No es fácil esto.
Lo que a continuación os transcribo hará que entendáis un poco lo que quiero decir. A lo mejor con ello me conoceréis un poco más. Me siguen pidiendo que escriba, en su día me comprometí yo solo a hacerlo, no lo hago diariamente como él, o ellos, os he dejado de la mano, que no en el olvido, no me siento encadenado a nada, pero si voy, y vengo, además de haberme ausentado por una larga temporada. Vuelvo a casa de nuevo, perdonar mi ausencia. ¡Gracias!
-Lector, ¿qué sabes tú de mí? Nada, absolutamente nada. Crees tomarme el pulso diariamente, penetrar en mi pensamiento de cada mañana, pero nada conoces de los graves problemas que me fatigan al tiempo de escribir y de la poca o ninguna relación que guardan con lo que escribo. Piensas tenerme cerca, siempre en el mismo lugar, inmóvil, encadenado por la firma, sujeto a estas columnas. No sabes que voy, vengo, y me ausento durante largas temporadas.-Extracto de la "Pajarita" El Fuego Sagrado. Publicada por José Montoto De Flores. Año de 1945.
Un día me invitaron a escribir aquí. Nunca creí que pudiera llegar a hacerlo. Empecé con unas pequeñas y escuetas lineas, fueron dirigidas a quien hoy le pediré disculpas. Le siguieron otras tan iguales, como simples y llanas. Lo hice sin saber nada de nada. Lo que hice, lo hice sin saber, sin tener ni idea de que alguien o algunos pudieran un día pedirme que siguiera escribiendo. ¿Qué puede saber alguien que no ha escrito en su vida? ¿Que impulsos son los que pueden hacer que vuelva a intentarlo? ¿Que es, lo que hace que alguien como yo se atreva a redactar lo vivido, lo acontecido en el día de hoy, algo que con inusual atrevimiento, he sido capaz de hacer?.
Llevo con gran orgullo mis Apellidos... Castrillón Montoto Shelly De Flores Huertas González De La Hoyuela... ¿Por qué digo esto? Porque lo que nunca imaginé que haría, lo que nunca jamás hubiera hecho, lo que ni por asomo me hubiera pasado por la cabeza, lo he hecho hoy. No me pesa el nombre, no me pesan los apellidos, no me pesa el que me pidáis que escriba, lo hago encantado, no me pesa llevar, ser, sangre de su sangre, lo llevo a gala, muy a gala, lo llevo para mí, solo para mí. Si sale a colación me crece grande el orgullo, me late fuertemente el corazón al decir: ¡Soy nieto de Don José Montoto González de la Hoyuela!. Sin embargo hoy me pesa algo, me pesa haber sido capaz de usar su nombre para conseguir entrar en la que fue su Casa de Hermandad, la casa que le otorgó el titulo de Hermano Mayor a Perpetuidad.. La Carretería.
¡Semana Santa, agua y más agua! El tiempo no acompaña. Cofradías que se quedan en sus Iglesias, lágrimas que se derraman, lágrimas que van cayendo desde los ojos de tantos y tantos Hermanos. Tristeza en sus corazones.
¡Viernes Santo! Las palabras no valen para saber lo que se siente, no sé como explicaros la ilusión de un chiquillo de corta edad, biznieto de don José, después de no haber salido el día anterior a hacer Estación de Penitencia con su Hermandad a causa de la lluvia, después de no haber visto, vivido, el procesionar de otras Hermandades. Cómo explicar que no era sólo este chiquillo. Quien puede comprender que este nieto de don José, de la mano de este chiquitín, tuvo el atrevimiento de no hacer cola para pasar a ver las Imagenes de esta Hermandad de la Carretería que se quedaron en su Capilla por la misma causa.
En la misma puerta de la Capilla, de la mano de este chaval de ocho añitos, dispuestos a entrar a pesar de la cola, pero... Este, su tío, que le supera en estatura, más no lo supera mucho en edad, (creo que tendré interiormente unos ocho añitos más que él) no puede hacer las cosas como debieran hacerse. Bastaba con ponerse en la cola y esperar nuestro turno como todo el mundo hacía. Había otra forma de entrar, y no se me ocurrió alguna mejor ¡Cómo no, Jesús, donde quiera que vas!
Vereis, por la misma puerta pero en sentido contrario, justo por donde salen los que ya han visitado la Capilla, veo que entran diez o doce personas, no se me ocurre otra cosa que decirle a mi compañero de travesura ¡Métete detrás de ellos! ¡Allá vamos! Pero he aquí la gran sorpresa, tanto para mí, como para el señor que nos impide el paso. Seguidamente a la afirmación de este señor: ¡Por aquí no se puede pasar! Respondo: ¿Por qué ellos sí y nosotros no? Sentencia con voz firme de nuevo: ¡Ellos son hermanos! Sin saber el porque, sin querer, me sale esta frase: ¡Yo soy nieto de Don José Montoto y González de la Hoyuela! Os aseguro que la cara de sorpresa que puso este señor fue muy significativa, pero no lo fue más que la mía al escuchar: ¡Y yo, pertenecí a su Junta de Gobierno! ¿Por qué no lo has dicho antes? -Aquí, justo aquí, es donde debo pedirte disculpas por el atrevimiento al usar tu nombre en esta situación creada solo por mí, no debí hacerlo Abuelo, pero soy así, imprevisible, es inevitable en mí. ¡Lo siento!
¡Pasar!. Este fue el salvoconducto que automáticamente nos llevó a los pies de Nuestro Santísimo Cristo de la Salud, María Santísima de la Luz, y de Nuestra Señora del Mayor Dolor en Su Soledad.
