Por María Dolores Montoto Flores
Sabido es de todos la existencia de la Seguridad Social y clínicas privadas, donde acudir en caso de emergencia. ¿Creéis que esto ha sido así toda la vida? ¡No, hijo, no!, en nuestra época, de pequeños, iba todo parejo al barbero que le rapó el cogote a Maruja en Lora, o sea, todo ARTESANAL.
En mi casa, el diagnóstico médico lo hacían mi madre, Isabel y Rafaela, las tres reunidas ¡esta niña está malucha, a ver, saca la lengua! (porque esto de la lengua era un signo muy importante) ¡la tiene muy blanca, tiene el estómago sucio, hay que darle un purgante!
¿Sabéis lo que era un purgante? Los había de muchas clases.
-Uno era EL CALAMELANO, era tan fuerte y perverso que no llegó a nuestra época, pues mataba a más gente que curaba, por lo que fue retirado del mercado.
-El ACEITE DE RICINO, como su nombre indica, era un aceite, metido en una botellita con un sabor tan malo que encima te daban un vaso de zumo de naranja para quitarte el mal sabor.
-EL AGUA DE CARABAÑA, este era el preferido de Rafaela, era un agua con un sabor AGRIO-AMARGO-SALADO… ¡asqueroso!
-Por último, LA MAGNESIA SAN PEREGRINO, que era el preferido de nosotras. Eran unos polvitos blancos, metidos en unas cajitas de rojas o verdes, con sabor un poco a anís, más llevadero de tomar.
El ritual era que por la mañana temprano llegaba Rafaela, te despertaba diciéndote: ¡niña, bébete ésto! Lo bebíamos de un trago sin respirar y nos quedábamos hechas polvo. Esto tenía como contrapartida que ese día no íbamos al colegio, pues el efecto del medicamento os lo imagináis.
No todo lo que sucedía se resolvía por métodos caseros. Cuando te dolían las muelas te llevaban al dentista... ¿os lo cuento? Nada de empastes. La muela te la sacaba de un tirón, parecido al método usado por los sacamuelas de antaño, y el resultado era que te pasabas varios días con la cara hinchada y hemorragia de sangre, que obstruían con un tapón de algodón en el hueco de la muela.
Había también casos especiales, como pasó conmigo, tenía alguna dificultad en los pies. Torcía y doblaba los zapatos por detrás, por el talón… y aquí llegó el método casero, pensaron como solución ponerme un calzado duro… unas botas. Ahora no importaría porque existen botas de niños preciosas, pero entonces ¡amigos!, lo que se llamaba botas de niños eran bastas, duras, marrones y con cordones. Yo era pequeña y no me acuerdo, pero por lo visto me negué a ponerme esa fealdad y como último recurso acudieron a mi padre, este que en toda su vida puso sus manos encima de ninguno de sus hijos, las puso encima mía, y desde entonces siempre que me pedía algo que me costaba hacer me recordaba ¡mira que te voy a poner las botas!
Vosotros habéis tenido mucha suerte, os lo dan casi todo resuelto. Tenéis, por ejemplo, una Ministra de Sanidad que os libra de la Gripe A y de los humos del tabaco. Por cierto, Maruja, que no se entere que fumas mientras viene la inspiración de escribir, que nos va a cerrar el blog. La seguridad que tenéis con una Ministra de Defensa, doña Carme Chacón, que como medida de autoprotección a los barcos atuneros, le ha instalado cañones de agua y sirenas de alto voltaje ¡toma piratas para que os enteréis!
La de Consumo, que cualquier día aparece por nuestras casas controlando los grados del aire acondicionado para ahorrarnos dinero en los recibos de la luz. Nuestra vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, tan sencilla, que le arregla el pelo el barbero de Maruja en Lora.
¿Y la suerte de la LEY ORGÁNICA DE LA ECONOMÍA SOSTENIBLE DE ZAPATERO? ¿Hay quién de más?
La que sí me tiene contenta es la compensación a los descendientes de los moriscos expulsados en el siglo XVII, porque pienso que a lo mejor indagando puede que lleguen a mí.
En fin, es de agradecer tantas atenciones y molestias como se toman por todos nosotros, pero eso sí, desde luego A CAMBIO DE NADA.
Sabido es de todos la existencia de la Seguridad Social y clínicas privadas, donde acudir en caso de emergencia. ¿Creéis que esto ha sido así toda la vida? ¡No, hijo, no!, en nuestra época, de pequeños, iba todo parejo al barbero que le rapó el cogote a Maruja en Lora, o sea, todo ARTESANAL.
En mi casa, el diagnóstico médico lo hacían mi madre, Isabel y Rafaela, las tres reunidas ¡esta niña está malucha, a ver, saca la lengua! (porque esto de la lengua era un signo muy importante) ¡la tiene muy blanca, tiene el estómago sucio, hay que darle un purgante!
¿Sabéis lo que era un purgante? Los había de muchas clases.
-Uno era EL CALAMELANO, era tan fuerte y perverso que no llegó a nuestra época, pues mataba a más gente que curaba, por lo que fue retirado del mercado.
