No sé ni como empezar, tengo muchas cosas en la cabeza, el título de la publicación, ¿por qué?, ni yo mismo lo sé, leyéndola se me ha ocurrido, ¿está bien?, tampoco lo sé, juzgarlo vosotros.
Todo viene por la "Pajarita" que en esta ocasión abuelo me brinda de nuevo. Ya todos sabéis como me gusta leerlas, no hace falta repetirlo, en este momento de lectura estoy en la oficina, ya es casi la hora de cerrar y el movimiento de la mañana se ha tranquilizado, me puedo relajar, suena una agradable canción en la radio y me dispongo a leer otro recopilatorio que mi madre ha tenido la gentileza de prestarme, abro el mismo y... "Plegaria por la Casa".
Todo acompaña, la música, la tranquilidad, la soledad del momento, sí esa soledad ¿os acordáis? viene de nuevo, pero me gusta, siento que no estoy solo, recuerdos me llegan a la mente y personas, muchas personas, que me pasan por el pensamiento, también sabéis quienes son, o por lo menos os lo imaginais.
En esta "Pajarita" algo me llama mucho la atención, y no es la primera vez, es el cariño que sentía abuelo por su casa, (bueno, por su casa, sus recuerdos, sus hijos, por todo lo que él quería y sentía suyo)
Cuando leo estas maravillas me emocionan mucho, me hacen sentirme triste por no poder compartir con él tantas cosas, pero a la vez me hacen sentirme "feliz" y muy orgulloso de llevar sus apellidos y pertenecer a esta casa a la que él tanto quiere.
Abuelo, te admiro, no tengo dudas, no las tenía, ni jamás las tendré, que eres la mejor persona del mundo, es una verdadera pena no haber podido estar contigo aunque fuera un solo momento en una de esas soledades, cuánto hubieramos hablado, cuánto hubieramos compartido. Creo que hubíeramos hecho muy buenas migas los dos.
Vera usted, don José, ese troncón tan grande sigue ardiendo en su casa, la alegría, el consuelo y el calor de la chimenea, siguen confortando a los de su sangre, pero no solo en su casa, también en las nuestras, porque el arbol que dió ese troncón, y tantas ramas, sigue creciendo, y asi seguirá por muchos años, son tantas las brasas que está dejando que no se extinguirá nunca, como nunca podrá ir a su casa gente extraña, el Señor le concedió su petición, porque así lo deseaba él.
Todo viene por la "Pajarita" que en esta ocasión abuelo me brinda de nuevo. Ya todos sabéis como me gusta leerlas, no hace falta repetirlo, en este momento de lectura estoy en la oficina, ya es casi la hora de cerrar y el movimiento de la mañana se ha tranquilizado, me puedo relajar, suena una agradable canción en la radio y me dispongo a leer otro recopilatorio que mi madre ha tenido la gentileza de prestarme, abro el mismo y... "Plegaria por la Casa".
Todo acompaña, la música, la tranquilidad, la soledad del momento, sí esa soledad ¿os acordáis? viene de nuevo, pero me gusta, siento que no estoy solo, recuerdos me llegan a la mente y personas, muchas personas, que me pasan por el pensamiento, también sabéis quienes son, o por lo menos os lo imaginais.
En esta "Pajarita" algo me llama mucho la atención, y no es la primera vez, es el cariño que sentía abuelo por su casa, (bueno, por su casa, sus recuerdos, sus hijos, por todo lo que él quería y sentía suyo)
Cuando leo estas maravillas me emocionan mucho, me hacen sentirme triste por no poder compartir con él tantas cosas, pero a la vez me hacen sentirme "feliz" y muy orgulloso de llevar sus apellidos y pertenecer a esta casa a la que él tanto quiere.
Abuelo, te admiro, no tengo dudas, no las tenía, ni jamás las tendré, que eres la mejor persona del mundo, es una verdadera pena no haber podido estar contigo aunque fuera un solo momento en una de esas soledades, cuánto hubieramos hablado, cuánto hubieramos compartido. Creo que hubíeramos hecho muy buenas migas los dos.
