Por Jesús Castrillón Montoto
Llegamos a la cruz de San José, donde tapan las andas de la Virgen antes de salir de Lora, ¡si había gente en la iglesia, más todavía se congregaban en este punto! El frío era bastante intenso, pero al salir del pueblo José Luis, su amigo Sebastián y sus respectivas esposas, Elo y Pepi, nos esperaban en el coche con un desayuno de lo más completo que, dada las circunstancias, fue de lo más confortable. Junto a ellos se encontraba Gogo Montoto con su marido Nicolás Coronel, los cuales amablemente nos ofrecían desayunar y una copa de licor de guindas, que ellos denominan “coloraillo” y que aceptamos gustosamente, pues el frío apretaba fuerte.
En esta parada saludamos a muchas personas, y nos unimos a las primas Pepa y Luisa Leyva Coronel, con ellas emprendimos de nuevo la marcha tras la Virgen. A partir de aquí el camino empieza a adentrarse por el campo para ir hasta el arroyo del Helecho, difícil paso que transcurre bajo el puente por el que pasan las vías del famoso tren AVE. Antes de llegar al arroyo me despisté de todos, caminaba sólo entre un barullo de personas, rodeado por completo, mirándolo todo y no viendo nada, pesando en todo y no estando en nada, el paso es firme sin mirar ni tan siquiera al suelo, vas buscando, pero... ¿qué? ¿Qué buscas? No lo sabes, quieres ver, imaginas, y los ves, sí, los ves haciendo el mismo camino quizás en otras circunstancias más duras, pero el mismo camino. La gente se agolpa ante el arroyo, hay agua, bastante agua, se oye decir al que va delante de las andas dirigiendo ¡no parase, no pararse! Y los hombres que las portan gritan ¡vamos, vamos!
Aquí es donde empiezo a darme cuenta de lo duro que es ir bajo las andas, no importa el agua, no importa el esfuerzo, se ven caras de sufrimiento, pañuelos y camisas empapados en sudor, se arremolinan a su alrededor, todos quieren llevarla, gozan por ello, la Virgen vuela sobre el agua del arroyo, no se cabe por el estrecho paso, pero no hay dudas, todos a una ¡tremendo!
A partir de aquí el camino se suaviza, es más llano, hay un cambio bajos las andas, salen los hombres y entran las mujeres, no hay diferencias, bueno sí, ellas no llevan pañuelo sobre sus cabezas, pero el esfuerzo es el mismo, la lucha por llevarla es exactamente igual, empujones, tropiezos, carreras, casi se salen del camino, pero la Virgen está arriba, sobre ellas, sobre sus corazones, vuela sobre sus hijas que fuertemente se agarran a su madre, pero no parece que la agarren, más me parece que se abrazan, los vivas a ella son incesantes, los rezos, las salves, “viva la Virgen de Setefilla que en nuestro pecho tiene su altar...”
El paso es continuo sin descanso, no hay paradas, esto es indescriptible. Me vuelvo a encontrar con Machus, Pepa y Luisa, ¿te has mojado? ¡Claro que me he mojado! he pasado justo detrás de ellos, pero no me he dado ni cuenta, seguimos adelante, me encuentro a Lole y Antonio (monkli) el sol ya está fuera la temperatura es agradable.
- Qué pasa primo ¿cómo estas? ¿Qué te parece el camino?
- ¡Sorprendido, cuánta gente! Todo me llama la atención, esto es nuevo para mí, no me lo esperaba, el paso del arroyo, las mujeres llevando a la Virgen, todo me sorprende.
- Pues tenías que haber estado cuando la llevamos al pueblo, ¡como llovía!, decíamos: ¡que nos quedamos solos! Pero no fue así, si más agua caía, si más llovía, más gente venía, la Virgen nunca se queda sola, esto es lo que hemos mamado desde chicos, esto nunca se perderá, el pueblo la quiere, se vuelca con ella.
- Me doy cuenta Monkli, lo veo, no hace falta decirlo, totalmente cierto, me hubiera encantado estar aquí con vosotros, pero sí te digo que no volveré a faltar.
Hasta la cruz de la Legua el camino es bastante más fácil, pero no por ello menos intenso, de todas formas el paso se aceleró y adelantamos a la Virgen para llegar a dicha cruz, en la que hicimos un pequeño descanso para tomar un refrigerio y continuar hasta el poblado de Setefilla. Aquí la parada si fue algo más larga, el tiempo suficiente para comer algo (de nuevo gracias a José Luis, Elo, Sebastián y Pepi) y descansar un poco.
