Por Luis Montoto de Flores.
Dedicado a mis sobrinos “tercerones” y “cuarterones” en el apellido de Flores, a punto de extinción, para que les sirva de ilustración y recuerdo.
Muchas glorias, alabanzas y distinciones a los Montoto, y de los de Flores ¿que?. Inclinados los unos hacia las letras, los otros fueron grandes labradores. Tío Rafael, gran investigador en genealogía familiar, nos lleva hasta Don Pedro de Flores, natural de Córdoba, vecino de Sevilla, casado en Espera el 14-IV-1697 con Doña María López Prieto, no pudiendo llegar a más al desatender el Registro Civil sus requerimientos. Pasaron a Constantina dedicados algunos al comercio, recuerdo cuando allí veraneábamos en 1941 visitar mi madre a sus parientes los Sagrario.
Sobre 1835 varios pasan a Lora. Mi padre menciona a Juan Segovia de Flores viviendo en el edificio hoy ocupado por la Delegación de Hacienda, y un Críspulo de Flores Muñoz en la calle Santa María con su hija Petra, medio perturbada, a quien dedicó una “pajarita”, contando la anécdota que a un señor mal avenido que le dejó el acerado, contestó: “lo cortés no quita lo valiente, pase Vd. so sinvergüenza”.
Patriarca y antecesor nuestro fue Romualdo de Flores Muñoz, mi bisabuelo, casado con Isabel Cepeda Reina, loreña. Censado en 1847 en Barrio Sevilla nº 39 (hoy Rafael de Flores nº 7) en unión de sus hijos: Rosa (casada con José Cepeda Carmona, son sus descendientes los Cepeda Rodríguez y Cepeda López), Antonio Ramón (soltero sin descendencia), Purificación (murió joven) y Rafael, mi abuelo, hombre estimado y querido, Alcalde Diligente, con su peculio particular libró a muchos del servicio militar cuando se cumplía embarcando hacia Cuba o Filipinas, con dudoso regreso. Reconocida tan desprendida acción, en agradecimiento, rotularon una calle respetada por diversas Corporaciones políticas habidas en el Ayuntamiento. Casó con Dolores González Naranjo, natural de Peñaflor.
Con abundantes propiedades incrementaron entre todos el patrimonio. Romualdo (mi bisabuelo), iniciados del mismo, unificó “El Membrillo” comprando terrenos colindantes. Sus hijos Antonio Ramón y Rafael, al heredarlo, acordaron no dividir llevando en comunidad lo recibido, comprando y vendiendo indistintamente, sin control ni contabilidad alguna. Muerto Rafael (mi abuelo) el 3-VI-1898 la división es inevitable y difícil, origina pleitos, apelaciones ante el Supremo, “vas a durar más que el pleito de los Flores” se decía. Gastos judiciales obligan a vender, y el 5-VII-1905, tras siete años, los amigables componedores forman dos lotes sorteados de semejante valor. Mi abuela, al recibir el suyo, divide entre sus hijos Rafaela, Romualdo e Isabel.
Mi tía Rafaela, casada con Rafael Quintanilla Briones (propietarios de la Casa de los Leones), recibe 550 fanegas al sitio de “Las Carreteras”, hoy Priorato.
Mi tío Romualdo recibe igual cantidad de tierra al sitio de “Los Zamorales”. Murió con 35 años en casa de su madre (mi abuela), al estar separado de su mujer Carmen Naranjo Oliveros.
Isabel, mi madre, conservó lo recibido, 375 fanegas en “El Membrillo”, finca disfrutada y querida, canto de evocaciones y recuerdos de varias generaciones. Divididas las tierras, el caserío queda indiviso y, al no descansar su conservación en responsabilidad concreta, entra en estado lamentable. Ante aparente abandono, los vecinos no respetan las lindes, obligando a entablar acciones judiciales para recuperar y frenar abusos. Mis hijos pretenden rehabilitar parte.
