestro poeta
familiar, nos ha dejado con una edad en la que debería estar prohibido morirse. Es
muy difícil aceptar la ausencia definitiva de alguien tan joven, tan activo y con tanto
talento, al que le quedaban más cosas por vivir de las que llevaba vividas. Ha sido una muerte tan
inesperada que nos tiene confundidos, espantados y perplejos.
Lo conocí por casualidad cuando descubrí que
había un montoto por estos mundos del internet que escribía pajaritas de papel, y le escribí para preguntarle (como en la canción): ¿y tú de quién eres?. Porque tenía muy claro que era “uno de los
nuestros”, pero en esta familia tan numerosísima es muy difícil conoceros a
todos, lo cual es una pena porque, a las pruebas me remito, las nuevas generaciones son tan talentosas o más que las que nos precedieron y nos sirven de referencia.
A partir de ese momento mi admiración por él fue en aumento,
y a medida que descubría su talento, su bondad y sobre todo esa manera de ser
tan arrolladora me convertí en su fan número uno. Aprendí de él como una
esponja y mantuve los ojos bien abiertos a todo lo que hacía. Me enseñó a manejarme en las redes, y fue en gran parte artífice y mentor
de este blog. Ayudó a crear este rincón familiar y nos hizo crecer aportando sus textos, sus poemas y su ingenio. Desde aquí nos anunció sus
presentaciones de libros y los actos en los que participaba y a los que no falté mientras pude.
Ahora, nosotros sus mayores, nos sentimos huérfanos. Y yo, por
mi parte, me siento tan en deuda con él que he sentido la necesidad de volver a este rincón que era tan nuestro, después de tanto tiempo sin escribir, para darle las gracias por
habernos dado tanto en tan poco tiempo.
Antes de decidirme a escribir me he dado una vuelta por las entradas que escribió, para leer sus cosas de nuevo, y me ha sorprendido que su última aparición fue un poema llamado “Una herida abierta”, título que podría ser premonitorio de la que deja su ausencia
en esta familia. Acababa así:
Somos, apenas somos,
gotas de lluvia en la
ventana
o un granizo en el
mar.
Oscura nieve derretida
Pues Nacho, con otro fragmento de este poema me despido, ya que tus palabras son más ricas que las mías, pero quiero que sepas allá donde estés, que mientras un montoto viva, vivirás tú en nuestros corazones heridos:
En vano comprendí
que estabas entre los
restos del mundo,
junto al odio que
produce tu ausencia,
presente en pequeños
gestos de amor.
Y lo sabes,
sabes que el sol
brilla
sobre nuestras
cabezas,
pero sabes que no,
no conoce la verdadera
luz,
la claridad del mar
era única en tus ojos.
Busco un día sin fecha
en el que pueda
compartir
mi dote con los
pájaros,
una gavilla de cuerpos
celestes
con los que iluminar
esta desdicha.
**************
Le comenté a Jesús que iba a escribir esta entrada para ver si quería (más bien si podía) escribir algo. Y esta ha sido su contestación, recuperando un texto que Nacho escribió hace tiempo, para que volvamos a releerlo.
Querida Cristina: llevo desde el día que me pedías escribir algo sobre Nacho dando vueltas a mi cabeza, a los libros de ¨Pajaritas¨, buscando donde no hay ni encuentro, donde no puedo incluso ni escribir, ni dedicar nada (sin soltar un llanto y unas lágrimas que me parten el alma) a la despedida de éste ¨Pequeño Gran Hombre¨.
Para mi nunca jamás habrá una despedida, siempre estará presente, poco o nada hay que decir o demostrar para ver como era, como es y como seguirá siendo para mi, y creo que para todos.
Querido Nacho....
Anoche soñé que tío Miguel hacía un portal de Belén con restos de un papel Albal...
Todo ocurrió una madrugada del 24 al 25 de diciembrecuando mi madre llenó de caramelosmis zapatillas de andar por casa, mi padre afinabauna guitarra, que, sin él saberlo, ya comenzaba yo a tocar.
Sucedió cuando mi abuelo Cesáreo recibió mi Carta de Reyes Magos,mientras mi abuela Teresa me daba unos pestiñitos con miely me invitaba a abrir la alacena para tomar turrón de chocolate.
Realmente ocurrió cuando mi Tía Nena se arrancó por unos Campanillerosen una noche de nochebuena.
Yo era muy pequeño y mi memoria ya empezaba a ser un tobogán.
Los caminos del señor son inescrutables, y yo, gaditano de adopción, cordobés de nacimiento y sevillano de sangre, sin quererlo, ni saberlo, probablemente, sin elegirlo, viví mi peculiar cuento de Navidad.
