Ya no hay dolor, ya no hay miedo, ya no hay sufrimiento
Ahora, con tus pinceles, el cielo se llenará de color
Una corte de ángeles celestiales ha venido a tu encuentro
María Santísima de Setefilla ha iluminado tu camino
Tus padres, Tus Hermanos, Tío Miguel... Estaban esperando
Paciente ha sido la espera, cuán hermoso ha de ser tu destino
Subir al cielo con los tuyos, de la mano de nuestra "Madre María"
Fe ciega tengo en que ella ha esperado para acompañarte este día
Lo creo porque así lo dejó escrito Tu Padre, y a buen seguro le habrá sido concedido.
Nombrada por él, abogada para vivir "La Niña Que Se Murió"
Entre ella como mayor, que voló la primera hasta el cielo iniciando el camino
Constituida en guía, emparedando a las otras cuatro entre ella y la chica, consagrada a Dios
Que en su día hará la misma ruta, sirviendoles de escolta, a las demás
Por lo que nunca se perderán.
No tengo duda alguna de que tus hermanas han bajado desde el cielo para hacer contigo el camino
Para guiarte, acompañarte, apaciguar tu dolor, que no hubiera equívoco alguno en el destino.
Espero de todo corazón que apacible, luminoso y dulce haya sido el recorrido.
Ya estás en el cielo, ya estás de nuevo con los tuyos, ahora nosotros, de nuevo a esperar la luz.
Descansa en Paz Tía Salud. Rezaremos por tí todos los que te queremos.
martes, 27 de noviembre de 2012
lunes, 15 de octubre de 2012
DISCURSO DE NATALIA
María José y Alberto, Enhorabuena,
Mis hermanos Ricardo y Álvaro y yo, estamos muy felices de estar aquí reunidos compartiendo este día tan especial con todos vosotros, y con los que han venido a protagonizar la que se ha convertido en la boda del año. Como suele ser común en los discursos de boda, me gustaría poder contar que estuve presente cuando os conocísteis, que disfruté de vuestras primeras miradas o que compartí con vosotros innumerables ocasiones. Sin embargo, y como ya sabréis, yo no estaba presente en ninguno de esos momentos. Así que hoy he decido que quiero hablar de lo que no vi. Quiero hablar de un cambio tan grande que pude percibir a kilómetros de distancia, en su tono de voz al otro lado del teléfono, en sus mensajes cargados de positividad, en una visita fugaz de una intensidad indescriptible, quiero hablar de la alegría permanente de mi madre y de la calidez de Alberto. Mis breves contactos con vosotros ya fueron suficientes para comprender que este momento llegaría, y llegaría además, con todo el apoyo y felicidad compartida por la familia y amigos. Quiero agradeceros que aun estando tan lejos, nos hayáis sabido transmitir vuestro amor mutuo y respeto, haciendo que mis hermanos y yo depositemos plena confianza y disfrutemos hoy de vuestra unión tanto como vosotros.
Dicho esto, quiero contaros una breve historia:
Hace ya mucho tiempo una niña emprendió un gran viaje. Esta niña no sabía cuál era el destino que le aguardaba, pero guiada por su intuición esto nunca le freno para seguir adelante. Este camino no fue fácil, tuvo que deshacerse de esquemas y convencionalismos, tuvo que aprender y des-aprender, crecer y reinventarse, tanto que fue capaz de volver a nacer, con nuevas aspiraciones, sueños e infinitas ganas de vivir. Mamá, te admiro, porque a ti no te hicieron falta estudios de posgrado, viajar a China, o entenderte en más idiomas que el tuyo propio, ese idioma de lucha y superación que muy poca gente habla, forjando un camino de libertad que es el mejor regalo que una madre puede hacer a sus hijos.
Alberto, muchas gracias por hacer posible, comprender y compartir con ella y con nosotros este camino.
Vivan los novios!
sábado, 13 de octubre de 2012
La Boda Del Año
Quería empezar esta pequeña perorata (espero que no lo sea) de la siguiente forma: ¡Queridísima y afectísima María José!… ¡Alberto! Lo comento a sabiendas que me lloverán críticas, duras miradas, tampoco faltarán los desaires, y algunos aspavientos, por lo desajustado y desequilibrado en la forma y modo del tratamiento. Más no es lo que quiero, deseo hacer, ni es lo que siento, ni ¡Por supuesto!... ¡Es lo que mereces! Pero, querido Alberto, según reza un dicho tan cierto como ajustado, por lo que entraña y en el queda reflejado, repetido y tantísimas veces escuchado “el roce, es el que hace el cariño” a María José la vengo rozando desde que era un niño, pero nosotros dos, querido Alberto, nos llevamos rozando hace unos escasos… ¿4 meses? Más no por eso he de quererte menos, tampoco por lo transcurrido en el tiempo que hace que nos rozamos, siendo el mismo un escaso y corto verano, pues a partir de hoy he de considerar que gracias a ella, gracias a ti, gracias a esta unión, no sólo hemos de tratarnos como cuñados, deseo y sinceramente pienso que he ganado otro Hermano.
Hoy estamos aquí todos para celebrar este vuestro día, día que por ser en el que confirmáis vuestra unión en matrimonio, todos, absolutamente todos deseamos que sea pleno de felicidad. Cabe de todas formas y me vais a permitir que pueda y quiera recordar. No está de más recordar esas ausencias, acordarnos de esas personas que aún queriendo vosotros que nos acompañaran en este día, aún siendo vuestra propia voluntad tenerlos entre nosotros, estando además segurísimo que es también la de todos los que aquí estamos. Personas que añoramos y que sin remedio echaremos en falta, sin remedio, todos, absolutamente todos, en algún, o algunos momentos de este maravilloso día, de ellos nos vamos a acordar. Personas que siempre están en nuestro pensamiento y en nuestros corazones.
Se me antojan varios los motivos por los que estas queridas personas hoy no nos pueden acompañar, sólo tres voy a nombrar, no por justificar, si porque creo son los verdaderos motivos que no nos permiten que hoy podamos disfrutar de su compañía, de sus besos, de sus abrazos, de sus sonrisas…
Uno de estos motivos creo que es, e imagino que todos pensareis al igual que yo… “La Cosa”. Me explico: por todos es sabido, todos estamos viviendo unos momentos difíciles, muy difíciles, cómo serán estos momentos que en muchos bares de Sevilla y Cádiz, ¡Por ejemplo! hay carteles que rezan de esta forma: “Queda terminantemente prohibido hablar de… “La Cosa”. Fijaros en las conversaciones, frases, expresiones y saludos que se llevan a cabo en estos consabidos momentos y que se están haciendo típicos. Frases que hacen ver el buen humor con que el que intentamos capear el temporal que se nos ha venido encima, y no solo en bares, en la calle también se pueden escuchar algo así: ¿Que pasa quillo, cómo va la cosa? ¡Ojú, la cosa va fatal! ¡La cosa está chunga! ¡Como la cosa siga así, no sé qué va a pasar! ¡No está la cosa para fiestas! ¡Fíjate si está mala la cosa, que tengo un niño apadrinado en África y en vez de mandarle dinero yo al niño, es él quien me lo tiene que mandar! En fin, no quiero decir con esto, ni deseo que “la cosa” pase siquiera cerca de vuestro hogar, que se mantenga alejada, muy alejada, pero la verdad es, que “la cosa” está muy fastidiá.