Vera usted, don José, ese troncón tan grande sigue ardiendo en su casa, la alegría, el consuelo y el calor de la chimenea, siguen confortando a los de su sangre, pero no solo en su casa, también en las nuestras, porque el arbol que dió ese troncón, y tantas ramas, sigue creciendo, y asi seguirá por muchos años, son tantas las brasas que está dejando que no se extinguirá nunca, como nunca podrá ir a su casa gente extraña, el Señor le concedió su petición, porque así lo deseaba él.
Creame usted, don José, estoy segurísimo, que una de las ramas de ese arbol nunca dejará que su casa vaya a gente extraña.
"PLEGARIA POR LA CASA"
La noche del domingo la he pasado sumergido en un baño de silencio. De silencio y de calma. Hacía ya muchos días que no iba a Lora, y el domingo en la tarde fuí allí a la querencia. Dos hijos que allí viven, y otros dos que no viven en el pueblo pero que al pueblo fueron, me deparaban grata ocasión de ir.
En la casa de Lora, y en una chimenea bajo cuya campana cabemos unos cuantos, ardía un hermoso leño al arrimo de varios palitroques. La casa silenciosa, el fuego alegre y vivo, los hijos departiendo en fraterno coloquio, y yo quieto y callado gozando dos calores confortantes: el de la leña ardiendo, y el calor de los hijos, granados y en sazón.
Al amor de la lumbre hemos descorchado una botella que hemos ido bebiendo a sorbos lentos. Porque el calor del vino rima bien con los otros dos calores del fuego y la familia. Luego que hemos cenado, hemos vuelto al hogar en donde el fuego pone la alegría de las llamas inquietas y brillantes. Y así una hora y otra, hasta que ellos -los hijos- se han ido a descansar.
Yo entonces me he quedado solo y quieto. Soledad y quietud sentado a la candela, no es estar solo ni es tampoco estar quieto. Tus pensamientos van, no de una parte a otra, sino de éste a otro tiempo. y yo me fuí muy lejos, y en unas horas volví a vivir muchos, muchos instantes de mi vida. Y como está mi vida engarzada a otras vidas, estuve acompañado por aquellas personas que compartieron sus vidas con la mía.
Se ha consumido un palo y otro palo; el reloj ha corrido; aquel troncón tan grande, que era como el patriarca de la lumbre, ya es tan sólo un recuerdo que en las brasas se deshace y desmorona.
Son cerca de las tres; los hijos duermen, la casa está en silencio. Y yo me he retirado melancólico; el troncón que era como la base y el sostén del fuego, se hizo cenizas ya. El troncón ya no existe. Y yo entonces hallé una semejanza entre el troncón y yo. Como él, yo soy la base y el sostén de un hogar. Como él, me voy quemando y consumiendo.
Pero en este abrasarse se siente un ansia, un deseo de seguir. Y ese afán y tal ansia se concreta en los hijos y en las cosas. El hombre siempre quiere continuar. El hombre pone en las cosas un amor y un deseo de pervivencia. Y yo anoche, por eso, sentí exaltado amor hacia mi casa. Aquella casa en que nació mi madre -ahora va a hacer cien años- y en donde yo nací, es, más que propiedad, una cosa muy mía, muy íntima y entrañable.
Y yo. en aquellas horas tan quietas y calladas, mirando al leño que lo mismo que yo se acaba y se consume, le he pedido al Señor que, bajo la campana de aquella chimenea halle siempre calor y alegria y consuelo alguno de mi sangre. Y le pedí: Señor, que esta casa no vaya nunca a gente extraña-
JOSÉ MONTOTO
1 comentarios:
Jesús: vas a tener que clasificar las pajaritas como antes se clasificaban las películas, y así nos preparamos para lo que vamos a leer. Un *: "de reir", y ** "de llorar", así una coge sus gafas de sol y sus klinex y se pone a leer tan pancha. Si no no hay manera, por mu bueno que sea el leño.
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