Por Maruja Montoto
¿Por dónde empiezo? Tengo muchísimos recuerdos, sólo estuve dos veranos, pero parece que me crié allí.
Lo rústico me gusta regular, prefiero la playa. El campo para los lobos, como decía mi abuela María.
Tenía sus inconvenientes; por ejemplo, no sé qué hacían en la era, venteaban algo, y soltaba un polvillo que te picaba todo el cuerpo. ¡Horroroso!
Si protestabas, mamá te decía que eras muy exagerada.
Entrando a la casa, había un dormitorio a mano izquierda, con dos camas, y la ventana en medio. En el silencio y la quietud de la noche se veía el campo, y me daba miedo. Ahí dormíamos Isabel Mª y yo.
Lo que me gustaba de verdad era irme a Lora, a casa de Tía Luisa y Tío Rafael. ¡El asfalto!
La piscina de la alameda me encantaba; me bañaba más a gusto que en la del Membrillo porque el agua no estaba tan fría.
Con la cosita del manantial el agua de la piscina entraba y salía constantemente; además de estar como la nieve, tenía una tela metálica para que no se colaran las sanguijuelas, que se quedaban ahí pegadas como lapas.
Un día mi madre, que no sabía nadar, se calló a la piscina y la sacamos nosotros; por poco se ahoga ¡El mundo al revés!
Lo estoy contando con muy poca poesía, pero yo sola me estoy hartando de reír.
Por la noche nos íbamos a cazar ranas, eso sí me gustaba mucho; era de lo mejorcito que se podía hacer allí.
Mi madre estaba encantada con sus cuñados. Papá iba y venía a Córdoba, tenía el despacho abierto.
De coche un Dauphine que arrancaba cuando le daba la gana; mamá lo dejaba aparcado estratégicamente por si había que empujarle; pero si cuesta abajo no se ponía en marcha se frustraba el paseíto y allí nos quedábamos compuestos y sin novio. Bueno, muy compuesta yo no, porque con el “pelao” del barbero…
Entre todos los hermanos hicimos una Sociedad: COPISA (Comedores de Pipas S.A.) dedicada al secado y posterior distribución de pipas de melón. La presidenta: Isabel Mª. Yo: una simple accionista minoritaria, no conseguí un cartuchito decente de pipas NUNCA. el reparto de dividendos solía ser muy desigual. Hubo accionistas bastante perjudicados. La empresa quebró por pelea entre los socios.
En aquellas trifulcas, íbamos al juez y al oir las distintas versiones es cuando decía aquello de: “Imprudentes los unos, imprudentes los otros y todos quedaron por imprudentes”. No había juicio, y Santiago y yo, sin pipas.
¡Y los toros! La carretera pasaba por mitad de la ganadería brava de Moreno de la Cova, eso lo sabéis todos. Un día, el Dauphine se paró en medio de todos ellos. Mamá dijo: “Cerrad las ventanas”. Allí nosotros metidos dentro y los toros dándole con el hocico al coche “Mmmmmmmmmm” ¡Ay omá! De allí nos sacó Curro Romero.
Preparábamos teatros; el escenario era esa especie de porche con arco de entrada, y bancos de mampostería en los lados.
De público: Tío Rafael, Tío Jesús, Tía Teresa, Tía Luisa, Tío Luís, Tía Dolores, etc, etc.
Tío Rafael siempre actuaba de espontáneo, mi madre se moría de risa con sus ocurrencias. Una vez hizo un número de arte de magia; pidió un voluntario y fue Santiago, lo puso de espaldas, le bajó de pronto los pantalones y ¡milagro! Desapareció. (¿con el culito al aire se puede uno quedar en público?...)
Mi número era “Torero, cha, cha, cha”. Con un bañador de rayitas rosa con faldita cantaba esa canción de Renato Carasone.
Ahora me acuerdo que Tío Rafael tituló su actuación como “Renato sin Carsone”.
Un exitazo de espectáculo.
Y ya me voy a acostar que son las 2:30 de la madrugada(*)…
A mí me ha dado esto muy fuerte y pierdo un montón de tiempo. Isabel Mª la otra noche no hizo las croquetas, pero de seguir así la Nochebuena me veo llamando a Telepizza a última hora.
¡Dónde va a parar! Ante una narración como esta que se quite el pavo trufado…
Buenas noches.
(*) os informo que mi madre me ha dado esta “publicación” en dos folios manuscritos cogidos con un alfiler… últimamente alterna la costura y el blog…
jueves, 3 de diciembre de 2009
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1 comentarios:
Mira, Maruja, yo me voy mañana a Bilbao ¿a qué? pues no sé, a dar una vuelta con mi coche nuevo y a ver a una amiga que se llama Consolación y es de Utrera (y el Guggenheim, de paso). A esta hora no he hecho las maletas (la hora se ve más abajo) porque he estado con Ezu-lín, María-Ezú y mi hermanita bebiendo cervecitas... y en vez de estar buscando como loca chubasqueros, aquí estoy, leyéndote muerta de risa. Hasta mis niños se han levantado de la cama al oír mis carcajadas.
Estoy muuuuy preocupada, Maruja, porque me voy todo el puente y todavía no sé cómo me las voy a apañar para no perderme nada de esto que escribís (ya he decidido hacer escala en Salamanca en un hotel con wifi). En fin, que entre las croquetas de Isabel Mª, tu nocturnidad y mi wifi estamos buenas con este dichoso blog... ¡un montotil desastre!
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