Para Isabel Mª Montoto Cañas
Me pides que hable de mi madre (vuestra abuela) a la que no conocisteis.
Empezaré por decirte que su infancia debió ser muy feliz, querida por todos los que la rodearon: padres, abuelos y hermanos, con gran diferencia de edades entre ellos.
Su hermana mayor, Rafaela, se casó con Rafael Quintanilla.
Romualdo, el segundo de sus hermanos y único varón, se casó con Carmen Naranjo, tuvieron un sólo hijo, llamado Rafael, al que asesinaron en el 36, siendo joven y aún soltero. Con él terminó el apellido Flores, porque mi abuelo, Rafael de Flores, no tuvo más que un hermano llamado Antonio, que murió sin descendencia.
Vuelvo a mi madre. Como te dije, tuvo una infancia en la que fue muy querida. Abuelo nos contaba que él estuvo enamorado de ella desde niño, la veía pasar para el colegio y ya le gustaba.
Se casaron y fueron a vivir a Madrid, porque abuelo estaba preparando oposiciones, y de allí fueron a vivir a Jaén y más tarde a Cádiz.
En Cádiz fue la mejor época de su vida de casada, eran jóvenes, tenían muchas y muy buenas amistades, y allí nacimos los siete hijos que actualmente vivimos, ya que los mayores nacieron en Lora.
De esta vida en Cádiz poco te puedo contar, tenía yo cinco años cuando se vinieron a vivir a Sevilla, y aunque ahora pienso que con esa edad debería ya tener recuerdos, no los tengo, creo que en el pasado los niños eramos más niños de lo que son ahora.
Mi madre, físicamente, era alta, con buen tipo, guapa (entre Salud e Isabelita) y sobre todo muy elegante, tenía la elegancia y el porte de una gran señora, y ella no ejercía como tal, porque yo no digo que ahora la forma de vida sea mejor o peor, pero sí muy distinta, si no, tú que conociste a tu abuela María ¿puedes compararla con las que hoy sois abuelas?
Empezaré por decirte que su infancia debió ser muy feliz, querida por todos los que la rodearon: padres, abuelos y hermanos, con gran diferencia de edades entre ellos.
Su hermana mayor, Rafaela, se casó con Rafael Quintanilla.
Romualdo, el segundo de sus hermanos y único varón, se casó con Carmen Naranjo, tuvieron un sólo hijo, llamado Rafael, al que asesinaron en el 36, siendo joven y aún soltero. Con él terminó el apellido Flores, porque mi abuelo, Rafael de Flores, no tuvo más que un hermano llamado Antonio, que murió sin descendencia.
Vuelvo a mi madre. Como te dije, tuvo una infancia en la que fue muy querida. Abuelo nos contaba que él estuvo enamorado de ella desde niño, la veía pasar para el colegio y ya le gustaba.
Se casaron y fueron a vivir a Madrid, porque abuelo estaba preparando oposiciones, y de allí fueron a vivir a Jaén y más tarde a Cádiz.
En Cádiz fue la mejor época de su vida de casada, eran jóvenes, tenían muchas y muy buenas amistades, y allí nacimos los siete hijos que actualmente vivimos, ya que los mayores nacieron en Lora.
De esta vida en Cádiz poco te puedo contar, tenía yo cinco años cuando se vinieron a vivir a Sevilla, y aunque ahora pienso que con esa edad debería ya tener recuerdos, no los tengo, creo que en el pasado los niños eramos más niños de lo que son ahora.
Mi madre, físicamente, era alta, con buen tipo, guapa (entre Salud e Isabelita) y sobre todo muy elegante, tenía la elegancia y el porte de una gran señora, y ella no ejercía como tal, porque yo no digo que ahora la forma de vida sea mejor o peor, pero sí muy distinta, si no, tú que conociste a tu abuela María ¿puedes compararla con las que hoy sois abuelas?
Tenía muy buen gusto vistiendo, unos trajes preciosos. Rafaela contaba que de soltera llamaba la atención, igual que de casada, por donde ella iba la miraban por su elegancia y su buen porte.
Tocaba muy bien el piano, aunque lo hacía en pocas ocasiones y nosotros nos sentábamos a su alrededor a escucharla.
Era sosegada, tranquila, irradiaba paz, siempre estaba pendiente de todo y de todos nosotros, era muy religiosa y tenía una inquebrantable fe.
Destacaba a los varones, lo que era normal en la época, tan machista. Como ellos estaban estudiando le preocupaba que estuvieran bien alimentados por si había que añadir algún extra a sus comidas.
No le gustaba que nosotras, las niñas, perdiéramos el tiempo, y buscó una horrible ocupación, como era el zurzir los calcetines de mi padre y de nuestros hermanos. ¡Horror! ¡doce pies rompiendo calcetines!. Hoy no se cose nada, en cuanto se rompe algo se tira a la basura y en paz, pero entonces se cogían hasta las carreras de las medias. Mi madre sacaba una cestita llena hasta el borde de calcetines, que no sé por qué, eran todos grises. Esta tarea femenina debía ser normal en la época, porque recuerdo cuando abuelo compró el coche, que nosotras conducíamos, muchas veces, al cruzarnos con otros coches, solían los hombres asomarse por la ventanilla y con muy mala educación decirnos: "¡niña, vete a tu casa a coser calcetines!"