Al reanudar la marcha la Virgen empezaba a salir del poblado, aquí creo que pagué la novatada de la primera vez, pues no vi cuando descubren a la Virgen y al preguntar por donde continuaba el camino, la respuesta fue: ahora ya va por la carretera.
En este trayecto decidimos adelantarnos a la Virgen para esperarla en las Escaleretas, incluso me perdí el paso del arroyo de Agua Buena. Este trayecto lo hicimos con mi queridísima Mamen, su marido Paco del Prado y la hija de ambos, Rocío. Había mucha gente por la carretera de todas las edades, pero como dice Monkli, “lo maman desde chicos”, pues iban muchísimos padres y madres empujando cochecitos con sus hijos pequeños, sus pañuelos blancos y sus medallas colgando de su cuello. Esta es la eterna juventud, cuya devoción nunca faltara en Lora del Río. Buen trayecto, amenas conversaciones, largos silencios, pero no son silencios, son como decía tío Pepe, “amables soliloquios”, donde eres tú quien pregunta, y tú mismo eres el que te das las respuestas, respuestas tan sencillas como las miradas que de vez en cuando diriges hacia el cielo, allí es donde están todas estas respuestas, allí van dirigidas todas las preguntas.
Llegamos a las escaleretas, Machus y yo nos quedamos al principio de las mismas esperando que llegara la Virgen, Mamen, Paco y Rocío decidieron subir al Santuario. Mucha gente subía hacia el mismo, aquí de nuevo nos encontramos con Pepa, se quedó con nosotros esperando, le pregunto: ¿por dónde viene la Virgen? Ahora aparecerá por ahí arriba, por los Montoncitos, -me responde-, cuando vi el sitio al que se refería, me dije: ¡vaya bajada que les queda! Más no era esto lo peor, que en verdad es bastante duro y complicado, la subida hacia la carretera y la subida por las Escaleretas hasta el Santuario, esto para mí fue, lo digo en una palabra “IMPRESIONANTE”. Lo pongo en mayúscula, porque mayúsculo es el esfuerzo que hicieron todos los que iban portando las andas, caras de dolor, de sufrimiento y sacrificio, de gozo al fin al llegar arriba.
Ahora entiendo por qué el Santuario está arriba, ahora entiendo por qué está ahí, es fácil, creo que es el punto final, porque si no fuera así, el pueblo de Lora, todos los loreños y loreñas, hermanos y hermanas, todos empujando, todos a la vez, serían capaces de llegar con su madre hasta el mismo cielo. De verdad fue impresionante, sublime.
Una vez arriba ya todo era gozo, la Virgen estaba en su casa, su madre había llegado con todos sus hijos, ellos que gritaban sin descanso vivas a ella, ¡Viva la Madre de Dios! ¡Viva nuestra Madre! ¡Viva María Santísima de Setefilla! Me quedé sin palabras, y os prometo que las lágrimas volvieron, no se por qué, me emocioné, y me dije esto que has vivido por primera vez, nunca más lo debes dejar pasar, y así lo haré.
Ya a partir de aquí, la explanada del Santuario era un hormiguero de gente, todos eran la amabilidad personificada, no podías avanzar un paso sin que alguien te reclamara, ¡niño! ven para acá tomate algo, estuvimos con Tío Luis, Tía Dolores y sus hijos, Luis y Elo, Sebastián y Pepi, Monkli y Lole. En fin, lo que se puede decir un acogimiento cariñosísimo por parte de todos.
Ahora quiero puntualizar algo, esto lo he titulado “una visión muy particular” pero como podéis comprobar, no es una visión, es la pura realidad, la realidad de un camino, mi camino, camino que soñé, camino que encontré, camino que deseaba, camino que nunca abandonaré. Este ha sido mi camino, el camino que nos lleva hasta ti, querida Madre María Santísima de Setefilla, camino que he tenido la suerte de conocer, camino que he compartido con las personas a las que nunca dejaré de recordar y de querer, gracias querida Madre, por haberme enseñado el camino, tu camino. En esta parada saludamos a muchas personas, y nos unimos a las primas Pepa y Luisa Leyva Coronel, con ellas emprendimos de nuevo la marcha tras la Virgen. A partir de aquí el camino empieza a adentrarse por el campo para ir hasta el arroyo del Helecho, difícil paso que transcurre bajo el puente por el que pasan las vías del famoso tren AVE. Antes de llegar al arroyo me despisté de todos, caminaba sólo entre un barullo de personas, rodeado por completo, mirándolo todo y no viendo nada, pesando en todo y no estando en nada, el paso es firme sin mirar ni tan siquiera al suelo, vas buscando, pero... ¿qué? ¿Qué buscas? No lo sabes, quieres ver, imaginas, y los ves, sí, los ves haciendo el mismo camino quizás en otras circunstancias más duras, pero el mismo camino. La gente se agolpa ante el arroyo, hay agua, bastante agua, se oye decir al que va delante de las andas dirigiendo ¡no parase, no pararse! Y los hombres que las portan gritan ¡vamos, vamos!
