Querida familia:
Hoy es un día que, por la circunstancia que en el acaeció, hace sesenta y siete años, día que yo quiero recordar con el cariño más grande que se pueda tener, o, poner en unas líneas, para tributarle homenaje a la memoria de nuestra abuela.
Querida abuela, en este día, este tu nieto, y en representación de tus hijos e hijas, y todos los demás nietos y familiares, quiere dedicarte esta pajarita que un día publicó abuelo, para mandarte desde aquí ese beso, que él vio dar a tu fotografia por boca de una de tus nietas, beso que quiero hacer extensivo a todos tus nietos, y te mandamos desde aquí.
Un beso he visto dar en la tarde de ayer, que, aun cuando no fue a mí, me acarició como beso ninguno me acarició en la vida.
La mujer tiene siempre instinto maternal. Unas veces ese instinto se produce de arriba abajo: La madre quiere al hijo, la que no tiene hijo quiere a un hijo nonnato, y que nació, no obstante, en su ilusión y anhelo, y hasta la niña, en virtud de ese instinto, acuna su muñeco y le canta y lo duerme y lo besa, y hasta finge enfadarse y simula reñirle. Este es el instinto maternal de arriba abajo.
Pero hay a veces ocasiones en que ese instinto se produce de abajo arriba: No queriendo ser madre de quien lo fuera suya, sino sintiéndose hija de aquella de quien viene. Y esto de una manera instintiva y por un llamamiento y un imperativo de la sangre: Por un tironazo fuerte, enérgico y firme que nos lleva a identificarnos con nuestros ascendentes.
Tengo unas nietecillas: Una de ellas, en la tarde de ayer, y estando en brazos de una de mis hijas, se encontraba muy cerca del piano. Sobre él, como es costumbre, hay algunos objetos, entre ellos una estampita de la Virgen y un retrato de alguien que se fue de la vida. Y mirando, mirando ayer mi nietecilla, pidió que la acercaran, y, una vez puesta cerca, decidió: "un besito a la Virgen". Lo dio y acto seguido sentenció: "ahora otro beso a abuela"
Ni ella la ha reconocido ni sabe -ni edad tiene de saber- sino que aquella le han dicho que es su abuela. Y sólo por esto, por ese instinto maternal de abajo arriba, ella ha dado un beso; un beso serio y hasta se diría que emocionado, solemne; quizas no mentiría si dijese que iba el beso lleno de majestad.
A mí el beso me dio en lo hondo del alma. Yo, se diría que lo vi subir arriba, muy arriba, y que el beso encontraba, no un cartón, sino una faz radiante y feliz y gozosa. Los labios de la niña seguramente percibieron, no la superficie del papel, sino el contacto de algo suave, tibio, grato y embriagador.
La abuela recibió seguramente el beso de la nieta. La que se fue del mundo presintiendo que tendría unas nietas a las que no tendría el consuelo de besar, fue agraciada por Dios con ese premio; con el premio de un tierno sentimiento en una niña, con la inspiración de un delicioso anhelo de besar, y con la realización de aquel anhelo por medio de un suave y tiernisímo osculo dado por unos labios inocentes y puros, y en cuyo sonrosado entra la sangre que la abuela dejó en sus cuerpos que salieron de ella misma. La sangre iba en busca de su misma sangre, el nombre en busca de su mismo nombre; el alma de la niña, en busca de otra alma a la que ella se quiere parecer. Y el beso dado aquí se recibió tan alto, tan arriba, que hoy la abuela que se fue de este mundo sin haber paladeado el supremo deleite del beso de sus nietas, ha conocido ya ese deleite, y hoy con motivo nuevo, grande, noble y gozoso. Redoblaría grandes alabanzas a la misericordia del Señor.
JOSE MONTOTO
Hoy es un día que, por la circunstancia que en el acaeció, hace sesenta y siete años, día que yo quiero recordar con el cariño más grande que se pueda tener, o, poner en unas líneas, para tributarle homenaje a la memoria de nuestra abuela.
