Es curioso como cada uno va desgranando lo pasado el sábado, sacándole su pizquita. A mí se me vienen a la cabeza muchos momentos que saboreo desde entonces.
Escribo aquí no por mis dones literarios, tampoco porque vaya a decir nada nuevo. Pero sé, que a los dos... ¿cómo llamarlos? ¿redactores jefes? ¿pajarillos pintureros?... les hará ilusión ver como el blog va llenándose de pajaritas, pajaritos...y pajarracas como ésta.
Yo iba muy ilusionada el otro día. Hace muchos años que no veo, ni charloteo, con muchos de vosotros. El don de la palabra tampoco lo tengo, vamos, que he sido siempre casi mudita.
Bueno, al lío. Me hacia mucha ilusión ver a Tío Jesús y a su prole. Como les conté a ellos, les tengo un cariño especial. Pasamos hace muuuuchos muchos años una semana santa en la Pituta que nunca olvidaré. Paseábamos montados en la burra y la mula que entonces tenían. Creo que ellas tampoco nos olvidarían, ya que íbamos cinco por lo menos montados en las dos, y no les dimos tregua en toda la semana. Conocimos los alrededores, la guía de las excursiones era la mula, ya que bien terca ella, nos llevaba por donde le daba la gana. Íbamos a coger espárragos y mi padre, cómo no, aprovechó para pintar algún cuadro. Y una vez nos persiguió una cabra loca que tenían, y corríamos alrededor de un coche para que no nos diera con los cuernos.
Una tarde, estando en la planta de abajo, en una habitación donde dormíamos todos los primos juntos, se escuchó un ruido, y a continuación cayó sobre mi cabeza un ladrillo. Quedó hecho añicos. Un ladrillo de los antiguos ¿eh? bien macizo, no como los de ahora. Todos corrieron a auxiliarme, pero yo apuntaba maneras, y la cabeza ya la tenía bien dura, así que no me pasó nada. El caso es que en la planta de arriba dormía José María, que se cayó de la cuna, y yo ¿dónde iba a estar?, pues justito debajo.
Todos ellos, y tío Jesús con su gracia y ternura tan particular, me hicieron pasar unos momentos que no olvido.
A Teresita tenía muchas ganas de verla. Le recordé que hace años, jugando al escondite en casa de mi madre, a mí se me ocurrió meterme dentro de su armario. Ella me pilló, pero no se lo dijo a nadie, porque ella no es acusica, pero... cerró la puerta con llave. Y como había tanto alboroto con tantos chiquillos correteando por la casa, nadie me echó de menos en un buen rato. Y digo yo, Tere, que la culpa no fue tuya ¿quién me manda a mí meterme en un armario?
Desde aquí quiero decirle a tío Jesús que estoy deseando leer algo de esos escritos que está haciendo, que me ha dicho un pajarito que tienes una "pajarita" escrita.
Me hizo mucha ilusión verte a tí, y a todos tus hermanos. A los cordobeses hacía también muchísimo que no los veía, hasta el punto que a Santiago no lo reconocí hasta que a última hora nos presentaron. Santiago, perdona por mi lapsus, (y que no se entere nadie). En vuestros ojos veía la misma mirada que recuerdo de Tío Pepe.
Hacía demasiado tiempo que no veía a muchos. Y la misma ilusión me hacía ver a unos que a otros, más cercanos, pero con los que tampoco vemos con frecuencia. Mis primas/primos Montoto Castrillón han sido un maravilloso descubrimiento, ya que hasta hace poco casi casi... no nos conocíamos.
A tío Luis y a las tías los veo más en la mesa camilla, pero siempre es un placer ver a Luis, Santiago, Juan José y a María Dolores.
A mi gallego particular he de agradecerle que se montotizara en un pispas (o montoutizara que es más galego). El domingo me contó lo bien que lo pasó, ya que el sábado no lo ví ni a él ni a mis niños en toda la tarde. He de recordar a quien quiera apuntarse, que en el Palmar, y con la excusa de echar unas carreras con el Scalextric y catar el orujito gallego casero, podemos vernos cuando queráis (pero no vengáis todos de golpe que me estropeáis mi huerto).
Mi madre siempre cuenta una anécdota de un día en la casa de Lora, que fue a comer un obispo. Ese día había una sopa de esas de picadillo, con jamón, huevo duro... Pusieron la mesa con más ringorango del habitual, y el obispo, muy educado, se sirvió un poquito de caldo de la parte de arriba. El que servía la mesa, sosteniendo la sopera, le dijo solícito al buen obispo: "Ajonde, ajonde, su divina majestad, que en el culo está lo güeno".
Traigo esta anécdota aquí, para pediros y agradeceros, que me dejéis ajondar en vosotros, ya que es sois todos un exquisito privilegio. Primos: ¡SOIS TODOS PA COMEROS!
2 comentarios:
Pues sí. Me conoces bien. Mucha ilusión que me hace leerte y recordar la Pituta. Pero ahora tengo que hacer la comida, y como no ajonde en la olla, se me queman los garbanzos. Luego sigo.
¿a todos? mami... es que... si te los comieras a todos...¡te pondrías mu gorda!
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