lunes, 29 de junio de 2009
SEMEJANZAS
Los españoles siempre nos hemos sentido orgullosos de la lengua castellana, y bien que la utilizamos, pero hay veces que nos es difícil de comprender el uso tan variado que hacemos de ella. Hay muchas palabras de igual significado.
Un tostón puede ser un hombre muy latoso o una gran tostada tomada en el desayuno. Yo hace tiempo que convivo con una rumana, y no comprende que un jersey marrón no tenga nada que ver con mis achaques, a los cuales yo siempre le digo que me ha caído un marrón (por cierto, que dejo uno y cojo otro, así llevo varios marrones).
En los pueblos la riqueza lingüística es aún mayor, a un hoyo le llaman agujero, boquete, hondón... ¿y qué me decís de un coche, un auto, un autocar, un automóvil, y ahora aumentado con el ave y el metro? Todo nombrado con el mismo sentido.
Pero el hablar sencillo y fácil no puede compararse con los que se afanan en darle más categoría a la lengua castellana.
Había en mi pueblo un señor, gran persona y amigo de todos, pero que se expresaba “a lo fino”. Contaba mi padre que cuando había nubes decía: “Hay cirros y cúmulos y esto terminará en un meteoro acuático”... vamos, que iba a llover. Entonces era alcalde, y los que lo oyeron se fueron corriendo a sus casas muy preocupados, diciendo: “¡que viene un meteoro! ¡que viene un meteoro!”. Hasta que uno más listo dijo: “¡chiquillos, no asustarse, que lo que ha dicho el señor alcalde es que va a caer un chaparrón!” ¿Véis? Quizás sea mejor avisar de la llegada de un buen chaparrón, en vez de la de un meteoro.
Un día otro amigo nuestro, al visitar un campo donde correteaban las gallinas, le preguntó al casero: “perdone, buen hombre, estas aves corredoras y ponedoras ¿qué régimen de vida llevan?”. “¿Mandeeee?” fue la respuesta del buen hombre, que no entendía que le estaban preguntando por la vida cotidiana de las gallinas.
La Academia de la Lengua es muy ilustre en sus nominaciones, pero el pueblo es muy sabio y prefiere que en su pueblo caiga un chaparrón en vez de un meteoro.
lunes, 8 de junio de 2009
TRES ERAN... IN MEMORIAM
Aún a sabiendas que posiblemente no tendrá la oportunidad de leer estas sentidas palabras que desde aquí le dedico por su trabajo, dada mi curiosidad al leer el mismo y por todo lo que en ello acontece, me surgen varias dudas.
Ante esto, me rondan, se me ocurren y plantean varias cuestiones o preguntas:
¿Cómo se puede olvidar -como parecía existir esa voluntad generalizada de mutismo por envolver la figura de Don José-, por parte de: ayuntamiento, ateneo, asociación de la prensa…?
¿Cómo “EL CORREO” después de treinta y tres años, dos meses y quince días (toda una cota máxima en la prensa Sevillana), por parte de Don José y sus compañeros, a fuerza de impagables sacrificios, sacándolo adelante dignamente, tanto cuantitativamente como cualitativamente, llevándolo a ser un verdadero puntal en la prensa Sevillana, incluso en su 110 aniversario celebrado hace pocas fechas, se puede olvidar de la figura de Don José?
¿Por qué? ese afán por borrar de la memoria, que es nuestra memoria, le duela a quien le duela, y le pese a quien le pese, porque la memoria es el recuerdo, y el recuerdo en estas circunstancias es de todos y para todos, además señores, a quien o a cuantos les interesa borrar de nuestra memoria a tan grande o tan grandes personas, que pertenecen, que son la historia de Sevilla, y la historia no se puede cambiar, ni se puede, ni se debe borrar, historia extensa y grande de esta gran ciudad, en la que todos los grandes hijos de Sevilla deben perdurar, y sin duda ellos lo son.
