Pequeños comentarios que, aún siendo a vista de todos y de todas pequeñas y simples parrafadas, tienen mucho de sentimiento, de recuerdos hacia esas personas que hoy en día nos faltan, personas que aunque ya no están entre nosotros físicamente, si lo están en nuestras almas y en nuestros corazones. Muchos de vosotros, a lo peor, diréis: ¡Otra vez este pesado con el mismo cuento de siempre! ¡Puede ser! Puede ser también al contrario, puede ser que os agrade y lo leáis con la atención y con el cariño que intento ponerles a todos ellos, pues la única intención, como digo, es esta, el que afloren sentimientos y recuerdos que todos llevamos dentro.
Una vez dicho esto, quiero publicar algunas “Pajaritas” sobre una persona entrañable, cariñosa, buena, de gran corazón… no sé que más decir de ella, bueno sí lo sé, pero a buen seguro me faltarían calificativos para describirla, porque con estos que os digo me quedo corto y quisiera dedicarle muchos, muchos, más. ¡Vamos a hacer una cosa! Voy a dejar que vosotros le dediquéis los que a mí me faltan, los que vosotros creáis que se merece, por lo buena que fue para todos, por el cariño que le teníamos y por el cariño que ella nos tuvo a todos nosotros. Y cuando me refiero a “todos” lo digo por toda la familia.
Hace un tiempo publiqué otra “Pajarita” a otra persona igualmente querida, que compartió “algunos” años de su vida junto a ella. Esta “Pajarita” se titula: “El Orden de Isabel”, por lo cual ya podréis adivinar de quien hablo. El día que le publique a Isabel esa “pajarita” a la que me refiero tuve una pequeña conversación con nuestra también queridísima Tía Tote, le decía que le debía a ella una dedicatoria, pero esta dedicatoria tenía que ser un poco mas especial, como yo por esta buenísima mujer tengo un especial recuerdo de amor verdadero no lo podía hacer a lo loco. No puedo ni debo, ella se merece mucho más de lo que pueda hacer o dar, de lo que pueda escribir o contar, ella se ganó el cielo aquí en la tierra, yo sólo la puedo, quiero y debo recordar. ¡Rafaela, cuida de nuevo de las niñas! ¡Tú, suspiras por ellas! ¡Nosotros las lloramos, poco a poco se nos van! Ahora compartimos “Mesa de Camilla” compartimos desazón, tú esperando en el cielo, nosotros queriendo que se tarden en llegar. La vida ha de pasar querida Rafaela, todos damos por sabido que de nuevo a tu lado, algún día las tendrás, es “Ley de Vida” Ley Divina, tendrás tu Mesa de Camilla en bello y grande salón celestial, no pongas cuidado en ello Queridísima y Vieja Servidora, deja que se tarden todo lo que Dios Nuestro Señor y La Virgen las puedan dejar retrasarse en esa definitiva reunión familiar, en esa grande y maravillosa “Mesa de Camilla… Celestial”
En la vida nos estancamos frecuentísimamente. Aun cuando el tiempo pasa por uno, uno se emperra en no pasar por el tiempo. Un día –día terrible- recuerdas cualquier cosa, y observas con ingrata sorpresa que puedes acordarte de sucesos que hace veinte años que tuvieron lugar. ¿Es posible, Señor, que ya pueda decir “hace veinte años"? Otro día te das cuenta de un sospechoso y alarmante despoblado en la coronilla, lo que es nuncio y heraldo de una calva hermosísima que llega a más andar.
Finalmente, otro día te pesas, y ese día se te caen los palos del sombrajo, al advertir setenta y ocho kilos bien cumplidos. Eso suele ocurrir al filo de los cuarenta abriles, y es entonces cuando te sientes totalmente derrotado y perdido. ¡Cuarentón en los años y ochentón en el peso! Se fue la juventud con todo lo que ella prometía y que no llegó a dar.
A partir de esta hora galopa Cronos vertiginosamente: más calva, canas luego, pesadez y torpeza donde sólo era agilidad y gracia, y, por fin, un poco de reuma, hipertensión, propensión a catarros, y cátate a tu humanidad en trance de ruina, y, desde luego, deformada, antiestética y en lamentable estado.
Todo esto que ha ocurrido en muchos años –que se te antojan brevísimos instantes- no sólo te coge desprevenido, sino situado en el mismo lugar en que te situaste al comienzo. Tus hermanas –pese a que son abuelas- siguen siendo “las niñas”; tus hermanos –sexagenarios ya- siguen siendo “los niños”; venerables matronas, solemnes y opulentas las unas, marchitas y lamentables las otras, siguen siendo “muchachas”. A veces, ante el asombro y la risa de tus hijos y nietos, dices con naturalidad pasmosa: “Fulanita es muy buena muchacha”. “Fulano es un muchacho que vale”. Y resulta que Fulanita y Fulano pasaron de los sesenta hace cerca de un lustro.
Si por suerte conservas a una vieja criada, una de esas mujeres antiguas que envejecieron al servicio de la casa; de esas que a sus señoritos hablan de “tú” porque vieron nacer a dos o tres generaciones de ellos, de sus “amos”, como ellas dicen todavía, entonces no es extraño que la veas preocupada y pesarosa porque “las niñas” salieron y se tardan. Entonces todo es suspirar: ¿Dónde estarán las niñas? ¿Qué les habrá pasado a las niñas? ¡Parece que las niñas se tardan! Y no cesa su desazón y su cuidado hasta que éstas aparecen: y entonces puedes ver que la vieja servidora, situada en el mismo altozano de la vida en que se colocara cincuenta años atrás, sigue viendo en aquellas señoras encanecidas, tristes y mustias ya, a “las niñas”, a sus niñas, a aquellas niñas a las que ella acunó y durmió tanas veces contándoles cuentos maravillosos de príncipes y de hadas.
La vida había pasado, sin que en aquella casa quisieran darse cuenta. JOSE MONTOTO
3 comentarios:
PRECIOSO, COMO TODO LO QUE NOS LLEGA DEL ABUELO DE TU MANO, JESÚS. GRACIAS POR HACERNOS RECORDAR LO QUE LA VIDA SE HA LLEVADO
La Mesa de Camilla estará separada en cuerpo, pero mas unida que nunca en espítitu. Gracias por tus palabras.
Claro que es precioso Cristina, tanto es todo lo que dejó abuelo no sólo escrito y hecho, es precioso también lo que la vida nos tiene guardado, porque la vida se nos lleva, pero también nos ofrece, y eso está aquí y ahora, y lo que está por llegar. Nos queda mucho por delante querída Cristina. Querída Primamiga del alma.
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