Entraba por primera vez en la que fue tu Casa de Hermandad durante tantos años, entraba por primera vez en la Hermandad que te nombró su Hermano Mayor a Perpetuidad, y no lo pude hacer de manera peor, pero ese sentimiento que recorrió mi cuerpo, mi mente y mi corazón no podía haberlo sentido de otra forma que no hubiera sido esta, no podía haber imaginado jamás el peso de tu paso por esta Hermandad tantos años después.
Tu nombre sigue teniendo ese peso tan difícil de llevar, tan duro de cargar sobre unos hombros como los míos. Difícil para un nieto tuyo que tiene esta forma de ser tan atolondrada como irrespetuosa a veces, pero te puedo asegurar que no hay nada que me haga sentir más orgulloso, te puedo prometer que no alardeo de ello, pero te puedo asegurar también la gran satisfacción que me produjo este suceso acaecido en esta lluviosa tarde de Viernes Santo en la que fui de la mano de un biznieto tuyo a visitar tu antigua Casa de Hermandad, en la que esta pequeña travesura de hombretón que sigue teniendo en su interior la edad de su sobrino, fue capaz de cometer, donde menos lo debió hacer.
Ahora, sólo ahora, después de disculparme por mi comportamiento, puedo hacer lo que a petición de otro nieto tuyo, debo, que no quiere decir que pueda, pero quiero hacer.
Esto que hago. Lo que he hecho. Arrepentido, quiero escribir y contar lo vivido sin querer.
No es Pesadumbre Abuelo, aprenderé y sabré llevar a gala tu nombre. No me pesa lo hecho, me causa inmenso placer saber que el paso del tiempo no ha conseguido borrar tu nombre, sigue estando presente, muy presente, sobre todo en esta tu Casa de Hermandad. Lo he podido comprobar.
PESADUMBRE DEL NOMBRE
Pocas cosas hay que pesen como el nombre. Porque es tanto su peso, hay tantos hombres que, sin fuerzas para ostentarlo enhiesto, lo arrastran malamente. Entre todas las herencias que pueden recibirse, ninguna tan difícil de administrar como la del nombre ilustre que nos legara un padre.
Administrar bien los bienes de fortuna, ni es fácil ni está en ti tener acierto. Para obviar este mal, se inventaron lo vínculos y mayorazgos, con lo que, al menos el primogénito, conservaría el lustre famíliar.
Esto era en lo económico; pero, ¿y en lo otro? ¿Podía ser fácil administrar la gloria y el honor, mostrándose a toda hora en tesitura y posición de príncipe? ¡Ay, qué difícil es! No ya por ser bueno ni malo, sino por saber ser señor, que es arte tan difícil, que en el empeño fracasan muchas veces personas que descienden de casas nobilísimas, mientras en ocasiones se conducen con gentil señorío los que nunca tuvieron abuelos tan ilustres.
Se puede ser , y se ve por ahí quien no es mala persona, pero que dista mucho de lo que es ser señor. Estos tales, valiera más que no hiciesen mostración ostentosa de sus nobles abuelos, porque con ello nada ganan, antes pierden, al comparar la altura de que vienen y el ridículo alcor en que se empinan. Porque en cuestión de altura hay dos maneras. Ser alto, encontrarse elevado por méritos, es una; la otra es empinarse, en ridícula pugna, queriendo aparentar una estatura a la que no se llega de verdad.
El grande es como el sol. Puede estar cuando nace a ras de tierra; puede estar a la altura discreta de la media mañana o de la media tarde; puede estar en el cenit, a la hora histórica del apogeo de su casa y estirpe, tan alto como el sol a mediodía. Y puede estar en el declinar de la tarde, tocando los picachos de los montes o hundiéndose en la tierra de la llanura parda. Pero siempre, a la altura de la hora en que esté, le corresponde estar con la grandeza y con la dignidad del astro rey.
No es exigible a nadie que sostenga la tesitura de la nota aguda que diera el fundador de su linaje en la hora precisa de su aria, como al sol le sería imposible sostenerse por siempre a la altura de las doce del día. Ni ha de estar en heroico, ni en poderoso si Dios dispuso privarle de los bienes o méritos que tuvieron los suyos de otra edad.
Lo que sí es necesario es que esté a todas horas "en señor". que en lugar de alabarse de que tuvo un abuelo heroico e ilustre, sea digno de él en el afán diario de la vida. Que en lugar de decir con modo impertinente "yo vengo de Fulano", y creerse por ello redimido de toda obligación, piense en cada momento y contingencia: ¿qué haría, cómo actuaría mi abuelo en este caso, en esta más modesta posición en que me colocó la vida? El ser nieto de alguien no redime de nada. Antes, obliga mucho. Por eso es tan difícil administrar la herencia de un buen nombre. Porque muchos, deslumbrados por proclamar "yo vengo de Fulano", se olvida de decir y practicar en muchas contingencias de la vida: "yo haré de este modo porque así lo haría él; porque no en balde soy nieto de Fulano".
En aplicar esta sencilla regla está todo el secreto de la sabia y honesta, a la vez que difícil, administración del brillo de la estirpe que, debiendo ser norma, acicate y estímulo, lo convierten algunos en origen de un sueño impertinente; porque sueñan que son lo que no son, y se comportan como no corresponde a lo que quieren ser.
JOSÉ MONTOTO
PD: ¡Domingo de Resurreción!. Aprovechando el día y en términos taurinos, me voy a tomar la libertad de dedicarle este escrito a quien me animó a hacerlo... ¡Va por ti Ignacio! ¡Gracias por animarme! ¡Porque tú, sí que sabes estar cuando, donde, y cómo hay que estar!