Querida abuela, en este día, este tu nieto, y en representación de tus hijos e hijas, y todos los demás nietos y familiares, quiere dedicarte esta pajarita que un día publicó abuelo, para mandarte desde aquí ese beso, que él vio dar a tu fotografia por boca de una de tus nietas, beso que quiero hacer extensivo a todos tus nietos, y te mandamos desde aquí.
Un beso he visto dar en la tarde de ayer, que, aun cuando no fue a mí, me acarició como beso ninguno me acarició en la vida.
La mujer tiene siempre instinto maternal. Unas veces ese instinto se produce de arriba abajo: La madre quiere al hijo, la que no tiene hijo quiere a un hijo nonnato, y que nació, no obstante, en su ilusión y anhelo, y hasta la niña, en virtud de ese instinto, acuna su muñeco y le canta y lo duerme y lo besa, y hasta finge enfadarse y simula reñirle. Este es el instinto maternal de arriba abajo.
Pero hay a veces ocasiones en que ese instinto se produce de abajo arriba: No queriendo ser madre de quien lo fuera suya, sino sintiéndose hija de aquella de quien viene. Y esto de una manera instintiva y por un llamamiento y un imperativo de la sangre: Por un tironazo fuerte, enérgico y firme que nos lleva a identificarnos con nuestros ascendentes.
Tengo unas nietecillas: Una de ellas, en la tarde de ayer, y estando en brazos de una de mis hijas, se encontraba muy cerca del piano. Sobre él, como es costumbre, hay algunos objetos, entre ellos una estampita de la Virgen y un retrato de alguien que se fue de la vida. Y mirando, mirando ayer mi nietecilla, pidió que la acercaran, y, una vez puesta cerca, decidió: "un besito a la Virgen". Lo dio y acto seguido sentenció: "ahora otro beso a abuela"
Ni ella la ha reconocido ni sabe -ni edad tiene de saber- sino que aquella le han dicho que es su abuela. Y sólo por esto, por ese instinto maternal de abajo arriba, ella ha dado un beso; un beso serio y hasta se diría que emocionado, solemne; quizas no mentiría si dijese que iba el beso lleno de majestad.
A mí el beso me dio en lo hondo del alma. Yo, se diría que lo vi subir arriba, muy arriba, y que el beso encontraba, no un cartón, sino una faz radiante y feliz y gozosa. Los labios de la niña seguramente percibieron, no la superficie del papel, sino el contacto de algo suave, tibio, grato y embriagador.
La abuela recibió seguramente el beso de la nieta. La que se fue del mundo presintiendo que tendría unas nietas a las que no tendría el consuelo de besar, fue agraciada por Dios con ese premio; con el premio de un tierno sentimiento en una niña, con la inspiración de un delicioso anhelo de besar, y con la realización de aquel anhelo por medio de un suave y tiernisímo osculo dado por unos labios inocentes y puros, y en cuyo sonrosado entra la sangre que la abuela dejó en sus cuerpos que salieron de ella misma. La sangre iba en busca de su misma sangre, el nombre en busca de su mismo nombre; el alma de la niña, en busca de otra alma a la que ella se quiere parecer. Y el beso dado aquí se recibió tan alto, tan arriba, que hoy la abuela que se fue de este mundo sin haber paladeado el supremo deleite del beso de sus nietas, ha conocido ya ese deleite, y hoy con motivo nuevo, grande, noble y gozoso. Redoblaría grandes alabanzas a la misericordia del Señor.
JOSE MONTOTO
1 comentarios:
Bueno, pues he acompañado el texto de Jesús con la foto que seguramente estaba encima del piano, para que todos nosotros, los nietos, bisnietos e incluso tataranietos, repitamos el gesto que tuvo aquella nieta de entonces. Estoy segura que nuestros besos subirán también hasta donde ellos se encuentren, y se deleitarán los dos de ver que son recordados.
Y a las Flores les doy desde aquí un abrazo muy fuerte, para que les alivie en la medida de lo posible la tristeza que seguro que tienen hoy al recordar de nuevo, -67 veces ya-, ese triste día que las marcó para siempre. Sé que la recuerdan cada día, pero el recuerdo de hoy debe ser muy muy triste para ellas.
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