El lote de mi tío abuelo Antonio Ramón corrió distinta suerte. A mi madre, que tenía once años cuando quedó sin padre, le tomó gran cariño al punto de llamarla “mi Isabelita” y pregonarla públicamente su heredera; reclamaba sus frecuentes visitas, con más intensidad en recaídas y dolencias al punto de fallecer cogido de su mano. Había testado el 15-I-1910, y veinticinco días antes de fallecer rectificó con otro en el que reconocía “hallarse algo delicado de salud”. Beneficiaba con legados a varios servidores, instituciones religiosas y de caridad, pero su contenido principal causó sensación. Desdiciendo lo pregonado, anunciado y prometido públicamente, heredan sus sobrinos hijos de su hermana Rosa, y para “su Isabelita” ni una sola mención. Al concurrir varias circunstancias, tan brusco cambio de opinión fue comentario del pueblo.
Las familias y apellidos, como entes vivientes, se constituyen, multiplican y extinguen. Los de Flores, llegados a Lora sobre 1835, con el fusilamiento el año 1936 de Rafael de Flores Naranjo (hijo de mi tío Romualdo y único varón) pierden la posibilidad de perpetuarse.
Actualmente llevan el apellido de Flores:
En segundo lugar, los Montoto de Flores.
En tercer lugar “tercerones”, los Montoto Castrillón, Cañas, Linares, Sousa y Castaños.
En cuarto lugar “cuarterones”, los Pérez-Aguilera Montoto, Castrillón Montoto, Coronel Quintanilla y Cepeda Quintanilla.
En quinto lugar,… ignoran llevarlo.
Isabel de Flores González, mi madre, nació el 20-IX-1888 en la Calle Juan Quintanilla (casa ocupada actualmente por Imprenta Becerra) y la vivió hasta su matrimonio con José Montoto González de la Hoyuela el 24-VIII-1912. Practicar las virtudes fe, esperanza y caridad fueron directrices en su vida. Devota del Amor Misericordioso, quiso extender su devoción en Lora donando la imagen de un crucificado, venerado en el Convento de las Mercedarias de la Roda. Una esmerada y fácil redacción dejó plasmada en cartas y escritos. Falleció el 16-IX-1942, y bajo el lema “SIEMPRE QUE ME MIRES, REZA” nos dedicó unas fotos que, enmarcadas, conservamos y cumplimos.
Dedicado a mis sobrinos “tercerones” y “cuarterones” en el apellido de Flores, a punto de extinción, para que les sirva de ilustración y recuerdo.
Muchas glorias, alabanzas y distinciones a los Montoto, y de los de Flores ¿que?. Inclinados los unos hacia las letras, los otros fueron grandes labradores. Tío Rafael, gran investigador en genealogía familiar, nos lleva hasta Don Pedro de Flores, natural de Córdoba, vecino de Sevilla, casado en Espera el 14-IV-1697 con Doña María López Prieto, no pudiendo llegar a más al desatender el Registro Civil sus requerimientos. Pasaron a Constantina dedicados algunos al comercio, recuerdo cuando allí veraneábamos en 1941 visitar mi madre a sus parientes los Sagrario.
Sobre 1835 varios pasan a Lora. Mi padre menciona a Juan Segovia de Flores viviendo en el edificio hoy ocupado por la Delegación de Hacienda, y un Críspulo de Flores Muñoz en la calle Santa María con su hija Petra, medio perturbada, a quien dedicó una “pajarita”, contando la anécdota que a un señor mal avenido que le dejó el acerado, contestó: “lo cortés no quita lo valiente, pase Vd. so sinvergüenza”.
Patriarca y antecesor nuestro fue Romualdo de Flores Muñoz, mi bisabuelo, casado con Isabel Cepeda Reina, loreña. Censado en 1847 en Barrio Sevilla nº 39 (hoy Rafael de Flores nº 7) en unión de sus hijos: Rosa (casada con José Cepeda Carmona, son sus descendientes los Cepeda Rodríguez y Cepeda López), Antonio Ramón (soltero sin descendencia), Purificación (murió joven) y Rafael, mi abuelo, hombre estimado y querido, Alcalde Diligente, con su peculio particular libró a muchos del servicio militar cuando se cumplía embarcando hacia Cuba o Filipinas, con dudoso regreso. Reconocida tan desprendida acción, en agradecimiento, rotularon una calle respetada por diversas Corporaciones políticas habidas en el Ayuntamiento. Casó con Dolores González Naranjo, natural de Peñaflor.