-El ACEITE DE RICINO, como su nombre indica, era un aceite, metido en una botellita con un sabor tan malo que encima te daban un vaso de zumo de naranja para quitarte el mal sabor.
-EL AGUA DE CARABAÑA, este era el preferido de Rafaela, era un agua con un sabor AGRIO-AMARGO-SALADO… ¡asqueroso!
-Por último, LA MAGNESIA SAN PEREGRINO, que era el preferido de nosotras. Eran unos polvitos blancos, metidos en unas cajitas de rojas o verdes, con sabor un poco a anís, más llevadero de tomar.
El ritual era que por la mañana temprano llegaba Rafaela, te despertaba diciéndote: ¡niña, bébete ésto! Lo bebíamos de un trago sin respirar y nos quedábamos hechas polvo. Esto tenía como contrapartida que ese día no íbamos al colegio, pues el efecto del medicamento os lo imagináis.
No todo lo que sucedía se resolvía por métodos caseros. Cuando te dolían las muelas te llevaban al dentista... ¿os lo cuento? Nada de empastes. La muela te la sacaba de un tirón, parecido al método usado por los sacamuelas de antaño, y el resultado era que te pasabas varios días con la cara hinchada y hemorragia de sangre, que obstruían con un tapón de algodón en el hueco de la muela.
Había también casos especiales, como pasó conmigo, tenía alguna dificultad en los pies. Torcía y doblaba los zapatos por detrás, por el talón… y aquí llegó el método casero, pensaron como solución ponerme un calzado duro… unas botas. Ahora no importaría porque existen botas de niños preciosas, pero entonces ¡amigos!, lo que se llamaba botas de niños eran bastas, duras, marrones y con cordones. Yo era pequeña y no me acuerdo, pero por lo visto me negué a ponerme esa fealdad y como último recurso acudieron a mi padre, este que en toda su vida puso sus manos encima de ninguno de sus hijos, las puso encima mía, y desde entonces siempre que me pedía algo que me costaba hacer me recordaba ¡mira que te voy a poner las botas!
Vosotros habéis tenido mucha suerte, os lo dan casi todo resuelto. Tenéis, por ejemplo, una Ministra de Sanidad que os libra de la Gripe A y de los humos del tabaco. Por cierto, Maruja, que no se entere que fumas mientras viene la inspiración de escribir, que nos va a cerrar el blog. La seguridad que tenéis con una Ministra de Defensa, doña Carme Chacón, que como medida de autoprotección a los barcos atuneros, le ha instalado cañones de agua y sirenas de alto voltaje ¡toma piratas para que os enteréis!
La de Consumo, que cualquier día aparece por nuestras casas controlando los grados del aire acondicionado para ahorrarnos dinero en los recibos de la luz. Nuestra vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, tan sencilla, que le arregla el pelo el barbero de Maruja en Lora.
¿Y la suerte de la LEY ORGÁNICA DE LA ECONOMÍA SOSTENIBLE DE ZAPATERO? ¿Hay quién de más?
La que sí me tiene contenta es la compensación a los descendientes de los moriscos expulsados en el siglo XVII, porque pienso que a lo mejor indagando puede que lleguen a mí.
En fin, es de agradecer tantas atenciones y molestias como se toman por todos nosotros, pero eso sí, desde luego A CAMBIO DE NADA.
8 comentarios:
Y aún te dejas a la Srª. Aido, que creo que ha ido a ponerse en la cabeza un lazo como los de la foto.
Me temo que no, que no somos moriscos expulsados, que somos fijosdalgos de solar conocido.
algún morisco habrá entre tantos ¿no? ¡yo quiero la subvención, que estoy en crisis! (a ver si se pronuncia nuestro especialista en heráldica y genealogías varias, pero mudito, Javier M. Linares ¡javiiiiiiiii, ¿somos moriscos o no?)
Gracias tía Tote, ya sé por qué estudié Farmacia, esa sabiduría sanitaria familiar me habrá contagiado de alguna manera. Pero ¡qué hubiera dado yo por tener de profesoras a Rafaela,Isabel, abuela... y no a los complicaos de la Facultad.
Alguna vez escuché a Rafaela que el médico le había dicho que tenía la columna vertebral "mojosa" y que pa eso no había ná.
Esas personas no se repiten pero estamos descubriendo en el blog que aquí hay genio y figura hasta la sepultura.( Y aprovecho el sms del Palmar decía algo más. )
Cristina, lo de los moriscos, mejor no moverlo. A ver si nos van a obligar ahora a indemnizarlos por "reconquistaores" asturianos.
Santiago, nosotros pasamos de moriscos,los Castrillón Montoto y los Montoto Castrillón nos hemos criado con el "moro Juan" que seguramente sigue habitando en las posesiones de Tía Isabel (creo,si no de un hijo-a )en la Torre de Vejer. Preguntale . A lo mejor paga el alquiler de tantos años antes de que se vaya.
La Alianza de Civilizaciones ya llegó a Vejer.
pues a ver quién nos cuenta eso del moro Juan
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