Otro de estos motivos puede ser, será, el laboral. Creo que también se puede decir que algunas de estas personas queridas no pueden estar hoy aquí por tener que trabajar, así que digo con cierta seguridad que de su compañía no podemos disfrutar por ese motivo. Buen motivo este, dicho sea de paso, no nos llevemos a engaños, porque para los tiempos que corren a más de dos y más de tres les gustaría decir… ¡Ay, no sabes cuánto me gustaría, pero no puedo ir porque tengo que trabajar!
El tercer motivo que he querido, que quiero comentar, es el que al final todo lo viene a justificar, es quizás el más doloroso, el más real, el más emotivo y triste, a la vez que es el más grande y triunfal. Es el motivo de nuestra búsqueda existencial, de nuestra fe, de nuestros ruegos y oraciones, de nuestra lucha vital, es el del triunfo en nuestra batalla final, es el de subir con ellos al más allá, donde todo es perdurable, donde todo es luz y claridad, donde ya no hay final. No es este otro motivo que “El Celestial”. Se perfectamente porque así lo creemos que ellos desde el cielo nos estarán viendo, se que una imperceptible y suave luz nos proyectará, nos dibujará, nos hará ver de nuevo esa sonrisa, “la inefable sonrisa” que todos tenemos grabada y guardada en nuestro interior.
Bueno dejemos lo emotivo, lo sentimental, pasemos de nuevo a la alegría, a la felicidad. Con vuestro permiso María José y Alberto. María José, hace unos días me pedías que escribiera algo para hoy, para leerlo en este día, y dije… ¡lo haré! Solo puse una pequeña condición que podemos interpretar de modo simpático, lo que te dije se puede contar más o menos de esta forma: ¡Vale, pero has de saber que me llamo Llón, Castri llón y quiero licencia para escribir, reír, emocionar, contar y chismorrear! Me diste carta blanca y de ello me voy a aprovechar, así que daré la agradable noticia del próximo acontecimiento que se celebrará… nacimiento y bautismo, todo a la par. Ahora todos os estaréis preguntando, exclamando… ¿Cómo? ¿Qué? ¿Que está diciendo esta chiquillo? ¡Eso como puede ser, por Dios! ¡Este Jesús, está loco! ¡Eso es una mamarrachá, otra tontería típica de él! ¡No, no, esperad un momento que lo voy a aclarar! El día que mi hermana me pedía escribir esto que hoy escribo, yo le decía: ¡María José, esto que me pides es muy difícil! ¡Que no niño, tú déjate guiar por abuelo, verás cómo te sale fácil! ¡Te saldrá igual que a él, tú lo sabes hacer! ¡Veras como te sale algo bonito! Eso no es lo fácil querida María José, eso es lo más difícil que me puedes pedir, yo eso no lo podría hacer, ni siquiera intentar, puede salir bonito, pero en nada me podría parecer a él, ya quisiera poder escribir de mi puño y letra, de mi cabeza, de mi inventiva, tan solo, fíjate lo que te digo, tan solo el comienzo de una “Pajarita de papel” esto nunca lo haré, ni lo intentaré. Jamás podré tener la sutileza, la suavidad, la categoría, la impronta apasionada, el cariño con que impregnaba e imprimía tecleando con su máquina de escribir sobre un trozo de papel, el amor que ponía en todas sus “Pajaritas de Papel”. Pero podemos hacer otra cosa. Ahora entenderéis lo del nacimiento y bautizo. Si él estuviera aquí me animaría a hacerlo, me diría: ¡Niño ven para acá, venga vamos a dar nacimiento y vamos a bautizar tus escritos! Y con su sentido del humor acompañado del mío, entre los dos diríamos… como buen cateto que eres, un poco más bruto, un poco (mucho) más tosco, atendiendo a tus apellidos, como tu Tío Luís dijo en cierta ocasión, como buen Montoto que eres, pero en el apellido segundón, vamos a darle un material más acorde a lo que escribes, eso sí, con la mejor intención, así que le damos hoy el nacimiento, y las vamos a bautizar como “Pajaritas de Cartón” ¿Te parece esto mejor? ¡Claro abuelo, claro que me parece muchísimo mejor! ¡Ea! Pues ya podéis salir de vuestro asombro que el nacimiento y bautizo no era más que esta paparrucha que me he inventado, para intentar terminar con una sonrisa, no era lo que imaginabais, ¡No por favor! Esto será lo que habrá pensado mi hermana María José y ¡Por supuesto! Mi nuevo hermano, Alberto.
Gracias a los dos por haberme dado esta oportunidad de expresarme en este vuestro día. Os deseo que en esta nueva singladura que comenzáis todo sean vientos suaves y favorables meteorológicamente hablando, (Mariano Medina lo diría de este modo) ¡Esperemos que el huracán Mari al unirse al anticiclón Alberto y toque tierra se convierta en tormenta tropical, que amaine el temporal, para que esos vientos suaves os lleven a buen puerto, que sea lo más larga y apacible y que Dios Nuestro Señor y La Virgen os acompañen siempre en vuestro viaje! Gracias a todos los demás por aguantarme, por vuestra infinita paciencia y vuestra bondad, Gracias a todos, de corazón.
Hoy estamos aquí todos para celebrar este vuestro día, día que por ser en el que confirmáis vuestra unión en matrimonio, todos, absolutamente todos deseamos que sea pleno de felicidad. Cabe de todas formas y me vais a permitir que pueda y quiera recordar. No está de más recordar esas ausencias, acordarnos de esas personas que aún queriendo vosotros que nos acompañaran en este día, aún siendo vuestra propia voluntad tenerlos entre nosotros, estando además segurísimo que es también la de todos los que aquí estamos. Personas que añoramos y que sin remedio echaremos en falta, sin remedio, todos, absolutamente todos, en algún, o algunos momentos de este maravilloso día, de ellos nos vamos a acordar. Personas que siempre están en nuestro pensamiento y en nuestros corazones.