Nuestra casa, como ya dije en otra ocasión, solía estar llena de primos y amigos, mi madre prefería las reuniones allí, porque así estaba tranquila de con quién estábamos y de lo que hacíamos.
De niños teníamos pocos juguetes. María y Salud tenían unos muñecos muy bonitos de pasta, que fuimos heredando las que veníamos detrás. Eran tiempos difíciles, los reyes nos traían unos muñecos que les llamaban PEPONES, de cartón piedra, que si los metías en el agua se deshacían... pero jugábamos unos con otros a juegos libres, sin necesidad de pilas, mandos a distancia ni historias.
En casa, a la hora de las comidas nos sentábamos todos a la mesa, y después del almuerzo, todos juntos, incluídas las muchachas, mi madre rezaba el rosario y a veces detrás también rezaba una cosa que se llamaba EL TRISAGIO, un rezo que yo no lo he vuelto a oir a nadie, ni lo he encontrado en ningún libro de oraciones. Se rezaba en las tormentas y otras calamidades. Eran unas invocaciones a la Santísima Trinidad, luego una especie de letanía a los santos. Recuerdo que en una de ellas se decía: "el trisagio que Isaias escribió con grande celo...", por lo que saco en conclusión que se le debe a ese Isaías, que fue el que lo inventó.
Llegó la guerra, y Cesáreo, Rafael y tu padre, Pepe, se marcharon al frente. Mi madre sufrió muchísimo, eran muy jóvenes y era la primera vez que se marchaban de casa. Se levantaba muy temprano, y se iba a Misa a la Catedral, a la capilla de la Virgen de los Reyes, de la que era muy devota. La recuerdo siempre sentada en la sala rezando. Durante ese tiempo Rafael cogió endeblez y es por ello por lo que íbamos en verano a la sierra de Constantina. Tu padre también regresó de la guerra con un bulto en el cuello, y fue operado por el doctor Royo. Cuando venían a casa de la guerra con permiso lo hacían lleno de piojos.
Durante ese tiempo, nosotras dejamos el colegio, teníamos un profesor en casa porque mi madre tenía miedo de que pudiese haber un bombardeo, y por el mismo motivo nos íbamos a pasar temporadas al Membrillo. Pasábamos también temporadas en Lora durante las vacaciones. Recuerdo a mi madre en el lugar donde solía sentarse, cómo llegaba y organizaba todo, la veo con los trajes que solía ponerse para estar en casa, con las llaves de la despensa colgadas del cinturón, porque constantemente la estaban solicitando, ya que al no existir los frigoríficos, en las casas había grandes despensas donde había de todo cuanto el campo daba: legumbres, productos de la huerta, aceite, etc... más los productos derivados de la matanza de los cerdos, que se hacía todos los años y los guardaban en orzas cubiertas de manteca para que se conservaran sin estropearse. Todo lo que en la casa se necesitaba estaba dentro de la despensa, y también lo que daba a las familias a las que ella protegía, a las que le daba también un trato familiar. Por las tardes acostumbraba a ir a casa de su hermana Rafaela, estaban muy unidas y se tenían un gran cariño.
Las idas y venidas de Sevilla a Lora, que eran tan complicadas, mi madre las dirigía con la mayor sencillez. Movíamos colchones, que entonces eran de lana, almohadas, mantas, ropas de cama... Hacían un rollo con cada colchón, dentro metían la almohada y las mantas, la liaban en una especie de colchas que estaban para eso, lo ataban todo con cuerdas y se avisaba al cosario, que venía a recogerlos, junto con el baúl con el resto de la ropa. Cuando se trataba de la vuelta a Sevilla, aparte de todo lo dicho, traíamos normalmente cántaras de leche, de aceite, hueveros, cestas con naranjas... y a veces hasta un pollo amarrado por las patas para que no se escapara. Todo un lío ¿no? pues eso era el pan nuestro de cada día, y se hacía como la cosa más natural del mundo. Te confesaré que el abuelo, menos paciente, en uno de los viajes terminó enfadado tirando un termo por la ventanilla del tren.
Llegó el verano del 42, estaba anunciada la llegada de tu madre por primera vez a Lora, toda una grata y agradable novedad. Yo no estaba allí porque ese verano lo pasé en casa de unas amigas en Rota. A partir de esa fecha, el 16 de septiembre, todo cambió, recibimos un duro golpe en el que todos pusimos de nuestra parte para superar el vacío que nos dejó.
Aunque los padres dicen que quieren a todos sus hijos igual (y yo me lo creo), siempre hay alguno por el que se tiene más unión o debilidad. En el caso de mi madre fue con tu padre, se querían con locura mutuamente, tanto es así que tu padre intentó alterar el orden de sus apellidos para que no desapareciera el de mi madre.
