Por María Dolores Montoto Flores
En todas las familias, cada miembro de ella suele tener un papel específico. El mío fue ser EL CHÓFER DEL ABUELO.
En el año 58 salieron al mercado unos coches llamados SEAT 600. El abuelo, que volvió modernizado de un viaje que hizo a las bases americanas de Cabo Kennedy, compró uno de dichos coches, color verde aceituna. Por aquel entonces estaba de moda una canción que decía:
"Adelante, hombre del 600, la carretera general, es tuya"
En el caso del abuelo, nada de carretera general, lo suyo eran las de segunda, y porque no había de cuarta o de quinta.
(Salud, María Dolores y María con el seat 600)
Adquiridos los carnets de conducir nos pusimos en marcha, en un coche que le ardía el agua del radiador cada 60 kilómetros.
En los viajes nos pasaba de todo, ya que el abuelo no le gustaba ajustarse a rutas ni a fechas, todo iba sobre la marcha.
Una vez, y en Barcelona, tuvimos que quedarnos a dormir dentro del coche. Otra vez, en Jaén, un taxista compadecido nos llevó a la casa de un compañero. También estuvimos en buenos hoteles, y en Paradores de Turismo preciosos, sobre todo el de León, que es magnífico, dependía de la suerte que ese día teníamos.
En algunos viajes nos acompañaban Luis y Jesús. De este último recuerdo una tarde en Teruel. Jesús se perdió, estuvo buscando un disco para su hijo José María, se llamaba el "Pata Pata", y patapata fue la que le armó el abuelo cuando, por fin, lo encontramos.
Recorrimos media España. Fuimos a Asturias, donde además de gustarnos, lo pasamos estupendamente. Allí conocimos a familiares que nos agasajaron y llevaron a fiestas y excursiones muy bonitas. En Gijón el abuelo tenía una prima que apreciaba mucho. Esta prima se reunía con sus amigas, todas de la tercera edad (como ahora nos llamáis a las viejas), en una cafetería llamada "El Alcázar" y las gentes las llamaban: "Las ruinas del Alcázar".
Mención aparte el viaje que hicimos a LA RUTA DEL QUIJOTE. En pleno verano, con un sol de justicia, llegábamos a unos puebluchos que no creo que conociera ni don Miguel de Cervantes.
El abuelo disfrutaba mucho viajando. Nada más subirse al coche se ponía a canturrear.
Fuimos muchas veces a Córdoba, Cádiz, Vejer, Lora y en Sevilla lo llevaba a diario al Ateneo, la Asociación de la Prensa, también a casa de tío Laureano, y frecuentemente a la de sus sobrinas las Porras Montoto. Era muy familiar, y no entendía que, por ejemplo, mis hermanos que vivían en Lora, no se viesen todos los días. Él lo hacía así hasta con su amigo desde el colegio don Joaquín de la Cruz.
El abuelo era muy vital. Le gustaban los toros. Iba a todas las corridas, tenía el sillón del tendido nº 70. La zarzuela le encantaba, tanto, que le compramos un "tocadiscos" que actualmente, y en versión moderna, tendrá un nombre ilegible e impronunciable para mí. Le encantaba la feria, y como era Presidente de la Asociación de la Prensa, en esos días y en la caseta, había comidas y fiestas (de ahí la foto alternando con Marujita Díaz).
Nosotras disfrutamos mucho no sólo de él, sino con él.
Teníamos entradas para los toros, vimos torear a los famosos de la época: Dominguín, Manolete, Arruza, Pepe Luis Vázquez...
Asistíamos a todos los acontecimientos que surgían: Ópera en el Lope de Vega, fiestas primaverales y a una fiesta que le dieron en Sevilla a Eva Perón en la Plaza de América, que echaron la casa por la ventana. Para ello nos hicimos unos trajes de fiesta... ¿os acordáis en la película "Lo que el viento se llevó”, cuando ella arranca una cortina de terciopelo para ponérselo de traje? Pues algo por el estilo hicimos nosotras.
3 comentarios:
¡Qué envidia tía Dolores!
Tío Jesús, tío Jesús ¿cómo era eso del pata pata? cuéntanos, anda, que te echamos de menos...
Me suena a mí ese seíta, tendré que preguntarles si luego lo "heredaron" mis padres, pero nosotros tuvimos uno, con el que nos íbamos todos los veranos a Málaga, cargados hasta los topes de lienzos, pinturas, comediscos, maletas e incluso un pobre canario que tenía que aguantar un viaje interminable con paradas cada vez que se salía el agua o cuando mi hermana o yo nos mareábamos en los montes de Málaga. Una vez se fundieron todos los discos que llevábamos, por culpa del calor, y llegaron ondulados. Si es así, también fue longevo el pobrecito coche.
Publicar un comentario