Se me antojan varios los motivos por los que estas queridas personas hoy no nos pueden acompañar, sólo tres voy a nombrar, no por justificar, si porque creo son los verdaderos motivos que no nos permiten que hoy podamos disfrutar de su compañía, de sus besos, de sus abrazos, de sus sonrisas…
Uno de estos motivos creo que es, e imagino que todos pensareis al igual que yo… “La Cosa”. Me explico: por todos es sabido, todos estamos viviendo unos momentos difíciles, muy difíciles, cómo serán estos momentos que en muchos bares de Sevilla y Cádiz, ¡Por ejemplo! hay carteles que rezan de esta forma: “Queda terminantemente prohibido hablar de… “La Cosa”. Fijaros en las conversaciones, frases, expresiones y saludos que se llevan a cabo en estos consabidos momentos y que se están haciendo típicos. Frases que hacen ver el buen humor con que el que intentamos capear el temporal que se nos ha venido encima, y no solo en bares, en la calle también se pueden escuchar algo así: ¿Que pasa quillo, cómo va la cosa? ¡Ojú, la cosa va fatal! ¡La cosa está chunga! ¡Como la cosa siga así, no sé qué va a pasar! ¡No está la cosa para fiestas! ¡Fíjate si está mala la cosa, que tengo un niño apadrinado en África y en vez de mandarle dinero yo al niño, es él quien me lo tiene que mandar! En fin, no quiero decir con esto, ni deseo que “la cosa” pase siquiera cerca de vuestro hogar, que se mantenga alejada, muy alejada, pero la verdad es, que “la cosa” está muy fastidiá.
Otro de estos motivos puede ser, será, el laboral. Creo que también se puede decir que algunas de estas personas queridas no pueden estar hoy aquí por tener que trabajar, así que digo con cierta seguridad que de su compañía no podemos disfrutar por ese motivo. Buen motivo este, dicho sea de paso, no nos llevemos a engaños, porque para los tiempos que corren a más de dos y más de tres les gustaría decir… ¡Ay, no sabes cuánto me gustaría, pero no puedo ir porque tengo que trabajar!
El tercer motivo que he querido, que quiero comentar, es el que al final todo lo viene a justificar, es quizás el más doloroso, el más real, el más emotivo y triste, a la vez que es el más grande y triunfal. Es el motivo de nuestra búsqueda existencial, de nuestra fe, de nuestros ruegos y oraciones, de nuestra lucha vital, es el del triunfo en nuestra batalla final, es el de subir con ellos al más allá, donde todo es perdurable, donde todo es luz y claridad, donde ya no hay final. No es este otro motivo que “El Celestial”. Se perfectamente porque así lo creemos que ellos desde el cielo nos estarán viendo, se que una imperceptible y suave luz nos proyectará, nos dibujará, nos hará ver de nuevo esa sonrisa, “la inefable sonrisa” que todos tenemos grabada y guardada en nuestro interior.
Bueno dejemos lo emotivo, lo sentimental, pasemos de nuevo a la alegría, a la felicidad. Con vuestro permiso María José y Alberto. María José, hace unos días me pedías que escribiera algo para hoy, para leerlo en este día, y dije… ¡lo haré! Solo puse una pequeña condición que podemos interpretar de modo simpático, lo que te dije se puede contar más o menos de esta forma: ¡Vale, pero has de saber que me llamo Llón, Castri llón y quiero licencia para escribir, reír, emocionar, contar y chismorrear! Me diste carta blanca y de ello me voy a aprovechar, así que daré la agradable noticia del próximo acontecimiento que se celebrará… nacimiento y bautismo, todo a la par. Ahora todos os estaréis preguntando, exclamando… ¿Cómo? ¿Qué? ¿Que está diciendo esta chiquillo? ¡Eso como puede ser, por Dios! ¡Este Jesús, está loco! ¡Eso es una mamarrachá, otra tontería típica de él! ¡No, no, esperad un momento que lo voy a aclarar! El día que mi hermana me pedía escribir esto que hoy escribo, yo le decía: ¡María José, esto que me pides es muy difícil! ¡Que no niño, tú déjate guiar por abuelo, verás cómo te sale fácil! ¡Te saldrá igual que a él, tú lo sabes hacer! ¡Veras como te sale algo bonito! Eso no es lo fácil querida María José, eso es lo más difícil que me puedes pedir, yo eso no lo podría hacer, ni siquiera intentar, puede salir bonito, pero en nada me podría parecer a él, ya quisiera poder escribir de mi puño y letra, de mi cabeza, de mi inventiva, tan solo, fíjate lo que te digo, tan solo el comienzo de una “Pajarita de papel” esto nunca lo haré, ni lo intentaré. Jamás podré tener la sutileza, la suavidad, la categoría, la impronta apasionada, el cariño con que impregnaba e imprimía tecleando con su máquina de escribir sobre un trozo de papel, el amor que ponía en todas sus “Pajaritas de Papel”. Pero podemos hacer otra cosa. Ahora entenderéis lo del nacimiento y bautizo. Si él estuviera aquí me animaría a hacerlo, me diría: ¡Niño ven para acá, venga vamos a dar nacimiento y vamos a bautizar tus escritos! Y con su sentido del humor acompañado del mío, entre los dos diríamos… como buen cateto que eres, un poco más bruto, un poco (mucho) más tosco, atendiendo a tus apellidos, como tu Tío Luís dijo en cierta ocasión, como buen Montoto que eres, pero en el apellido segundón, vamos a darle un material más acorde a lo que escribes, eso sí, con la mejor intención, así que le damos hoy el nacimiento, y las vamos a bautizar como “Pajaritas de Cartón” ¿Te parece esto mejor? ¡Claro abuelo, claro que me parece muchísimo mejor! ¡Ea! Pues ya podéis salir de vuestro asombro que el nacimiento y bautizo no era más que esta paparrucha que me he inventado, para intentar terminar con una sonrisa, no era lo que imaginabais, ¡No por favor! Esto será lo que habrá pensado mi hermana María José y ¡Por supuesto! Mi nuevo hermano, Alberto.