Y sí, curiosamente, ese cuento pasaba por Cádiz, por Córdoba y por Sevilla.No conocí la hoja del lunes, pero recuerdo que el primer lunes, tras Reyes, y tras pasar por Córdoba y Sevilla, mi tía Salud me tenía preparado un regalo, el último que recuerdo fue un juego de Magia Borrás (que luego, una vez crecidito, y por arte de magia familiar, se convirtió, -ese regalo- en billetes de verdad, no del monopoly), Cádiz, para mi Cádiz siempre será nostalgia, ya sea en verano o en navidad, por muchas cosas. En Cádiz dejé los recuerdos de una madre, de un abuelo y en su momento, incluso, de un padre que recuperé en Sevilla. Yo pasaba en Córdoba mis vacaciones de Navidad, y fue de pequeño cuando subí por primera vez a Santa Marina, cuánto me hubiese gustado llegar a conocer a Tío Pepe... y sus pajaritas de papel. Cuánto de Córdoba guardo en mí, cuánto de Cádiz y de mi estancia en Fernández Ladreda, y quién me iba a decir que iba a acabar en Sevilla, bueno, he de reconocer, que yo, en mi fuero interno, sabía que tendría que acabar en Sevilla, porque, y es algo que nadie sabe, yo he tenido la suerte de tener 11 reyes magos, que realmente han sido 13, aunque quiero decir que han sido casi 20, todos los años, hasta hoy, porque la vida es así, y nunca olvidaré los agobios de mi Tío Ignacio, camino del Corte Inglés para comprarnos el regalito navideño, el cariño de mi Tía Nena, el calor de mi Tía Tere, los sabios consejos de mi Tía Mamen, el polinimio de ternura que Rocío, Machús, Pili y Jesús siempre han mostrado conmigo y mi hermana, los paseos que "el güito" nos daba, la magia gaditana de mi tía Salud, las horas y horas de charla con mi Pepa en verano, navidad y siempre (caburrimiento, burrido estoy) y, porque claro, y es algo que quizá no debiéramos olvidar ninguno de nosotros: Los Montoto, en nuestra familia, siempre tiene que ser Navidad. Mi abuelo Cesáreo que más allá de todo lo que sea pueda decir en su honor, si fue algo en esta mundo es un hombre bueno, con mayúsculas, para el que la vida era una continua Navidad, más allá de Setefilla, de Lora, de Cádiz, del flamenco o del Carnaval. Un hombre bueno, Bondad, eso es la navidad: el espíritu navideño, a eso tendría que reducirse nuestra vida, con nuestros defectos y nuestro fallos, con nuestras virtudes, logros y momentos de pena y alegría. Yo no necesito calles que reconozcan quién es un Montoto. Yo no necesito que homenajeen a nadie de mi familia para que me digan lo bueno que fue. Lo único que deseo, y sé que es lo que desearía mi abuelo Cesáreo, mi Tío Pepe, mi Tía Nena, mi abuela Teresa, mi bisabuelo Pepe, mi madre y todos los Montoto que ya no están con nosotros, es que mi familia siempre permanezca unida, porque ahí está el secreto que ha hecho que el apellido Montoto siempre esté en lo más alto, en la bondad de todos y cada uno de nosotros, más allá de Montotadas, blogs, fiestas y demás. Que nunca se nos olvide que eso es el espíritu de la Navidad. Para lo demás ya sabemos todos, para lo demás -como dice el anuncio- ya tenemos la Mastercard. Felices fiestas y feliz año familia.
Todo ocurrió una madrugada del 24 al 25 de diciembrecuando mi madre llenó de caramelosmis zapatillas de andar por casa, mi padre afinabauna guitarra, que, sin él saberlo, ya comenzaba yo a tocar.
Sucedió cuando mi abuelo Cesáreo recibió mi Carta de Reyes Magos,mientras mi abuela Teresa me daba unos pestiñitos con miely me invitaba a abrir la alacena para tomar turrón de chocolate.
Realmente ocurrió cuando mi Tía Nena se arrancó por unos Campanillerosen una noche de nochebuena.
Yo era muy pequeño y mi memoria ya empezaba a ser un tobogán.
JOSE IGNACIO MONTOTO MARISCAL
**************************************
A los que nos quedamos, siempre nos quedará su obra y su recuerdo, y para alimentarlo os dejo un enlace a su blog: PAJARITAS DE PAPEL
Y muchas cosas de las que se han publicado sobre él, entre las que he encontrado este vídeo donde aparece leyendo sus poemas:
También ha habido muchísimas referencias a su muerte en la prensa de todo el país, aquí os dejo los enlaces de algunas de las que he encontrado:
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