ORO DE LEY
Tengo dos criadas viejas. Mejor dicho, no son viejas las dos; la una es sólo antigua; la otra antigua y vieja. Esta última entró a servir en casa de mis padres para ser mi niñera. La otra vino a mi casa, siendo casi chiquilla, para ser la niñera de mi hijo mayor.
Tengo además el recuerdo de otra vieja criada. Hace ya años moría en la casa de mis padres - que ¡ay! ya también murieron-, la que entró de muchacha para llevar a mi madre al colegio -a la "Academia", decían prosopopéyicamente los viejos de mi pueblo-.
Esta última, la que casó, enviudó y terminó recogida en casa por mi madre -"ajubilá", decía la interesada- cuando ya tenía sus "tres duros y medio" de años, tenía a última hora una obsesión: "la cajita". Niños -nos decía a nosotros-, que cuando yo me muera no me entierren sin caja; compradme una cajita. Y en su cajita fue a la última morada la que, como culpa mayor y máxima picardihuela, tenía sobre su conciencia el tremendo pecado de haber engañado a mi abuela en múltiples ocasiones, desacreditando de camino a la maestra -"la señora", como se decía por entonces- que quedó, en opinión de mi abuela, como una gran haragana.
Cuando Juana la de Bartolo -así la denominábamos porque Bartolo fue su marido- estaba en vena con sus andanzas juveniles, siempre sacaba a colación el pecadillo aquel. Mi madre, a quien el colegio aburría, más de un día y más de dos imaginó la treta de una grata rabona, y para conseguirla sonsacaba a la buena de Juana.
- ¿Vamos a volvernos -proponía- y le decimos a mi madre que no es día de clase?
- ¡Niña! ¿Y si se entera?
- No se entera ¿No ves que ella no sale a parte alguna?
Juana cedía al fin, vencida por los ruegos y las súplicas, y a la casa volvían tan orondas ellas dos.
- Señorita, -decía Juana al entrar- que dice "la señora" que hoy "no es día".
- Hoy tampoco ¡Jesús! -refunfuñaba mi abuela- ¡Esa maestra está siempre de huelga!
Y mi madre, gozosa, se iba a corretear por el corral, mientras Juana no las tenía todas consigo por si se descubría la engañifa. Tal fue la criada vieja que murió.
Las otras, las que quedan, son dos como te dije al empezar. Manuela, mi niñera, es antigua y es vieja. Con decirte que yo pasé del medio siglo hace más tiempo del que deseara, sé que ella pasó de los tres cuartos... y creo que me quedo corto al calcular. De Manuela te he hablado antes de ahora, es aquella que hacía con mi madre novenas a Santa Rita para que yo saliese bien de los exámenes. Hoy se encuentra tambien "ajubilá", y su jubilación transcurre plácidamente al cuidado de unos huérfanos, nietos de mi hermana mayor, que constituyen la cuarta generación de esta familia mía a la que ella consagró sus afanes.
Tener, lo que se llama tener en activo -ya llegará también la hora de que las "ajubilen" mis hijos o mis nietos-, tengo en mi casa tres con muchísimos años de servicio. La más antigua es Rafaela, que lleva 35 años entre nosotros. Es un poco "beatona" y, en colaboración con sus santos predilectos, "se ha examinado" con mis hijos también, y "ha hecho oposiciones", y tiene alguna parte, acaso pequeña, en la capitanía del uno, en la abogacía del Estado del otro, en las justicias que falla en su juzgado éste, y en las empresas campesinas que se mete aquél. De Rafaela también sabes bastante porque ya "la he sacado" en varias "Pajaritas".
De las dos más modernas se llama una Isabel. Isabel, con 21 años de una fidelidad y de un "meter el hombro" como ya no se estila. Dos especialidades son las suyas: una es la de querer "a perder" a mi hijo el chico. Su lema en este punto es el siguiente: "con razón o sin ella defenderlo hasta el morir". ¡Casi nada ha pasado, temiendo que el muchacho se quedase bajillo! Pero ya está gozosa porque dió "el estirón" y se puso hecho lo que se dice un real mozo, con lo que ella ha respirado al fin. Su otra especialidad es guardar cuanto encuentra. En mi casa no es preciso buscar cosa ninguna, no hay más que preguntar: "Isabel ¿tú no has visto esta cosa o la otra?" "Sí señor -te responde enseguida- yo lo he guardado", y a los pocos momentos aparece gozosa mostrando lo que quieres.
Y la última es Encarna; doce años de servicios en la casa, haciendo unos guisitos la mar de apañados, de los que yo no sé si en la cocina se comerá los más apetitoso, porque el hecho es que engorda como si el engordar lo tuviese tomado por tarea. No se enfada por nada y es fiel como ella sola. Las tres son ya tres "chachas", porque es que aquí en mi casa yo no sé lo que ocurre que ninguna se desvive por la vicaría; criada que aquí llega, criada que se queda soltera de por vida; en 35 años sólo ha salido una en pos del matrimonio.
Así eran y así son -porque aunque pocas, aun quedan por fortuna- las criadas antiguas. Te he presentado tipos de tres generaciones; la que siendo criada de mi abuela fue cómplice en los "delitos" escolares de mi madre; la que siendo criada de mi madre me sirvió de niñera, y las que siendo criadas mías han visto crecer a mis hijos o ven ahora a mis nietos. Excelentes mujeres todas las que he nombrado. Juana ya está con Dios, hasta cuya presencia fue metida en su "cajita" como había anhelado con anhelo senil. Manuela, -rezadora impenitente-, vive sus años últimos en abnegado afán con mis sobrinos huérfanos.
Y las tres actuales, las tres en el otoño de su vida -entrando en él Encarna, mediado ya Isabel y cerca del invierno Rafaela-, ven transcurrir los días plácidamente, sin otras discusiones que las de sus preferencias por aquellos de mis hijos a los que cada una ha designado como "ojito derecho". Por ello, en gratitud a tanta abnegación, yo le encargo a ellos el lema que Isabel adoptó respecto al chico: tenerlas a su lado mientras vivan y defenderlas hasta el morir, un morir que les deseo tan lejano y tan dulce como ellas se merecen, porque el caso es que son de lo que ya no hay; criadas a la antigua; Oro de Ley.
JOSÉ MONTOTO
2 comentarios:
A estas criadas antiguas que abuelo denomina “oro de ley”, yo añadiría el nombre de Fillita, cuidó muchísimos años la casa de la Roda Abajo, actuando de guardesa (antes de casarse mis padres), luego de cocinera e incluso de tendera cuando llegaban las hortalizas y melones del huerto del Membrillo.
Nosotros los Montoto Linares hemos tenido la suerte de tener también otro “oro de ley” en Consuelo, sobrina de Rafaela, con la que siempre hemos contado y que es como una segunda madre para nosotros.
Buen y gran añadido, pido perdon por no nombrarla, pero sólo me refería a la "Pajarita", hay mucho "oro" en casa de los Montoto, nosotros en mi casa no tuvimos la suerte de ir tanto por Lora, y aunque tambien recuerdo a Fillita, estoy seguro que fué tan buena como todas, tambien estuvo en nuestra casa otra sobrina de Rafaela, Mercedes, de la cual tambien guardo un grato recuerdo.
Como tu dices, madres, abuelas... mucho "oro de ley"
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