¡Genial! No lo puedo decir de otra forma, y mirad que hay calificativos de sobra, pero la forma de hablar y contar de esta familia y en especial de Don José Montoto González De La Hoyuela, Don José y Don Rafael Montoto De Flores, no tiene para mi otro que este. ¡Sencillamente... GENIALES!
Tengo mi casa convertida en una gran jaula, donde las "Pajaritas" viven en total libertad. Bueno, tampoco debería haber dicho esto, porque incierto es que vivan en total libertad, más si les pertenece toda la superficie de la casa en lo que a espacio habitable se pueda uno referir, rondan a sus anchas por cualquier rincón de la misma, revoletean de acá para allá a su libre albedrío con el permiso de mi querida señora y de este que subscribe, pues se posan en cualquier sitio donde yo pueda pasar un rato en su agradable compañia. Las hay en la mesíta de noche (dos, a veces tres tomos), en el salón, encima de la mesa, en el mueble de la televisión, en un sillón, en este otro, en la mesita a la vera de ese sillón donde está la lampara que ilumina su lectura a falta de luz natural, en la otra mesita que se encuentra al otro lado del sofá, en este mismo, en el cuarto de lectura donde está su jaulón principal de madera y cristal, en la cocina, incluso en la oficina donde trabajo y paso algunas horas en las que puedo escaparme con ellas en sus cortos pero interesantes y amenos vuelos, cualquier sitio es bueno para posarlas. En fín, que de vez en cuando tengo que llamarlas al orden para que vuelvan a su jaulón y no me riña mi señora esposa. Tampoco es total la libertad en lo que a volar de nuevo se refiere, en ello sólo rige la elección de este que os las presenta, por su carga emocional, por su humor sano y cordial... ¡En definitiva! Por su Genialidad. No sé si acierto en este cometido, espero que sí, y sobre todo, que os gusten tanto cómo a mí.
Dos "Pajaritas" me revolotean y picotean, osadas ellas, más osado yo, me piden volver a surcar el cielo, me convencen de ello, les doy la libertad deseada de hacerlo para vuestro gozo y entrenimeiento. Me han transportado a casa de Don Perfecto. Gran tipo me parece este Don perfecto, ya lo creo. Don Perfecto puede ser el dueño y señor de cualquier casa, puede ser en casa del vecino, en la de amigo, en la tuya, en la de un hermano, primo, sobrino... Personalmente, a mi juicio (nunca mejor dicho) me ha llevado a Santa Marina y me he sentado en su despacho a presenciar dicha escena, pero como digo, puede ser cualquiera casa. Puedo decir también del mismo modo que he sido condenado en litigio exacto al que nos presenta y falla Don Perfecto, de igual manera que lo fué en este caso uno de los litigantes, y al mismo tiempo decir ¿Quien de vosotros no ha sido, no ha podido ser sentenciado, ajusticiado, de la misma forma y manera por litigio igual o parecido? Me sale una sonrisa de picarón al escribir esto, que no os podeis imaginar.
LOS PLEITOS DE LA CASA
La puerta del despacho se ha abierto desde fuera. Don Perfecto levanta la mirada, enarcando las cejas. Don Perfecto es abogado en ejercicio. Precisamente se halla estudiando unos autos voluminosos para hacer el escrito de conclusiones. Ante la interrupción que se le impone, hace un mohín de impaciencia y fatiga.
Ante él, ante su mesa, se encuentran sus dos hijos en edad escolar. Vienen a someterle sus discordias. La pendencia ha empezado en el cuarto de estar. "Mamá" ya la ha fallado, pero el vencido en la concordia, no conforme con dicha resolución, ha apelado a "Papá", con el gesto resuelto y desesperado de quien lleva el asunto al Supremo.
Lo malo es que "Papá" no está de humor ni tiene tiempo para perderlo en esta niñerías. En un primer instante piensa encararse con los litigantes y conminarles a que salgan del despacho. Pensándolo mejor, se decide a escucharles. Mas su aspecto ceñudo y el nervioso tamborileo de sus dedos sobre la tapa de la mesa, presagian a las claras que habrá condena en costas para el vencido. Después aclararemos el concepto.
La cuestión es sencilla: se discute la propiedad de una bonita goma de borrar. "Es mía" -dice el actor- "Él me la dió" -contesta el demandado- "Prestada nada más" -se puntualiza en trámite de réplica- "¡Mentira!... ¡Regalada!... Lo que se dá no se quita".
Como se ve, la dúplica no es manca. Ha sonado un principio de Derecho Infantil que tiene universal aceptación entre todos los niños del planeta. (Otro día os hablaré del Derecho Infantil y de su Código).
Don Perfecto hace alguna pregunta para mejor proveer. Al cabo se levanta, pide la goma de borrar al chico, se la entrega al mayor y volviendo su atención al pequeño le propina un par de azotes en el lugar preciso donde el pantalón está algo deslucido del roce del pupitre. Es la condena en costas que ya se presentía.
Renacida la calma. Don Perfecto retorna a su trabajo. Pero ha perdido el hilo de su razonamiento. Y sin querer le sigue dando vueltas en el magín al pleito de la goma de borrar.
Desde luego que el chico carecía de razón. Pero ¡Qué listo y despejado es! ¡Qué oportuno en sus dichos y en sus alegaciones! ¡Qué picardía la suya! ¡Qué brillo el de sus ojos y qué carmín más vivo el de sus mejillas tersas mientras habla en apoyo de su tesis!... Don Perfecto concluye por sonreír a solas. Le place que este niño sea tan buen abogado. Le enternece pensar que algún día llegue a serlo. También siente orgullo de que los hijos vengan a buscarle como a juez que no puede equivocarse. Tal vez sea éste el atributo más noble y elevado de la paternidad.
Don Perfecto concluye por sacar una goma de borrar de cajón de su mesa de despacho. Va en busca de sus hijos y se la entrega al que carece de ella.
Después vuelve de nuevo a su trabajo. Atrás queda "Mamá" diciéndole a los niños que así están de mimados, que "la culpa la tiene vuestro padre" y que si tal y que si cual... Pero este nuevo pleito lo esquiva Don Perfecto con una chirigota.
José Montoto De Flores
2 comentarios:
Mañana haré pública la "Pajarita" en la que Don Perfecto habla sobre el "Derecho Infantil"
¡Cómo me suena el pleito de Don Perfecto! a diario lo vivo (pero ya como jueza, y no como litigante ¡ay!), y a diario me debato en cuál es la sentencia más justa. Aunque yo casi siempre salgo peor parada que don Perfecto, porque yo... ¡no tengo ni idea de ninguna chirigota!
Gracias, Jesús, por dejar volar las pajaritas fuera de su jaula (y a tu santa esposa por permitir ese revoloteo), y sobre todo gracias por hacernos sonreír. besos
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