Aquí es donde empiezo a darme cuenta de lo duro que es ir bajo las andas, no importa el agua, no importa el esfuerzo, se ven caras de sufrimiento, pañuelos y camisas empapados en sudor, se arremolinan a su alrededor, todos quieren llevarla, gozan por ello, la Virgen vuela sobre el agua del arroyo, no se cabe por el estrecho paso, pero no hay dudas, todos a una ¡tremendo!
A partir de aquí el camino se suaviza, es más llano, hay un cambio bajos las andas, salen los hombres y entran las mujeres, no hay diferencias, bueno sí, ellas no llevan pañuelo sobre sus cabezas, pero el esfuerzo es el mismo, la lucha por llevarla es exactamente igual, empujones, tropiezos, carreras, casi se salen del camino, pero la Virgen está arriba, sobre ellas, sobre sus corazones, vuela sobre sus hijas que fuertemente se agarran a su madre, pero no parece que la agarren, más me parece que se abrazan, los vivas a ella son incesantes, los rezos, las salves, “viva la Virgen de Setefilla que en nuestro pecho tiene su altar...”
El paso es continuo sin descanso, no hay paradas, esto es indescriptible. Me vuelvo a encontrar con Machus, Pepa y Luisa, ¿te has mojado? ¡Claro que me he mojado! he pasado justo detrás de ellos, pero no me he dado ni cuenta, seguimos adelante, me encuentro a Lole y Antonio (monkli) el sol ya está fuera la temperatura es agradable.
- Qué pasa primo ¿cómo estas? ¿Qué te parece el camino?
- ¡Sorprendido, cuánta gente! Todo me llama la atención, esto es nuevo para mí, no me lo esperaba, el paso del arroyo, las mujeres llevando a la Virgen, todo me sorprende.
- Pues tenías que haber estado cuando la llevamos al pueblo, ¡como llovía!, decíamos: ¡que nos quedamos solos! Pero no fue así, si más agua caía, si más llovía, más gente venía, la Virgen nunca se queda sola, esto es lo que hemos mamado desde chicos, esto nunca se perderá, el pueblo la quiere, se vuelca con ella.
- Me doy cuenta Monkli, lo veo, no hace falta decirlo, totalmente cierto, me hubiera encantado estar aquí con vosotros, pero sí te digo que no volveré a faltar.
Hasta la cruz de la Legua el camino es bastante más fácil, pero no por ello menos intenso, de todas formas el paso se aceleró y adelantamos a la Virgen para llegar a dicha cruz, en la que hicimos un pequeño descanso para tomar un refrigerio y continuar hasta el poblado de Setefilla. Aquí la parada si fue algo más larga, el tiempo suficiente para comer algo (de nuevo gracias a José Luis, Elo, Sebastián y Pepi) y descansar un poco.
Al reanudar la marcha la Virgen empezaba a salir del poblado, aquí creo que pagué la novatada de la primera vez, pues no vi cuando descubren a la Virgen y al preguntar por donde continuaba el camino, la respuesta fue: ahora ya va por la carretera.
En este trayecto decidimos adelantarnos a la Virgen para esperarla en las Escaleretas, incluso me perdí el paso del arroyo de Agua Buena. Este trayecto lo hicimos con mi queridísima Mamen, su marido Paco del Prado y la hija de ambos, Rocío. Había mucha gente por la carretera de todas las edades, pero como dice Monkli, “lo maman desde chicos”, pues iban muchísimos padres y madres empujando cochecitos con sus hijos pequeños, sus pañuelos blancos y sus medallas colgando de su cuello. Esta es la eterna juventud, cuya devoción nunca faltara en Lora del Río. Buen trayecto, amenas conversaciones, largos silencios, pero no son silencios, son como decía tío Pepe, “amables soliloquios”, donde eres tú quien pregunta, y tú mismo eres el que te das las respuestas, respuestas tan sencillas como las miradas que de vez en cuando diriges hacia el cielo, allí es donde están todas estas respuestas, allí van dirigidas todas las preguntas.
