¡Ya lo creo! Todo cuesta, todo tiene su valor. No poco es el
valor que yo le doy a esto, no poco es el trabajo que cuesta el quehacer que
conlleva el escribir.
El darle valor a todo ello, aún pudiendo hacerlo, por ser
afectado directo en costes y costas, no lo haré, no, no lo haré, cuando además
el valor no es económico, ni mucho menos, pero el coste que tiene todo ello en
emociones, en melancolías, en desgarrones del corazón, en suspiros… en
definitiva, en lágrimas, no es poco, de verdad, no sale barato esto, no.
Es contento también, no puedo obviar ni negar que así sea,
para nada. Tener a mi alcance todas estas maravillas, poder hacer y deshacer,
leer y releer, buscar y rebuscar, encontrar, dedicar… Todo esto, que es de mi gusto,
a que decir que no es complaciente y amable trabajo, sería un reverendo tontaina
si lo negara, no lo hago, me siento incluso un privilegiado al tener y poder
leer cuantas veces quiera, cientos y cientos de “Pajaritas” y puedo decir, debo
decir, que estoy tremendamente agradecido a las cinco “Flores” que tuvieron a
bien hacer de mi persona el depositario de tan grande tesoro, dar gracias a esa
“Mesa Camilla” por desprenderse del mismo sabiendo el valor que tenía para
ellas no puede tener otra forma de, al menos, intentar pagarlo –sin ser
necesario el pago por ello- que siendo desgajado, desgranado, deshojando libro
por libro, haciendo llegar a todos y cada uno de vosotros éstas “Perlas” a las
que cada uno debe dar el valor que en verdad piense que puedan tener, para mí,
son impagables. Es por ello que aunque el coste de todo esto es grande,
escribir, comentar cada una que es publicada, buscar alguna que se quiera
rememorar, alguna que venga bien a cierto momento, a tal trance… No he de negar
que cuesta lo suyo, tiene su coste en tiempo, tiene su coste humano personal e
intransferible, pero valor, eso ya no sé, ni seré yo el que se lo dé, si lo
tiene, claro está, eso que se lo de quien se lo quiera dar, si cree que lo
tiene, y se lo quiere dar, claro está.
EL COSTE Y EL VALOR
Ese del coste y del valor es un problema viejo y de
resolución difícil e intrincada. Las cosas y la vida misma ofrecen a veces un
contraste fortísimo. Hay cosas que cuestan poco y valen un imperio, y cosas que
nos cuestan un sentido y sin valer un ochavo. La vida misma en opinión de un
poeta valía tan poca cosa que, puesto a hacer confidencias, nos dijo esta
ironía desgarrada: ¡Te he de decir una verdad, y es ésta: que no vale esta vida
lo que cuesta!
Pues si la vida entera no vale casi nada, ¿Valdrá una “Pajarita”?
Yo sé que no; yo sé que su valor es nulo. ¿Ves que no vale nada? Pues, sin
embargo, cuesta. Desde hace algunos días tiene un coste; modesto desde luego,
pero tiene su coste. Si éste estuviera en relación con su valor, yo podría
afirmar que cada “Pajarita2 puede valer –sin estraperlo alguno, a precio de
factura- una peseta justa. Las “Pajaritas” sevillanas son gratuitas; pero éstas
de ahora, que son de pueblo, éstas cuestan un poquito producirlas. Y si no
producirlas, transportarlas.
Hay muchísimos artículos que no valiendo nada o casi nada,
los encarecen los transportes. ¿Qué vale una arroba de paja en la era? Bien
poca cosa; pero el alambre de las pacas si vale, y no poco, y el que hace las
pacas cobra un jornal decente, y el que las transporta desde la era al pueblo
también cobra lo suyo, y luego el llevarlas a la estación, el facturarlas, el
retirarlas luego, el descargarlas en el almacén… ¿Qué a cuanto sale la paca de
paja en la ciudad? A millón. Y como éste de la paja te podría poner muchos ejemplos.
Pues las “Pajaritas” no tienen tantas manipulaciones; pero
el hecho es que nacen en mi pueblo y tienen que llegar hasta Sevilla, lo que es
causa de que tenga que usar un sobre, un sello de franqueo ordinario y otro
urgente, con lo que nos acercamos a la peseta. ¿Qué valen todavía menos? Lo sé,
pero me cuestan sin embargo: me cuestan la peseta y, además, el no pequeño
trabajo de escamotear un rato a tantos amigos, a tantas amables tertulias y a
tanta afectuosa relación.
No valen nada y a mí me cuestan mucho. Ironías del destino
que se empeña en desmentir aquello de “Lo que mucho vale mucho cuesta”. Esto no
vale nada y a mí me cuesta mucho. Me cuesta la peseta que es poco ciertamente.
Pero ¡anda que el trabajo de usar pluma y papel en este ambiente!
JOSE
MONTOTO
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