Gracias a los dos por haberme dado esta oportunidad de expresarme en este vuestro día. Os deseo que en esta nueva singladura que comenzáis todo sean vientos suaves y favorables meteorológicamente hablando, (Mariano Medina lo diría de este modo) ¡Esperemos que el huracán Mari al unirse al anticiclón Alberto y toque tierra se convierta en tormenta tropical, que amaine el temporal, para que esos vientos suaves os lleven a buen puerto, que sea lo más larga y apacible y que Dios Nuestro Señor y La Virgen os acompañen siempre en vuestro viaje! Gracias a todos los demás por aguantarme, por vuestra infinita paciencia y vuestra bondad, Gracias a todos, de corazón.
lunes, 1 de octubre de 2012
UN SOLO INSTANTE
Llevo un tiempo queriendo escribir sobre esto. Lo que quiero narrar es lo vivido en un corto espacio de tiempo… ¡Un solo instante! ¿En cuánto tiempo se puede calcular, medir, un solo instante? El tiempo lo medimos en segundos, minutos, horas, días, meses, años…
El tiempo que llevaba queriendo ir a visitar y hablar de nuevo con mi Madre Celestial lo mediré en días y meses, quizás un año, quizás algo más, no lo sé, no lo puedo decir porque se venía planeando desde muy atrás. Cabría pensar que se empezó a fraguar el día 7 de Septiembre de 1962 y que se cumpliera mucho antes, puede que un par de años después (es mi parecer, por la foto que adjunto) ¿quizás el día 8 de Septiembre de 1964? O, a lo mejor es, un… ¿Cumpleaños de abuelo? ¡Mi madre lo podrá decir! Aunque en ese encuentro solo nos vimos, no hablamos siquiera, solamente fuimos presentados.
Ahora, unos cuantos años más tarde, después de algunas visitas a su “Casa” en Lora y en Setefilla, después de haber caminado junto a Ella, desde el Pueblo a su Ermita, desde la Ermita a su Pueblo. Quizás después de estar toda una noche con Tío Cesáreo, Velándola en su Iglesia de Lora antes de emprender el camino a su Ermita al día siguiente, de otras tantas visitas y de largas charlas con Ella, a diario. Ahora, pasados esos “cuantos años”, había algo más en mi interior que quería forzar el ir en su busca para hablar frente a frente. Se mostraba cada vez más cercana dicha reunión, habían pasado bastantes años desde ese día 7 de Septiembre de 1962 y serían 50 los transcurridos hasta este día 8 de Septiembre de 2012, ya estaba, como digo “todo planeado”.
Estas son algunas de esas razones por las que deseaba tanto ese encuentro, pero una más poderosa y muchísimo más triste me empujaba fuerte, muy fuerte, para llevarlo a cabo. Ultimo día de Abril, primer día de Mayo, penoso suceso para marcar en nuestro calendario familiar en la que otra Madre nos dejaba para ir a su encuentro también, aunque un encuentro mucho más Grandioso, Sublime, Glorioso, pero nuestra “Madrecita” se quedaría a su lado, ya no volvería para estar entre nosotros físicamente, cosa que no ocurrirá espiritualmente, porque siempre estará en nuestros corazones. Los días se hicieron más largos aún, si cabe la capacidad para alargar los días, que solo disponen de 24 horas. Esta es la ¿justa? medida impuesta por el hombre para marcar el paso del tiempo, ¿las horas? ¡En momentos así se hacen muy duras el paso de las mismas! Esos meses se tornaron mucho más dilatados en su tiempo, deseaba que pasaran lo antes posible, quizás por eso, este instante del que hablaré se me mostró eterno. Fueron unos segundos, pero pasaron tantas cosas por mi cabeza en ese corto espacio de tiempo que es imposible su medida, su emotividad e intensidad. Solo La Virgen, y yo, lo sabemos.
Llegado el día 7 de septiembre de 2012 se cumplió el cincuentenario del ingreso en La Hermandad Nuestra Señora María Santísima de Setefilla de este que escribe. 50 años habían pasado desde que Abuelo nos presentó como Madre e hijo, al igual que lo fue haciendo con todos sus nietos. Los nervios de ese día no solo se mostraban por el cumpleaños en sí, al día siguiente iría a su Casa a encontrarme con Ella, con nuestra Madre, con “La Virgen”, esta era en realidad la verdadera causa de los nervios y la emoción, la razón por la cual en la víspera de dicho acontecimiento no se descansara como se debiera descansar, el sueño fue ligero.
Llegados a este punto del relato quiero contar con la inestimable ayuda de D. José, yo podría contaros lo que es el transcurso de la Procesión, como desde “La Levantá” hasta su nueva entrada en La Ermita, El Pueblo de Lora, sus Hijos, llevan a su Madre en volandas en torno a la misma, con el fervor, la pasión y la emoción que Lora del Río pone en el día más grande para ellos, El Día De La Virgen. No lo haré, y busco donde lo busco todo, donde lo encuentro todo, abro la jaula y dejo salir una de esas “Pajaritas” para que vuelva a volar de nuevo, un trayecto corto, pero intenso.
Dos fechas cumbre tiene Andalucía, y las dos en estío, cuando el sol brilla más y es su luz cegadora, y los días se ofrecen más alegres como en desbordamiento de un júbilo del todo celestial.
Una fecha es el día de la Asunción, cuando se conmemora la subida a los cielos de la excelsa Señora, que en cuerpo y alma tomaba posesión del trono que su Hijo y su Padre y su Esposo –la Trinidad augusta- le tenían destinado. La otra fecha es la de hoy. Así como en la Asunción conmemoramos su llegada a los cielos, en la Natividad conmemoramos el día felicísimo de su arribo a la tierra, a la que había de regalar después a su Divino Hijo en el plan admirable de nuestra redención.
Y Andalucía celebra estas dos fiestas con doble brillantez: la del boato de solemnes cultos, y la de esa manera clamorosa, entusiasta tan propia de esta tierra en la que es tan sencillo hacer que se desborde el corazón.
Por la Virgen de agosto y ahora en la de septiembre, ¿Qué pueblo hay que no vibre de fervor? Se llaman nuestras Vírgenes con los nombres más bellos; se celebran los cultos con máximo esplendor y no hay ciudad ni pueblo en donde Ella no reine.
Hoy es en Lora el día de Setefilla. Hoy van al santuario millares de devotos. Hoy sale la más bella procesión por lo alto de la sierra, ni hay filas, ni hay organización posible. Hay un santo barullo, y eso es todo. La gente se aglomera en derredor del “paso” de la Virgen, un triunfo cuesta alzarla, otro no chico atravesar el templo, un problema sacarla al exterior, y entre llantos y vítores y piropos y rezos, los unos tropezando y los otros cayendo, entre un gentío del todo impresionante, bajo el ardor del sol y el ardor que en las almas pone el fuego bendito del amor, va la augusta Señora hecha un sol de riqueza el oro y pedrería que la adorna, y hecha un sol de hermosura la belleza inefable de su hechicera faz.
Hoy sale en procesión en muchos sitios. Con nombres muy diversos, pero Ella es sólo una: es la Virgen María. Por eso a mí me agrada que en mi pueblo la nombren sin nombrarla. Aquí dicen “La Virgen” nada más. El título más lindo y el que dice mejor su condición: Virgen pura y sin mancha. Madre y Virgen a la par. Es Ella la pureza, la inocencia, el candor virginal.