Bueno pues, ¿Por qué no tiene o tienen su sitio, porque no se le reconoce, o reconocen como corresponde a tan importante o importantes personas en la historia del periodismo, las buenas letras, la cultura y las tradiciones de Sevilla?
¿Cómo se le puede dar a cierta “señora” (todos sabemos quien es, no hace falta dar nombres) el privilegio, o como queráis llamarlo, aun sin vivir en Sevilla, sin haber hecho absolutamente nada por esta ciudad, repito, absolutamente nada, como pueden proponer ciertos “personajes” (sin connotaciones políticas, por mi parte) darle su nombre a una calle de tan noble ciudad?
Yo no tengo nada en contra de nadie, y muchos menos de esta señora, pero no me parece lógico.
Digo, que no me parece lógico por no decir algo fuera de lugar, pensando además que Don José no era persona a la que le hicieran falta homenajes ni reconocimientos, solo con el saber de labor bien hecha, siempre de frente, poniendo el corazón en todo lo que hacia, solo eso era suficiente para él, por eso pienso que es una falta de respeto a la memoria de tan importantes personas, digo personas pues como imagino habréis leído en la publicación que nos presento Cristina el jueves, ha sido un compañero, Don Nicolás Salas, en el Diario de Sevilla, del miércoles 3 de junio de 2009, la única persona en tener un grato e inolvidable recuerdo por tres compañeros de profesión, periodistas de verdad ( no estos que hoy en día se hacen llamar, “periodistas” que lo único que hacen es desvirtuar a los demás profesionales) que lo dieron todo por su ciudad.
Don Joaquín Carlos López Lozano, Don José Montoto y González de la Hoyuela, Don Celestino Fernández Ortiz.
Desde aquí agradecerle a Don Nicolás Salas este cariñoso recuerdo a sus memorias,
Porque como dice Cristina, “solo muere quien no es recordado”.
Solo me queda decir, es un verdadero despropósito por parte de la prensa y algún que otro organismo de esta ciudad, se olviden de sus hijos en tan señaladas fechas.
No solo de fotografías vive el hombre
domingo, 7 de junio de 2009
MI CALLE
por Salud Montoto de Flores
Ahora entiendo mucho mejor la letra de aquella cancioncilla que decía:
Mi calle ya no es mi calle
que es una calle cualquiera
camino de cualquier parte…
Yo paso muchas horas sentada ante mi balcón y sé qué hora es sólo con mirar por la ventana. Me conozco la hora en la que llega el chico que reparte los periódicos gratuitos, y los niños que van al colegio de la mano de sus madres, casi arrastrando porque es el amanecer. También me conozco la hora en la que pasa un inválido con su sillita de ruedas acompañado siempre por la misma persona, y más tarde pasa un viejecito en equilibrio con dos bastones, pero que gracias a Dios nunca se cae. Sé la hora en la que llega la chica que canta los cupones, a la que le compra siempre un vecino. Y siempre con el runrún de la parada de taxis ¡cómo acompañan! ¡la tertulia de los taxistas, hablando unos con otros de su trabajo y dando compañía a la calle!.
¡Cómo cambian las cosas! Una calle en la que he visto transcurrir, durante más de cuarenta años, autobuses y gente. Hasta que un día, de pronto, con un ruido pavoroso, como si fuera un tanque avanzando por la calle, llegaron unas máquinas que destrozaron mi calle en cinco horas. Una calle que yo llevaba pisando más de cuarenta años y que ahora está llena de hoyos, una esquina en la que tantas veces esperé el autobús que traía a mis hijas del colegio en cinco minutos se llenó de escombros.
Pero si esta calle era estupenda ¿a quién se le ocurre desbaratarla? Dicen que esto es la civilización. Fuera la viveza y la alegría de la calle. Venga a hacer hoyos y agujeros. Dicen que va a quedar mejor ¡pero si estaba muy bien! Si estaba muy poblada de niños, madres, ancianos, coches, taxis, autobuses… ¿qué es esto de la civilización? Si yo convivía con todas esas personas y eran como de mi familia.