Con abundantes propiedades incrementaron entre todos el patrimonio. Romualdo (mi bisabuelo), iniciados del mismo, unificó “El Membrillo” comprando terrenos colindantes. Sus hijos Antonio Ramón y Rafael, al heredarlo, acordaron no dividir llevando en comunidad lo recibido, comprando y vendiendo indistintamente, sin control ni contabilidad alguna. Muerto Rafael (mi abuelo) el 3-VI-1898 la división es inevitable y difícil, origina pleitos, apelaciones ante el Supremo, “vas a durar más que el pleito de los Flores” se decía. Gastos judiciales obligan a vender, y el 5-VII-1905, tras siete años, los amigables componedores forman dos lotes sorteados de semejante valor. Mi abuela, al recibir el suyo, divide entre sus hijos Rafaela, Romualdo e Isabel.
Mi tía Rafaela, casada con Rafael Quintanilla Briones (propietarios de la Casa de los Leones), recibe 550 fanegas al sitio de “Las Carreteras”, hoy Priorato.
Mi tío Romualdo recibe igual cantidad de tierra al sitio de “Los Zamorales”. Murió con 35 años en casa de su madre (mi abuela), al estar separado de su mujer Carmen Naranjo Oliveros.
Isabel, mi madre, conservó lo recibido, 375 fanegas en “El Membrillo”, finca disfrutada y querida, canto de evocaciones y recuerdos de varias generaciones. Divididas las tierras, el caserío queda indiviso y, al no descansar su conservación en responsabilidad concreta, entra en estado lamentable. Ante aparente abandono, los vecinos no respetan las lindes, obligando a entablar acciones judiciales para recuperar y frenar abusos. Mis hijos pretenden rehabilitar parte.
El lote de mi tío abuelo Antonio Ramón corrió distinta suerte. A mi madre, que tenía once años cuando quedó sin padre, le tomó gran cariño al punto de llamarla “mi Isabelita” y pregonarla públicamente su heredera; reclamaba sus frecuentes visitas, con más intensidad en recaídas y dolencias al punto de fallecer cogido de su mano. Había testado el 15-I-1910, y veinticinco días antes de fallecer rectificó con otro en el que reconocía “hallarse algo delicado de salud”. Beneficiaba con legados a varios servidores, instituciones religiosas y de caridad, pero su contenido principal causó sensación. Desdiciendo lo pregonado, anunciado y prometido públicamente, heredan sus sobrinos hijos de su hermana Rosa, y para “su Isabelita” ni una sola mención. Al concurrir varias circunstancias, tan brusco cambio de opinión fue comentario del pueblo.
Las familias y apellidos, como entes vivientes, se constituyen, multiplican y extinguen. Los de Flores, llegados a Lora sobre 1835, con el fusilamiento el año 1936 de Rafael de Flores Naranjo (hijo de mi tío Romualdo y único varón) pierden la posibilidad de perpetuarse.
Actualmente llevan el apellido de Flores:
En segundo lugar, los Montoto de Flores.
En tercer lugar “tercerones”, los Montoto Castrillón, Cañas, Linares, Sousa y Castaños.
En cuarto lugar “cuarterones”, los Pérez-Aguilera Montoto, Castrillón Montoto, Coronel Quintanilla y Cepeda Quintanilla.
En quinto lugar,… ignoran llevarlo.
Isabel de Flores González, mi madre, nació el 20-IX-1888 en la Calle Juan Quintanilla (casa ocupada actualmente por Imprenta Becerra) y la vivió hasta su matrimonio con José Montoto González de la Hoyuela el 24-VIII-1912. Practicar las virtudes fe, esperanza y caridad fueron directrices en su vida. Devota del Amor Misericordioso, quiso extender su devoción en Lora donando la imagen de un crucificado, venerado en el Convento de las Mercedarias de la Roda. Una esmerada y fácil redacción dejó plasmada en cartas y escritos. Falleció el 16-IX-1942, y bajo el lema “SIEMPRE QUE ME MIRES, REZA” nos dedicó unas fotos que, enmarcadas, conservamos y cumplimos.
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