Por último y como conclusión para que lo tengas en el recuerdo, te diré que tu abuela Isabel fue una buena hija, buena esposa, buena madre, buena cristiana y una gran mujer, que supo llevar y organizar una familia tan numerosa en épocas tan difíciles con la mayor sencillez y naturalidad, consiguiendo que todos fuésemos felices, viviésemos unidos y con mucho cariño y paz.
No sé si te he cansado, pero comprenderás que no se le puede pedir a una hija que remueva los recuerdos de su madre.
8 comentarios:
Pues mira, tía Tote, como en esto del internete se encuentra tó, te he encontrado el Trisagio, ¡ea! ¡ya lo podéis rezar esta tarde en la mesa camilla! (pido perdón por anticipado a los impresoresportriplicado)
Dios uno y Trino,
a quien tantos Arcángeles, Querubines,
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
A vuestra inmensa Deidad,
indivisa en tres personas,
clamamos, pues nos perdonas
nuestra miseria y maldad:
por esa benignidad
en su misterioso canto
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
Interminable bondad,
suma esencia soberana,
de donde el bien nos dimana,
Santísima Trinidad:
pues tu divina piedad
pone fin a nuestro llanto:
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
El Trisagio que Isaías
escribió con gran celo,
le oyó cantar en el cielo
a angélicas jerarquías:
para que en sus melodías
repita nuestra voz cuanto
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
Este Trisagio sagrado,
voz del Coro celestial,
contra el poder infernal
la Iglesia le ha celebrado:
con este elogio ensalzado:
que en fe y amor adelanto,
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
De la súbita muerte,
del rayo de la centella,
libra este Trisagio,
y sella a quien le reza y advierte,
que por esta feliz suerte
en este mar de quebranto,
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
Es el Iris que en el mar,
en la tierra y en el fuego,
en el aire ostenta luego
que nos quiere libertar:
Por favor tan singular
de este prodigio y encanto,
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
Es escudo soberano,
de la divina Justicia,
y de la infernal malicia
triunfa devoto el cristiano:
y como el demonio ufano huye
de terror y espanto,
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
En vuestra bondad me fundo,
Señor, Dios fuerte e inmortal,
que en el coro celestial
cantaré este himno jocundo;
pues en los riesgos del mundo
me cubrís con vuestro manto,
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
Dios uno y Trino a quien tantos
Arcángeles, Querubines,
Ángeles y Serafines dicen:
Santo, Santo, Santo.
Antífona
Bendita sea la santa e individua Trinidad que todas las cosas cría y gobierna, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Bendigamos al Padre, y al Hijo con el Espíritu Santo.
Alabémosle y ensalcémosle en todos los siglos.
P.D. He seleccionado sólo una parte del trisagio, los llamados "Gozos en el Trisagio de la augustísima Trinidad". Lo demás os lo llevaré yo, en mi grandísima bondad.
Tía Tote, muchas gracias, ha sido el mejor regalo que he tenido en mi cumpleaños que es hoy.No te he contestado antes porque están mis nietos en casa y estoy muy atareada. ¿que cuántos cumplo? pues cumplo 36 ( a la inversa)
con esta edad murió mi padre, y la abuela 10 años antes. ¡parece mentira!
¿Como me gustaria que nunca se fueran las personas queridas! Si estuvieran con nosotros, podriamos pedirle ayuda, consejo, opinion...
Nos sentiriamos mas protegidos. Es lo que menos me gusta del "orden divino", siempre se nos estan yendo esas personas tan entrañables y que tanto necesitamos.
Y hablando de Cristina, niña, ¿tu que eres la jefa de la oficina de Mortadelo y Filemon? No se te queda naita por averiguar, tienes el olfato mas agudizado que tu Kafelito.
Tía María Dolores, perdóname, pero es que no puedo evitar partirme de la risa cada vez que me acuerdo de lo del termo. Es que de imaginarme la escena... ¿Vísteis si le dió en mitad de la cabeza a algún campesino que estuviera arando cerca de la vía del tren?
Tia Mª Dolores, ya que Santiago se ha atrevido a decirte que se parte de risa con la escena del "termo arrojado po la ventana", te digo que a mi me pasa lo mismo.
Por muy buenos que fuerais los 10 hermanos, estoy segura que el viajecito y sus preparativos tendrian "tela", y el abuelo no era precisamente el santo Job.
Mi padre nos conto que una tarde, en Lora, el abuelo estaba en su sillon durmiendo la siesta, y uno de vosotros se acerco por detras y le puso un lacito rojo en la cabeza.
Cuando se desperto, se puso el sombrero y se fue al Casino; al quitarselo aparecio con el lacito, nadie le dijo nada y se tiro asi toda la tarde. ¿Erais traviesos o no?
¿Pero el termo era para conservar calentito el café o era para la ducha? Lo que sí que lo siento es por la pobre de la Abuela, con la trabajera que se daba en cada traslado y el sofoco que se llevaría.
La abuela se quedaria fria cuando viera el termo por los aires. No podria salir de su asombro.
Publicar un comentario