Ahora, de noche, mi calle parece la plaza de Tiananmen después de pasar los tanques.
Y es que la vida pasa y lo arrasa todo.
Cuando yo era joven ¡uyy, cuánto tiempo hace de eso! Paseábamos por la calle Tetuán hasta llegar al Coliseo, que entonces era un cine, y luego vuelta a la calle Tetuán por la acera contraria. Por cierto, que las películas entonces se clasificaban con rombos. Las de tres rombos estaban prohibidas, y la gente se iba a Andorra a ver a Marlon Brando con su último tango en París. Bueno, como digo, paseábamos hasta el Coliseo, y en el paseo nos cruzábamos con unos y con otros. Ese era el objetivo del paseo. Hasta que en una ocasión a un alcalde se le ocurrió la idea de decretar que los que fueran por la acera de la derecha fueran por la derecha, y los de la izquierda por la izquierda. No se podía cruzar la calle, y cuando alguien desobedecía un guardia con un silbato te hacía ver tu equivocación. Aquello duró muy poco, porque de ese modo era imposible encontrarse con los amigos que te interesaban.
Qué suerte tienen los de ahora, con la calle PEATONAL ¡viva la civilización!
viernes, 5 de junio de 2009
LA LEY DEL HILACHO
En todas las casas siempre hay uno que riñe más que otro, (me refiero a los padres). Casi siempre es el padre el que riñe y la madre la que va tapando unas cosas y otras. Pero en el caso de los Montoto Cañas era al revés. Nuestra madre era la que reñía y castigaba más, (también estaba todo el día con nosotros). El caso es que cuando queríamos algo recurríamos a nuestro padre y él veía la forma de convencerla. Él siempre si nos tenía que decir algo era hablando, dialogando y haciéndonos comprender. Pero mi madre aunque es buenísima y generosa, siempre recurría más a la riña y al castigo.
Bueno pues el caso es que cuando ya se enfadaba más de la cuenta, uno de los castigos era que no te compraba ropa, (aunque luego no lo cumpliera). Entonces te decía la frase lapidaria “no te compro ni un hilacho”.
En algunas ocasiones mi padre tenía que abogar por el que tuviera ese castigo, (que casi siempre era yo) y le decía: "Dolores, por favor, no le eches la “maldición del hilacho”
Mi padre era inteligente y bueno.Tenía su genio, como ya saben las tías, pero una nobleza que era capaz de pedirle perdón a un niño de 2 años, si en algo se equivocaba. Era original, divertido, único.
No le gustaba que nos pusiéramos a ver la tele todos callados. Él prefería charlar y que cada uno contara sus cosas.
Un día estábamos todos sentados en la terraza de Santa Marina tomando el fresco, y de pronto empezaron a llover billetes de mil pesetas. Todos mirando para arriba extrañados y es que él los había tirado desde el balcón para darnos una broma.
Nos contaba muchas cosas de Lora, de personajes, de frases. Una frase que decía cuando nos peleábamos, que por lo visto era de alguien de Lora: “imprudentes los unos, imprudentes los otros, y todos quedaron por imprudentes”.
Otra frase que decía cuando estaba sólo y le preguntabas ¿qué haces? Él te contestaba "pues ya ves, aquí en amable soliloquio".
En fin, nos quedamos sin él demasiado pronto, pero lo seguimos recordando y nombrando en muchos momentos. Y a nuestros hijos les hablamos de él para que sepan como era su abuelo de bueno de original y de inteligente.
Es verdad que las personas mientras que se hable de ellas no mueren del todo.
Él sigue vivo en todos nosotros y con mucha fuerza.
jueves, 4 de junio de 2009
AYER EN DIARIO DE SEVILLA...
Joaquín Carlos López Lozano, José Montoto y González de la Hoyuela y Celestino Fernández Ortiz, lograron viviendas para los periodistas sevillanos y otros beneficios sociales con la 'Hoja del Lunes'