¡Bien sabe Andalucía escoger patronato! Ya ves si bien lo supo, que se hizo proverbial decir de Ella que era “la tierra de María Santísima”. De la misma manera que mi pueblo es por su devoción y por su condición y por sus amores íntimos y férvidos, “el pueblo de la Virgen”.
Que Ella te guarde a ti, lector amigo, y de mi no se olvide.
Había otras “Pajaritas” donde se puede intuir un poco mejor lo que es el “santo barullo” al que nos referimos los dos, pero ésta me ha parecido más cariñosa, más de “su pueblo”, además de ser más acorde y más parecida a lo que ya tenía escrito, por algunas de las palabras y expresiones usadas por mi (debe ser por tanto leerlas).
Bueno, vamos a centrarnos en el día en cuestión. Todos sabéis, tanto por lo leído como por haberlo vivido en directo, que el “santo barullo” se torna en un gran tumulto “ordenado” todo tiene su momento, y el desorden y la algarada aún siendo grandes, están controladas por todos los loreños y loreñas.
Llegamos temprano este día al santuario –hay que llegar temprano- hemos quedado con José Luis, hay que buscar sitio y prepararlo todo para recibir a amigos y familiares durante el transcurso de la jornada. Una vez terminada la faena y después de tomar un buen café vamos a ver a la Virgen.
El templo está siempre lleno, es un continuo e incesante vaivén de personas que se paran a sus pies, que le rezan, le piden por sus familias, por ellos mismos, todos le pedimos que cuide de nuestros seres queridos, yo lo hago con frecuencia, le pido por todos vosotros constantemente. Para mí le pido poco, aunque se me antoja, creo, que es la más grande tarea que le puedo solicitar, pero que una Madre pone el máximo empeño en cumplir. ¡Ángel de la Guarda, Dulce Compañía, no me Desampares ni de Noche ni de Día! Esto es un día sí y otro también. Ella es mi Ángel de la Guarda, así se lo pido. Ella lo ha asumido, yo estoy totalmente convencido, de verdad, no os podéis imaginar hasta qué grado de efectividad, siempre vigilante, puedo prometer y prometo, que cumple a rajatabla con la encomienda solicitada.
Desde esa lejanía tan cercana que marca la longitud del Templo nos paramos a contemplar su Imagen, no importa la distancia, Ella sabe que estamos allí, nos ve. En silencio, el silencio de la “Bulla” que es el que prima en el interior, oraciones, conversaciones… Así tuvimos el primer encuentro.
Todo está dispuesto, el pueblo de Lora, sus hijas e hijos se disponen a portar sus andas sobre sus hombros. La espero fuera de la ermita, a una distancia que me permita verlo todo, pero sin meterme en ese “Santo Barullo”, los pañuelos blancos se funden en uno, los brazos se rompen por coger a su madre, el sudor y el sufrimiento se unen al gozo de llevarla sobre sus corazones, los vítores, los vivas a la Virgen son incesantes, los cantos y los rezos. Sale de su templo, los vaivenes son impresionantes, va como sin rumbo fijo, pero el rumbo está más que fijado. Hasta la cruz del humilladero va la Virgen, la muchedumbre la seguimos con ese mismo fervor con que es llevada en continuos empujones. Una vez llegada a la cruz saldrán los hombres de debajo de las andas para ser relevados por las mujeres, esas bravas mujeres de Lora, que son tan iguales a los hombres en ese cometido, bravura demostrada, dispuestas a derramar sangre, sudor y lágrimas por su madre, siendo esto diferenciado sólo por los pañuelos blancos que cubren las cabezas de los hombres, las caras de sufrimiento son patentes en todos sus hijas e hijos, mas el gozo es tan grande que se vuelve liviano. La sigo a esa distancia que me permita no perderme nada. Los hombres no salen y la Virgen vuelve sobre sus pasos en dirección hacia la explanada principal, allí será el relevo. Sobre un pequeño repecho que ofrece el terreno me situó para verla venir, es una pequeña altura que me permite verla un poco por encima de las personas que me rodean, va y viene, avanza, se para, va a derecha e izquierda, no hay rumbo fijo. Llega a mi altura, no se para, es uno de esos momentos en que avanza con paso firme hacia el frente buscando dicha explanada. La distancia entre Ella y yo es corta, pasa delante de mí, no se para, me salen tres palabras del corazón, en silencio, en mi interior suenan claras… ¡Madre, estoy aquí! Ha rebasado la altura y la distancia a la que me encuentro unos… tres, cinco, quizás siete pasos. Se para, vuelve a desandar lo caminado parándose de nuevo justo frente a mí, el “santo barullo” ni tan siquiera me roza y la Virgen se vuelve, la distancia es corta, muy corta, unos escasos dos metros, se ha parado ahí, justo ahí, frente a mí, nos miramos a los ojos, un hormigueo recorre mi cuerpo de pies a cabeza, ese escalofrío que hace que se ericen todos los vellos de tu cuerpo, que te paraliza el corazón un solo instante, ese instante en que te vienen al pensamiento tantísimas cosas, tantísimas personas y momentos de toda una vida, ese instante en que el reflejo de tu vista se vuelve transparente y húmedo, resbalan por tus mejillas gotas de fina lluvia interior, la miras, te mira, unos segundos, un solo instante, la conversación ha sido tan corta como intensa, pero se ha vuelto eterno ese instante, instante que se quedará grabado en mi memoria para siempre.
Sé perfectamente lo que pensaréis. Podéis decir sencillamente que todo esto sólo es fruto de la casualidad, no lo pongo en duda, pero en mi interior yo no quiero creer que esto sea así, yo lo quiero ver de otra forma, mi corazón lo quiere ver de manera que Ella atendió a mi llamada y me lo hizo ver de esta forma, quizás porque ya a estas alturas de la vida debería dejar que mi corazón pase a un segundo plano, que sea el que me mueva en esos continuos impulsos que me caracterizan, pero que mi cabeza vaya por delante y me aconseje, me apacigüe, en definitiva, que piense bien las cosas antes de hacerlas. Quizás ha llegado ese momento que aún no queriendo ser “La Hora Incierta del Ya” si sea la hora de parar, de empezar a ser hombre y dejar que salga de una vez ese niño inconsciente, osado, majaron y atolondrado que tanto tiempo lleva instalado en mi interior. Debo liberarla de ese difícil cometido, dejar que Ella cuide de los demás, y empezar yo a cuidar de mi mismo, aunque sé también que no me dejará de la mano (me lo ha vuelto a demostrar hace escasos días). Con todo esto lo que quiero decir es: ¡En esta vida, en la vida, todo te puede cambiar en un instante, en un solo instante! ¡Quizás 50 años después de ser entregado por abuelo a su Madre, a este que es su hijo, puede que le haya llegado ese instante! Gracias por todo, Madre Celestial.
