Bueno, hace ya tiempo que no leemos a tío Jesús, y yo, personalmente, lo echo mucho de menos en este blog, así que le voy a poner otro anzuelo, a ver si el pececillo pica y nos cuenta algo de la foto que pongo a continuación, y que procede del album de las tías María y Tote. Pido a sus secretarios loreños que se pongan las pilas.
Es otra foto que me intriga. Os explico por qué.
Día luminoso de Cádiz. Una tata toda vestida de blanco (¿será Rafaela?) que está en primer plano, se marcha, dejando sentados en un banco de azulejos a cuatro niños y una niña con sus libros abiertos. Otra niña rubilla, más pequeña, corretea ya detrás de la tata (bueno, creo que es una niña, porque no se le ven pantalones). Los que están sentados permanecen muy derechitos y muy monos, con sus piernas colgando, aunque no sé muy bien si el fotógrafo (¿el abuelo quizás?) sería tan iluso como para pensar que se iban a quedar toda la tarde con el cardo cardinis, o con que aguantaran hasta que hiciera la foto se conformaba. Yo, personalmente, estoy segura que en cuanto desapareciera la tata y se relajara el fotógrafo, empezarían los codazos y los empujones... ¿me equivoco, tío Jesús? De hecho, si se amplia la foto, se ve que el que se encuentra más a la derecha tiene una cara de pícaro que se cae de espaldas y ya tiene una sonrisa en los labios que no denota mucha concentración... ¿empezaría él con los codazos?
No sé muy bien quiénes son esos cinco niños tan estudiosos, con ese mar gaditano de fondo que no invita precisamente a concentrarse en los libros, pero me pega que tío Jesús se encuentre entre ellos, y como tiene una memoria envidiable, lo invito a que nos cuente más cosas de la foto. Me encantará leerlo.
Yo, por mi parte, investigaré en la mesa camilla, pero no estoy muy segura de enterarme de nada porque tenemos a la tuneladora, día y noche, debajo del balcón. Así que, tío Jesús, eres la última esperanza para aclarar mis dudas.
Besos.
2 comentarios:
La foto es tan pequeñita que no reconocemos a nadie, aunque la muchacha sería Rafaela. La foto tiene ya 80 años, seguro que era de esas que el fotógrafo metía la cabeza debajo de un trapo, mejor no pudo salir.
Me trae muchos recuerdos la Alameda de Cádiz, donde íbamos todas las tardes a jugar. Allí lo que menos hacíamos era sentarnos como estamos en la foto. Corríamos, teníamos amigos de nuestra edad, veíamos por la balaustrada el mar, jugábamos al escondite detrás de un árbol enorme, que todavía sigue igual de hermoso. La Alameda es un paseo muy bonito, el suelo lo tiene de chinitos y losetas haciendo dibujos, los bancos de cerámica y de hierro, los jardines con toda clase de flores. A nosotras nos encantaba todos los días la llegada del barquillero, apenas asomaba corríamos hacia él, y lo rodeábamos con la intención de ver quién ganaba más, porque donde llevaba los barquillos tenía la tapadera con números y una flecha que giraba, según le dábamos nos caía un número, como en la rueda de la fortuna, según la suerte de cada una le tocaban más o menos barquillos.
Sabréis que de los 10 hermanos que éramos, 6 nacimos en Cádiz -las 5 de la mesa camilla y Jesús-, así que tenemos muchos recuerdos de allí. ¡Me parece que pensábais que eramos de Lora! ¡nada de eso, que no somos de pueblo, que somos de capital!
Tiene Cádiz una plaza muy bonita, la plaza de Mina. Está en pleno centro, entre la calle Ancha y la Alameda. Resulta que en Cádiz, por las tardes sale mucha gente a la calle, no sé si será por el clima, la cosa es que a nosotras nos llamaba la atención la cantidad de señoras viejas que había siempre en la plaza de Mina. Bueno, pues un día, hace poco tiempo, una de las de la mesa camilla fue a Cádiz a unos encargos, se cansó y se sentó un rato en un banco de la plaza. De pronto le vinieron a la memoria nuestros comentarios de la niñez sobre la cantidad de viejas que había en aquella plaza y pensó ¡ahora la vieja soy yo!... Y se puso a llorar. ¡Hay que ver la vida como corre! ¡qué velociad! ¡qué barbaridad!, pero hay que conformarse, la vida es así.
Tía Salud, a ver si te suena esto : En la Plaza de Mina / hay un lagarto / que se come a las niñas / de moño alto. Después de todo, tuvísteis suerte vosotras de escapar a tan pérfido reptil.
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