¡Petición aceptada! Efectivamente, alguien pide, yo cumplo. ¡Búscame... a ver si me puedes buscar tal "Pajarita", no sé cómo se llama, ni el año en que fue publicada, sólo sé que... Silverio iba por jara!
No iba a ser fácil, ya lo creo, buscar entre cien, doscientas, trescientas... bueno, pues si, moverse y buscar entre estas cantidades es, o puede ser fácil, de hecho, lo es, pero buscar entre más de diez mil, enjauladas y divididas en unas cuantas jaulas, eso ya es harina de otro costal, es mucho mas... diremos: campo repleto de jara, donde tendré que llevar y traer una buena "jarría" de borricos para transportar hasta el tejar una o unas cargas, donde además hay al lado del tejar cierta vecina "panadera" ella, siempre al tanto de las idas y venidas de la "jarría", y, a la cual le encanta que el fuego del horno, su horno, sea el más intenso posible, eso si, para que se cueza bien y nunca falte el pan en el mismo, para deleite y gusto de sus clientes y comensales.
Bueno, pues para esto está aquí de nuevo Silverio con su "jarría", para transportar de la misma forma, independiente y libre, solícito, entregado y abnegado a grata, pero sufrida labor, y así hacer llegar hasta tejares y panaderías la "jara" con la cual alimentar el fuego de los hornos donde se cuecen el pan y los ladrillos con los que dar sustento y cobijo a los habitantes de esta casa que se construye despacio, sin prisas, con cariño, como a fuego lento, que es como mejor se cuecen los manjares, otras a fuego grande y vivo, que es como mejor se cuece el barro para fabricar los ladrillos con los que levantar paredes y muros, las tejas con las que hacer el techo que nos proteja de las inclemencias y el mal tiempo, en definitiva, construir casa confortable y acogedora para sus moradores.
Los tiempos cambian, no sé si para mejor o peor, no podría valorar lo pintoresco, ni siquiera si es pintoresca ésta forma de buscar y rebuscar, de traer "jara" a éste tejar, las "jarrías" de por sí, son lentas, al paso del noble animal y su dueño, paso lento por el borde de sendas y caminos. Éste particular Silverio no cogerá bicicleta alguna, seguirá con sus pollinos, lo único que espero es, que las cuentas salgan cabales, que no haya tachones y que el libro que un día se abrió aquí, nunca se cierre.
SILVERIO EN BICICLETA
Más bien debería haber escrito “Silverio ya no es Silverio”.
Bien es cierto que no lo fue jamás. Lo fue uno de los suyos, y él heredó ese
nombre como el que hereda un mote. Su hijo si es Silverio de verdad.
Considerando él que el hijo heredaría también el nombre, se lo impuso en pila
para que fuese un Silverio sin trampa ni cartón.
Silverio estuvo siempre adornado de dos grandes virtudes.
Fue una la hombría de bien y laboriosidad. Fue otra su apego a las costumbres y
a los usos antiguos. Y aún tenía otra virtud: su amor a la independencia en
todos los aspectos. En el del trabajo, por ejemplo, no gustó formar parte de
cuadrillas obreras, sino que él “se las buscaba” dentro de un individualismo
independiente. El se hizo lo que en mi pueblo se llama “jarruchero”. Él tenía
una “jarría” de borricos e iba y venía al campo en servicio de arrería llevando
cargas de estiércol a los olivares, acarreando aceitunas, y, de modo más
continuado, trayendo cargas de jara para los hornos de los tejares y las
panaderías.
El iba por esos campos de Dios con su “jarría”, libre, feliz
e independiente ganándose la vida honradamente sin depender de nadie y que
nadie tuviese que mandarle. Servía a todo el mundo sin por ello dejar de ser
señor de él mismo. Una vez lo trataron de interesar en propagandas y monsergas
políticas. Le pintaban un mundo más risueño, un porvenir más grato, y no
sabemos cuántos beneficios. A los que el buen sentido de Silverio hubo de
contestar: “Dejadme a mí de historias, que yo sé lo bastante de la vida. ¿Que mandó
don Fulano? ¡Silverio iba por jaras! ¿Que mandó Fulanillo? ¡Silverio iba por
jaras! ¿Que pasó tal cosa? ¡A por jaras Silverio! ¿Que cambió aquella cosa?
¡Pues Silverio a por jaras! De modo y manera que, como quiera que pase lo que
pase, alguien tiene que ser el que vaya por jaras y ese alguien me ha tocado
ser a mí, ¿a que meterme en líos? Y por jaras siguió yendo Silverio, conforme
con su suerte y contento y feliz.
Yo había visto a Silverio muchas veces, siempre del mismo
modo. Al lado de su “jarría” de pollinos, agobiados éstos bajo la voluminosa
carga de jaras, y Silverio caminando al borde de la senda con su paso cansino
de hombre que sabe lo que vale el tiempo y que no por correr se adelanta
camino.
Pero… ya lo decía en un principio: Silverio ya no es
Silverio. Y es que en el campo, igual que en la cuidad, nada es ya como era, y
nuevos usos se imponen cada día. Ya la estampa del campo es diferente a como
siempre fue. Las eras inmensas de trabajo despacioso y humano han desaparecido
dejando libre el campo al maquinismo; los aperos de yuntas dejaron campo libre
a los tractores, y todo evoluciona a paso muy ligero. Tan ligero, que se ha
tambaleado el casticismo del mismísimo Silverio, al que ayer hemos visto
¡montado en bicicleta!
Silverio en bicicleta representa la liquidación de una edad,
la muerte de unos usos y de unas tradiciones, el sucumbir de la historia ante
la actualidad tirana. Silverio en bicicleta es como el borrón y cuenta nueva
aplicado a una edad; el borrón con el que se tacha un pasado pintoresco y
feliz, y la cuenta nueva que se abre en un libro en el que, al rematar, pudiera
ser que no hubiesen salido bien las cuentas.
JOSE MONTOTO
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