EL CORREO DE ANDALUCÍA
Por Fernando Rodríguez Ayuso
Delegado Provincial de Información y Turismo
15-10-1967
15-10-1967
A don José Montoto acaba de imponérsele la maxima distinción al mérito civil. Pocas veces los símbolos se ajustan tan adecuadamente a las persona como en este caso, pues el condecorado no sólo ha acumulado méritos ciudadanos abundantes a lo largo de su fértil vida de hombre y periodista ejemplar, sino que ejerce, desde hace bastantes años y con gran modestia, cátedra de ciudadanía merítoria en esa dificil lección de moralista ameno que son sus Pajaritas de Papel.
Unamuno, en uno de sus fecundos ocios salmantinos, recopiló las reglas del arte mínimo de hacer pajaritas de papel, creando una cocotología material de la cuartilla y el plegado. Montoto ha creado una difícil cocotología espiritual del sentimiento, del afecto, de la vida familiar y aun de la vida sin adjetivos. Editoriales de la intimidad, las pajaritas de don José revelan invariablemente una domesticidad trascendida en que el pulso histórico se condensa, de un modo quitaesencialmente periodistico, en anécdotas leves.
Anécdotas deliberadamente costreñidas a una ciscunstancia próxima y entrañable -"Cuando Antonio Montes, que es de mi pueblo..."- como deseosas de ocultar la dura pepita de una categoría o moraleja universales.
Esa voluntaria apariencia de arte menor es responsable de la sorpresa que, con frecuencia, nos acecha en las pajaritas de don José. Hace pocos días publicaba un breve ensayo, a medio camino entre la greguería y el apólogo, en el que ponía en boca de un "Séneca" de ocasión la sugerente teoría de que la luz nace de la oscuridad. Uno, que siempre ha pensado vagamente que era al revés, se sonríe y piensa: Ingeniosa la paradoja de don José. Hasta que uno recuerda su extraña semejanza con el relato del Génesis, y, sin dejar de sonreír, se pone serio.
Otra reciente pajarita hacía de los pantanos símbolo del ahorro; y uno no podía menos de admirar el prolongado batallar de Montoto para infundir en la dura alma de hormigón de las cosas de hoy el germen de virtudes casi olvidadas. Cocotólogo docotorado, él hace que sus amables avecillas de la página tercera de este periódico se encrespen contra la inconsecuencia radical del hombre de hoy, se conduelan por las gentes y las formas de vida -"ya no hay peregrinos"-, idas irreversiblemente a otros posibles mundos menos apresurados, se hagan memoria viva de pasados dorados y presentes felices, e incansables, picoteen con caridad, censures sin acrimonia, corrijan con ironía.
En la cotidiana fauna de papel de don José es fácil encontrar, junto a una sorprendente impaciencia -"ahora miro mucho el reloj"- de reciente aparición, la vieja nota de tristeza reflexiva -"lo que duran las horas"- de raiz manriqueña, el retornar incesante de una juventud nunca perdida, la protesta inarriable contra la deshumanización del hombre -"la distancia que media entre el Decálogo y unos Estatutos"- o el recurso permanente a la familia -"a mí, lector amigo, me encanta escribir de la familia"- de un hombre claro, sencillo, inteligente, pasible, que desde hace años lanza todos los días al cielo de Sevilla un ave de papel, caliente aún con el calor humano de su autor.
Las pajaritas de don José son poemas de la intimidad, de la vida sencilla y congruente, del corazón. Recientemente recordaba en una de ellas su cuarto de siglo de viudedad y el cariño vivo por la esposa ida. La prosa breve y apasionada se quebraba, batida por el latido poético del autor, en catorce endecasílabos (perdón, don José, por medir sus pajaritas) para regalar a la esposa ausente, no una efímera pajarita de papel, sino un soneto vivo.
Esta quizás sea la misión auténtica de las pajaritas que todos los días de desperezan en las páginas de este periódico con un gorjeo nuevo: hacer poesía de la vida cotidiana y de la vida trascendente, sin alharacas, casi como quien no hace poesía.
Ahora me dicen que don José Montoto abandona la dirección de este periódico. Yo y numerosos lectores habituales de su lección cotidiana esperamos que siga escribiendo pajaritas a la sombra de sus recuerdos siempre florecidos, y que siga lanzádolas al aire con su cargamento, terrible y amable de antigua sabiduría del Eclesiastés. Yo y muchos de sus lectores habituales deberíamos, en rigor, conmemorar su liberación de la diaria responsabilidad de dirigir el periódico con una suelta de agradecidas pajaritas de papel inmaculadamente blanco.
1 comentarios:
aaalooooooooooooo mis guuuaaaatess
un chiribambo les saluda desde la puebla, caaaraaaaaaiiiiiii con la desendensia que cosas mas bonitaaaas
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