Que Ella os guarde a todos vosotros, queridos lectores, y de mí que no se olvide.
El tiempo que llevaba queriendo ir a visitar y hablar de nuevo con mi Madre Celestial lo mediré en días y meses, quizás un año, quizás algo más, no lo sé, no lo puedo decir porque se venía planeando desde muy atrás. Cabría pensar que se empezó a fraguar el día 7 de Septiembre de 1962 y que se cumpliera mucho antes, puede que un par de años después (es mi parecer, por la foto que adjunto) ¿quizás el día 8 de Septiembre de 1964? O, a lo mejor es, un… ¿Cumpleaños de abuelo? ¡Mi madre lo podrá decir! Aunque en ese encuentro solo nos vimos, no hablamos siquiera, solamente fuimos presentados.
Ahora, unos cuantos años más tarde, después de algunas visitas a su “Casa” en Lora y en Setefilla, después de haber caminado junto a Ella, desde el Pueblo a su Ermita, desde la Ermita a su Pueblo. Quizás después de estar toda una noche con Tío Cesáreo, Velándola en su Iglesia de Lora antes de emprender el camino a su Ermita al día siguiente, de otras tantas visitas y de largas charlas con Ella, a diario. Ahora, pasados esos “cuantos años”, había algo más en mi interior que quería forzar el ir en su busca para hablar frente a frente. Se mostraba cada vez más cercana dicha reunión, habían pasado bastantes años desde ese día 7 de Septiembre de 1962 y serían 50 los transcurridos hasta este día 8 de Septiembre de 2012, ya estaba, como digo “todo planeado”.
Estas son algunas de esas razones por las que deseaba tanto ese encuentro, pero una más poderosa y muchísimo más triste me empujaba fuerte, muy fuerte, para llevarlo a cabo. Ultimo día de Abril, primer día de Mayo, penoso suceso para marcar en nuestro calendario familiar en la que otra Madre nos dejaba para ir a su encuentro también, aunque un encuentro mucho más Grandioso, Sublime, Glorioso, pero nuestra “Madrecita” se quedaría a su lado, ya no volvería para estar entre nosotros físicamente, cosa que no ocurrirá espiritualmente, porque siempre estará en nuestros corazones. Los días se hicieron más largos aún, si cabe la capacidad para alargar los días, que solo disponen de 24 horas. Esta es la ¿justa? medida impuesta por el hombre para marcar el paso del tiempo, ¿las horas? ¡En momentos así se hacen muy duras el paso de las mismas! Esos meses se tornaron mucho más dilatados en su tiempo, deseaba que pasaran lo antes posible, quizás por eso, este instante del que hablaré se me mostró eterno. Fueron unos segundos, pero pasaron tantas cosas por mi cabeza en ese corto espacio de tiempo que es imposible su medida, su emotividad e intensidad. Solo La Virgen, y yo, lo sabemos.
Llegado el día 7 de septiembre de 2012 se cumplió el cincuentenario del ingreso en La Hermandad Nuestra Señora María Santísima de Setefilla de este que escribe. 50 años habían pasado desde que Abuelo nos presentó como Madre e hijo, al igual que lo fue haciendo con todos sus nietos. Los nervios de ese día no solo se mostraban por el cumpleaños en sí, al día siguiente iría a su Casa a encontrarme con Ella, con nuestra Madre, con “La Virgen”, esta era en realidad la verdadera causa de los nervios y la emoción, la razón por la cual en la víspera de dicho acontecimiento no se descansara como se debiera descansar, el sueño fue ligero.
Llegados a este punto del relato quiero contar con la inestimable ayuda de D. José, yo podría contaros lo que es el transcurso de la Procesión, como desde “La Levantá” hasta su nueva entrada en La Ermita, El Pueblo de Lora, sus Hijos, llevan a su Madre en volandas en torno a la misma, con el fervor, la pasión y la emoción que Lora del Río pone en el día más grande para ellos, El Día De La Virgen. No lo haré, y busco donde lo busco todo, donde lo encuentro todo, abro la jaula y dejo salir una de esas “Pajaritas” para que vuelva a volar de nuevo, un trayecto corto, pero intenso.
Dos fechas cumbre tiene Andalucía, y las dos en estío, cuando el sol brilla más y es su luz cegadora, y los días se ofrecen más alegres como en desbordamiento de un júbilo del todo celestial.
Una fecha es el día de la Asunción, cuando se conmemora la subida a los cielos de la excelsa Señora, que en cuerpo y alma tomaba posesión del trono que su Hijo y su Padre y su Esposo –la Trinidad augusta- le tenían destinado. La otra fecha es la de hoy. Así como en la Asunción conmemoramos su llegada a los cielos, en la Natividad conmemoramos el día felicísimo de su arribo a la tierra, a la que había de regalar después a su Divino Hijo en el plan admirable de nuestra redención.
Y Andalucía celebra estas dos fiestas con doble brillantez: la del boato de solemnes cultos, y la de esa manera clamorosa, entusiasta tan propia de esta tierra en la que es tan sencillo hacer que se desborde el corazón.
Por la Virgen de agosto y ahora en la de septiembre, ¿Qué pueblo hay que no vibre de fervor? Se llaman nuestras Vírgenes con los nombres más bellos; se celebran los cultos con máximo esplendor y no hay ciudad ni pueblo en donde Ella no reine.
Hoy es en Lora el día de Setefilla. Hoy van al santuario millares de devotos. Hoy sale la más bella procesión por lo alto de la sierra, ni hay filas, ni hay organización posible. Hay un santo barullo, y eso es todo. La gente se aglomera en derredor del “paso” de la Virgen, un triunfo cuesta alzarla, otro no chico atravesar el templo, un problema sacarla al exterior, y entre llantos y vítores y piropos y rezos, los unos tropezando y los otros cayendo, entre un gentío del todo impresionante, bajo el ardor del sol y el ardor que en las almas pone el fuego bendito del amor, va la augusta Señora hecha un sol de riqueza el oro y pedrería que la adorna, y hecha un sol de hermosura la belleza inefable de su hechicera faz.
Hoy sale en procesión en muchos sitios. Con nombres muy diversos, pero Ella es sólo una: es la Virgen María. Por eso a mí me agrada que en mi pueblo la nombren sin nombrarla. Aquí dicen “La Virgen” nada más. El título más lindo y el que dice mejor su condición: Virgen pura y sin mancha. Madre y Virgen a la par. Es Ella la pureza, la inocencia, el candor virginal.