Llegamos a las escaleretas, Machus y yo nos quedamos al principio de las mismas esperando que llegara la Virgen, Mamen, Paco y Rocío decidieron subir al Santuario. Mucha gente subía hacia el mismo, aquí de nuevo nos encontramos con Pepa, se quedó con nosotros esperando, le pregunto: ¿por dónde viene la Virgen? Ahora aparecerá por ahí arriba, por los Montoncitos, -me responde-, cuando vi el sitio al que se refería, me dije: ¡vaya bajada que les queda! Más no era esto lo peor, que en verdad es bastante duro y complicado, la subida hacia la carretera y la subida por las Escaleretas hasta el Santuario, esto para mí fue, lo digo en una palabra “IMPRESIONANTE”. Lo pongo en mayúscula, porque mayúsculo es el esfuerzo que hicieron todos los que iban portando las andas, caras de dolor, de sufrimiento y sacrificio, de gozo al fin al llegar arriba.
Ahora entiendo por qué el Santuario está arriba, ahora entiendo por qué está ahí, es fácil, creo que es el punto final, porque si no fuera así, el pueblo de Lora, todos los loreños y loreñas, hermanos y hermanas, todos empujando, todos a la vez, serían capaces de llegar con su madre hasta el mismo cielo. De verdad fue impresionante, sublime.
Una vez arriba ya todo era gozo, la Virgen estaba en su casa, su madre había llegado con todos sus hijos, ellos que gritaban sin descanso vivas a ella, ¡Viva la Madre de Dios! ¡Viva nuestra Madre! ¡Viva María Santísima de Setefilla! Me quedé sin palabras, y os prometo que las lágrimas volvieron, no se por qué, me emocioné, y me dije esto que has vivido por primera vez, nunca más lo debes dejar pasar, y así lo haré.
Ya a partir de aquí, la explanada del Santuario era un hormiguero de gente, todos eran la amabilidad personificada, no podías avanzar un paso sin que alguien te reclamara, ¡niño! ven para acá tomate algo, estuvimos con Tío Luis, Tía Dolores y sus hijos, Luis y Elo, Sebastián y Pepi, Monkli y Lole. En fin, lo que se puede decir un acogimiento cariñosísimo por parte de todos.
6 comentarios:
Jesusito, no es muy emotivo mi comentario, pero me quiero ir a comer y quería deciros ésto: ¡que nadie gaste tonner, que esta ronda la pago yo!!!
¡Luego te contestaré como tú te mereces!
Cristina, cualquier comentario tuyo es emotivo, y dices que este no lo és, pues emotivo de este es para decir que tu pagas la ronda de tonner, te parece poco emotivo del comentario.
yo me merezco poco, lo que no me merezco es una primamiga, fan namberguan como tú. BESITOS
Jesús, qué narración has hecho más bonita, más emotiva y más auténtica de lo que es el camino con la Virgen. Así lo recuerdo yo de cuando nos llevaba mi padre cuando chicos y abuelo con su medalla, su pañuelo y su vara.Entonces no teníamos que recordarlos, estaban allí con nosotros tio Rafael, tio Cesáreo, mi padre y el abuelo.Esa experiencia no se olvida jamás.La próxima vez me apunto yo también.
Hijo, no, es que tenía prisa por irme a comer, ya sabes el hambre que nos entra a los funcionarios a las tres.
Quería decirte que es precioso lo que has escrito, parece que los demás hemos hecho el camino contigo (y con todos los demás), que hemos sentido el frío del camino y que nos hemos calentado con el “coloraillo”, descansando un rato de los empujones del bullicio que os acompañó hasta el Santuario.
No soy yo muy de romerías (por eso, quizás, la mesa camilla me ha quitado el título de la mas montoto de las montoto), pero me he emocionado como si lo fuera. ¡Viva la serranita hermosa!
No se es muy de romería hasta que no vas a una, como cuenta nuestro cronista especial, que para ser la primera vez, no deja nada por contar.
Te contagias porque notas que hay algo auténtico y común a todos los que acuden a ella, llámalo tradición ó amor a la Virgen, independientemente de todo lo demás.
Ahora que me parece notar que el blog pasa por cierto momento de religiosidad, quiero aprovechar para dar la enhorabuena a todos los que de alguna manera sigáis la vida de la Iglesia en Sevilla por el nombramiento del nuevo Arzobispo, Monseñor Asenjo. Pienso que irradia bondad y sencillez para cualquier persona que se le acerque y conozca. Es muy trabajador y cercano a todos. Pero no quiero extenderme sobre ello porque ya tenemos entre nosotros a una "experta" en asuntos religiosos que seguro que podrá ofrecer una mucho más valiosa y documentada opinión.
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