¡Bien sabe Andalucía escoger patronato! Ya ves si bien lo supo, que se hizo proverbial decir de Ella que era “la tierra de María Santísima”. De la misma manera que mi pueblo es por su devoción y por su condición y por sus amores íntimos y férvidos, “el pueblo de la Virgen”.
Que Ella te guarde a ti, lector amigo, y de mi no se olvide.
JOSÉ MONTOTO
Había otras “Pajaritas” donde se puede intuir un poco mejor lo que es el “santo barullo” al que nos referimos los dos, pero ésta me ha parecido más cariñosa, más de “su pueblo”, además de ser más acorde y más parecida a lo que ya tenía escrito, por algunas de las palabras y expresiones usadas por mi (debe ser por tanto leerlas).
Bueno, vamos a centrarnos en el día en cuestión. Todos sabéis, tanto por lo leído como por haberlo vivido en directo, que el “santo barullo” se torna en un gran tumulto “ordenado” todo tiene su momento, y el desorden y la algarada aún siendo grandes, están controladas por todos los loreños y loreñas.
Llegamos temprano este día al santuario –hay que llegar temprano- hemos quedado con José Luis, hay que buscar sitio y prepararlo todo para recibir a amigos y familiares durante el transcurso de la jornada. Una vez terminada la faena y después de tomar un buen café vamos a ver a la Virgen.
El templo está siempre lleno, es un continuo e incesante vaivén de personas que se paran a sus pies, que le rezan, le piden por sus familias, por ellos mismos, todos le pedimos que cuide de nuestros seres queridos, yo lo hago con frecuencia, le pido por todos vosotros constantemente. Para mí le pido poco, aunque se me antoja, creo, que es la más grande tarea que le puedo solicitar, pero que una Madre pone el máximo empeño en cumplir. ¡Ángel de la Guarda, Dulce Compañía, no me Desampares ni de Noche ni de Día! Esto es un día sí y otro también. Ella es mi Ángel de la Guarda, así se lo pido. Ella lo ha asumido, yo estoy totalmente convencido, de verdad, no os podéis imaginar hasta qué grado de efectividad, siempre vigilante, puedo prometer y prometo, que cumple a rajatabla con la encomienda solicitada.
Desde esa lejanía tan cercana que marca la longitud del Templo nos paramos a contemplar su Imagen, no importa la distancia, Ella sabe que estamos allí, nos ve. En silencio, el silencio de la “Bulla” que es el que prima en el interior, oraciones, conversaciones… Así tuvimos el primer encuentro.
Todo está dispuesto, el pueblo de Lora, sus hijas e hijos se disponen a portar sus andas sobre sus hombros. La espero fuera de la ermita, a una distancia que me permita verlo todo, pero sin meterme en ese “Santo Barullo”, los pañuelos blancos se funden en uno, los brazos se rompen por coger a su madre, el sudor y el sufrimiento se unen al gozo de llevarla sobre sus corazones, los vítores, los vivas a la Virgen son incesantes, los cantos y los rezos. Sale de su templo, los vaivenes son impresionantes, va como sin rumbo fijo, pero el rumbo está más que fijado. Hasta la cruz del humilladero va la Virgen, la muchedumbre la seguimos con ese mismo fervor con que es llevada en continuos empujones. Una vez llegada a la cruz saldrán los hombres de debajo de las andas para ser relevados por las mujeres, esas bravas mujeres de Lora, que son tan iguales a los hombres en ese cometido, bravura demostrada, dispuestas a derramar sangre, sudor y lágrimas por su madre, siendo esto diferenciado sólo por los pañuelos blancos que cubren las cabezas de los hombres, las caras de sufrimiento son patentes en todos sus hijas e hijos, mas el gozo es tan grande que se vuelve liviano. La sigo a esa distancia que me permita no perderme nada. Los hombres no salen y la Virgen vuelve sobre sus pasos en dirección hacia la explanada principal, allí será el relevo. Sobre un pequeño repecho que ofrece el terreno me situó para verla venir, es una pequeña altura que me permite verla un poco por encima de las personas que me rodean, va y viene, avanza, se para, va a derecha e izquierda, no hay rumbo fijo. Llega a mi altura, no se para, es uno de esos momentos en que avanza con paso firme hacia el frente buscando dicha explanada. La distancia entre Ella y yo es corta, pasa delante de mí, no se para, me salen tres palabras del corazón, en silencio, en mi interior suenan claras… ¡Madre, estoy aquí! Ha rebasado la altura y la distancia a la que me encuentro unos… tres, cinco, quizás siete pasos. Se para, vuelve a desandar lo caminado parándose de nuevo justo frente a mí, el “santo barullo” ni tan siquiera me roza y la Virgen se vuelve, la distancia es corta, muy corta, unos escasos dos metros, se ha parado ahí, justo ahí, frente a mí, nos miramos a los ojos, un hormigueo recorre mi cuerpo de pies a cabeza, ese escalofrío que hace que se ericen todos los vellos de tu cuerpo, que te paraliza el corazón un solo instante, ese instante en que te vienen al pensamiento tantísimas cosas, tantísimas personas y momentos de toda una vida, ese instante en que el reflejo de tu vista se vuelve transparente y húmedo, resbalan por tus mejillas gotas de fina lluvia interior, la miras, te mira, unos segundos, un solo instante, la conversación ha sido tan corta como intensa, pero se ha vuelto eterno ese instante, instante que se quedará grabado en mi memoria para siempre.
Sé perfectamente lo que pensaréis. Podéis decir sencillamente que todo esto sólo es fruto de la casualidad, no lo pongo en duda, pero en mi interior yo no quiero creer que esto sea así, yo lo quiero ver de otra forma, mi corazón lo quiere ver de manera que Ella atendió a mi llamada y me lo hizo ver de esta forma, quizás porque ya a estas alturas de la vida debería dejar que mi corazón pase a un segundo plano, que sea el que me mueva en esos continuos impulsos que me caracterizan, pero que mi cabeza vaya por delante y me aconseje, me apacigüe, en definitiva, que piense bien las cosas antes de hacerlas. Quizás ha llegado ese momento que aún no queriendo ser “La Hora Incierta del Ya” si sea la hora de parar, de empezar a ser hombre y dejar que salga de una vez ese niño inconsciente, osado, majaron y atolondrado que tanto tiempo lleva instalado en mi interior. Debo liberarla de ese difícil cometido, dejar que Ella cuide de los demás, y empezar yo a cuidar de mi mismo, aunque sé también que no me dejará de la mano (me lo ha vuelto a demostrar hace escasos días). Con todo esto lo que quiero decir es: ¡En esta vida, en la vida, todo te puede cambiar en un instante, en un solo instante! ¡Quizás 50 años después de ser entregado por abuelo a su Madre, a este que es su hijo, puede que le haya llegado ese instante! Gracias por todo, Madre Celestial.
Que Ella os guarde a todos vosotros, queridos lectores, y de mí que no se olvide.
domingo, 3 de junio de 2012
Una herida abierta
Cuando contemplo
el miedo en tu mirada
y deslizo mi
mano por tu piel
presiento el
gesto amable de los árboles
que intentan
cobijarte entre sus brazos.
La ciudad era un
peluche sin ojos,
perdimos la
quietud de los árboles,
caminábamos
descalzos sobre cenizas
compartiendo el
minúsculo espacio
entre el labio y
el beso.
Por eso, por eso
mismo diré
que amo los
vértices y las venas
que recorren tu
cuerpo
cuando acecha el
calor.
Admiro en mis
iguales
la capacidad
para permanecer solos,
su íntima
realidad,
ese pequeño
inframundo creado
y su triste
belleza.
Un hombre que no
llora no es un hombre.
Y así, de esta
manera,
—frente al
espejo— puedo observar que
mis manos son
las manos de los pobres,
escuálidas,
agujas de pino,
finísimas,
que apenas
resistirán el invierno.
En nuestra vida
los amigos se
convierten en fósiles
que encuentras
durante el trayecto;
sin saberlo, al
pasar los años,
reaparecen.
Recuerdo a mis
amantes,
su extraña
simetría.
A pesar de todo,
y en silencio,
es posible que
encuentre en el murmullo
un acorde
enterrado de hojas secas
o un vals de
ramas muertas acechando
el cárabe: un
amor de mariposas.
Quién sabe si la
escarcha derretida
del beso de la
nieve en la hojarasca
o el baile de
una flor en primavera
herida por los
labios de tu boca.
Somos carne, una
tierna y débil masa
de materia y
desobediencia.
Un dragón de
mercurio
sobre una luna
de agua.
Por ello,
reventamos las
carnosas encías
de aquellos
pétalos que entre los labios
anunciaban
estambres cuarteados
en un paisaje
carente de afecto.
Entonces, sólo
entonces,
conseguimos
definir nuestro hogar;
breve extensión
de lumbre clara
con su erguida
arquitectura de nichos
abiertos como
pétalos en flor.
Simple jerarquía
de barro,
de tendones
vegetales minúsculos,
acaso tallos
cartilaginosos
que sostienen el
peso del planeta.
Huerto de
piedras y texturas
que diferencian
cielo firmamento
de cultivo y cal
viva.
Danza de polvo y
areniscas,
de lirios de
tigre y madreselvas.
Linde última del
cuerpo que habitamos.
Pero tienes
razón,
sí, miente el
universo,
su inmensidad
se reduce a algo
casi tan pequeño
como cabezas de
alfileres,
una pequeña vía
por la que caen
gotas de luz,
luces de gas.
Por eso,
yo, con los ojos
hambrientos de sol,
contemplo la
caída de las nubes,
ridículo
desfile.
¿Quién deshizo
los nudos de la carne?
Un alba rota a
dentelladas
asoma por el
precipicio.
Estallará un
silencio
que disolverá la
luz,
velará nuestros
ojos,
entonces seremos
felices.
Felices,
como
inconscientes y bellos primates
que ahondamos en
la cáscara madura;
fruto prohibido
que duerme en tu lecho.
La tierra herida
que habitamos;
como el gusano a
la vieja manzana,
como el gusano a
tu boca, dulcísima,
como el gusano
que duerme tejiendo,
respira
levemente por las grietas
que se van
agrandando a nuestro paso,
que se van
agrandando con nuestros pasos.
Te he buscado
entre las raíces.
Herí mis manos,
al golpear las
piedras de esta tierra,
cortadas por los
viejos tallos secos
que asomaban, a
medida que el sol
cuarteaba mi
espalda.
En vano
comprendí
que estabas
entre los restos del mundo,
junto al odio
que produce tu ausencia,
presente en
pequeños gestos de amor.
Y lo sabes,
sabes que el sol
brilla
sobre nuestras
cabezas,
pero sabes que
no,
no conoce la
verdadera luz,
la claridad del
mar era única en tus ojos.
Busco un día sin
fecha
en el que pueda
compartir
mi dote con los
pájaros,
una gavilla de
cuerpos celestes
con los que
iluminar esta desdicha.
Si bien,
hay otros gestos
de cariño,
los que no se
dan,
los que algunos
guardan por temor al rechazo,
por miedo a ser
discriminados.
Hoy sostengo mi
creencia en la sombra,
su fiel
discurso,
la solemnidad
del silencio,
nos atestigua su
belleza.
¿Quién acaricia
las hojas de un árbol
del mismo modo
que los labios
de una mujer o
un hombre?
Apenas nadie.
Dormimos bajo la
humedad del sueño
que crece en los
bordes de nuestra cama.
Tus labios
arden en
espiral.
Luciérnagas
iluminando
la duermevela
ante los ojos
ciegos del crepúsculo.
Como si se
tratase de un fervor
entre piedras
que chocan con violencia
e iluminan los
límites del abismo.
Acaso el furioso
roce
abrasando la
sangre de otra piel
en un sueño de
serpientes.
Recuerdo la
primera chispa.
Por ello,
quiero buscar el
cobijo materno.
El hogar, la
morada
entre los
bosques nucleares,
en sus átomos
reside mi calma.
Quiero encontrar
bebida que sacie mi sed,
un pozo de agua
tibia que endulce mi voz;
la de mis
semejantes.
Quiero ser el
águila que todo lo observa,
alimentar a mi
familia,
salvaguardar sus
débiles
y diminutos
cuerpecitos,
dar calor,
tranquilidad a mi descendencia,
sí, volver al
origen.
Vimos a los
pueblos desnudos,
esparcidos sus
miembros por el suelo,
hiriendo
nuestros más bellos paisajes.
La carencia de
humanidad es una losa
que cargamos
sobre nuestras espaldas,
su peso arquea
nuestras vidas,
abate nuestro
ánimo.
Como ciervos,
calmándose el dolor
de la bala , del
mismo modo
que las aves
besaron
sus plumas tras
el último disparo,
necesitamos
aliviar el daño
ayudados por un
invierno
—imaginario—
que calme
nuestra angustia.
Somos, apenas
somos,
gotas de lluvia
en la ventana
o un granizo en
el mar.
Oscura nieve
derretida.
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